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'La Celestina', una versión dinámica, audaz y con desparpajo

Abc.es 
La Celestina, obra cumbre de la literatura, siempre ofrecerá algo en cualesquiera de sus lecturas. En su primera edición conocida, la que apareció en Burgos en 1499, llevaba el título Comedia de Calisto y Melibea . Sin embargo, su texto total no es posible representarlo de una manera canónica y, para hacerlo, hay que realizar una adaptación. En síntesis, el hilo narrativo de La Celestina de Fernando de Rojas trata de Calisto, un joven noble y de ingenio claro, que se enamora profundamente de Melibea al encontrarse con ella en el huerto al que llega persiguiendo a su halcón. Tras ser rechazado por Melibea , Calisto, aconsejado por su criado Sempronio, recurre a Celestina para, con las artimañas de esta, ganarse su amor de la dama, algo que termina logrando. La trama se complica cuando los criados de Calisto, motivados por la promesa de una cadena de oro, reclaman su parte a Celestina. Ante la negativa de esta al reparto, la matan; ellos son posteriormente apresados y ejecutados. Calisto se entera de estos hechos al día siguiente, pero él y Melibea pronto olvidan estos tristes sucesos y disfrutan de su amor. Sin embargo, la historia toma un giro trágico al caer Calisto por accidente de la escalera y morir. Desolada por la muerte de su amado, Melibea se suicida arrojándose desde una torre, tras declarar sus razones a su padre, Pleberio. La obra concluye con las reflexiones y el planto de Pleberio por la pérdida de su hija. La adaptación de La Celestina realizada por Eduardo Galán es una versión moderna y accesible de la clásica obra de Fernando de Rojas. Galán ha logrado mantener la esencia del texto original mientras lo adapta a un público contemporáneo, utilizando un lenguaje más cercano y actual. La adaptación, con fidelidad, al espíritu de la obra, introduce bastantes cambios significativos, como el de adelantar el final al principio, a la manera de las novelas «Crónica de una muerte anunciada» o «El túnel», o llevar la final de la relación amorosa aquella frase de Calisto, cuando afirma «el que quiere comerse el ave le quita primero las plumas»; se han suprimido muchas escenas complementarias, y se ha abundado en la parte más intensa y sexual; todo ello es posible que distorsione la visión de quienes hayan leído la obra de Fernando de Rojas , pero acaso sirva para hacer el espectáculo teatral más directo, cercano y comprensible para el público actual. Así mismo el registro lingüístico que se utiliza dista mucho del original, el castellano del siglo XV, y, aunque permanezca un cierto aroma antiguo, está lo suficientemente modernizado para que se entienda todo lo que se dice. Evidentemente y como no puede ser de otra manera, la obra original ha quedado peinada y repeinada. Antonio C. Guijosa ha optado por una dramaturgia muy dinámica que enlaza las escenas, los espacios y los tiempos sin solución de continuidad. Hay que tener en cuanta que los hechos del argumento suceden más o menos a lo largo de un mes, en lugares diferentes (casa y huerto de Melibea, casa de Celestina y Casa de Calisto) y en el espectáculo todo se une en un hilo, incluso solapando situaciones. Si Cervantes dijo de la Celestina: «Libro, en mi opinión, divino, si encubriera más lo humano», el director ha elegido precisamente que sea muy potentemente perceptible uno de los aspectos de lo humano, el sexo; es evidente y repetido insistentemente con Calisto y Melibea, lo es con Sempronio y Elicia y también con Pármeno y Areúsa. En cambio, otros aspectos humanos en los que ahonda también Fernando de Rojas, en esta versión teatral pasan de soslayo o no pasan, como el poder corruptor del dinero, el tema de la amistad o los más graves problemas del hombre y de la sociedad española del siglo XV. También ha optado el director por presentar una Celestina más jovial, como más joven y con mucho desparpajo, una mujer madura con empoderamiento, que sabe de dónde viene, a dónde va y lo que quiere, que se aferra al presente para vivirlo con gozo. A quienes ha dejado un tanto desvaídos es a Melibea, cuyo proceso de autoafirmación del yo, que va del rechazo, a la entrega y al suicidio, no queda nada claro; y Calisto que parece un chisgarabís que lo único que quiere es follar. Sin embargo, se aprecia una dirección inteligente, por ejemplo, cuando desarrolla la acción en dos planos (por ejemplo: en el momento en el que los criados le disputan el botín a Celestina en primer plano, se está produciendo un encuentro amoroso ente Calisto y Melibea en segundo plano). El prescindir de la madre, Alisa, resta matices a los personajes que se relacionan con ella (Melibea y Pleberio). Aportación de este montaje es enfocar la obra como un relato narrado por Celestina a Pleberio para explicar los hechos acaecidos que precipitan el fin de Melibea. El poder de esta puesta en escena reside esencialmente en la interpretación, muy especialmente la de las mujeres. Entre todos sobresale la muy vital, auténtica y animosa Anabel Alonso, que, con su presencia escénica, dota a su personaje de personalidad y carisma, logrando transmitir las complejidades emocionales y sociales de Celestina. Su actuación es sin duda una de las grandes fortalezas de esta adaptación y se puede asegurar que la visión que aporta del personaje Celestina lo enriquece. Algunos detalles que podemos señalar sobre su actuación son: la versatilidad y profundidad para mostrar tanto la astucia como la vulnerabilidad de una Celestina que maneja los hilos de la trama con destreza; la humanización del personaje, alejándolo de la imagen tradicional de la alcahueta astuta y maliciosa; es muy eficaz utilizando el humor y la ironía, algo que sirve para que Celestina aparezca como un personaje más cercano y comprensible para el público moderno. En suma, Anabel Alonso ha ofrecido una interpretación rica y multifacética de Celestina, logrando hacer que el personaje sea relevante y accesible para el público contemporáneo. Los demás actores del reparto encarnan sus papeles, a veces dobles, con dignidad y acercándose a la esencia de los personajes con características bien definidas en la historia literaria, aunque el director haya elegido para ellos unos sesgos determinados, según su libre albedrío. Claudia Taboada, como Melibea, logra transmitir la transformación del personaje (aunque no está dramatúrgicamente bien definido el rechazo inicial con el cambio clave de una escena, primera en el original, y llevarla al final de espectáculo) la entrega y la dignidad del suicidio con plena consciencia y voluntad propia. Su actuación es clave para mostrar la vulnerabilidad y la intensidad emocional de Melibea . Esta actriz también encarna con mucha frescura una Areúsa sensual y espontánea. Víctor Sainz encarna un Calisto libidinoso , que más que amar, parece que quiere gozar la presa; su aire juvenil le da un cierto toque de frivolidad; claro que Calisto es un personaje bastante insustancial en la obra original. Beatriz Grimaldos interpreta una Elicia muy desenvuelta y dinámica y dobla con una Lucrecia comedida y tierna. José Saiz y David Huertas, como Sempronio y Pármeno ofrecen un toque cómico y dramático a la obra; su interpretación es crucial para mostrar las complejidades y las tensiones entre los personajes secundarios; y es muy significativo la diferente manera que tienen de entender la relación con las mujeres, uno grosero y el otro amable. José Saiz dobla papel con un Pleberio encorsetado que quizá debiera tener más solemnidad en el recortado planto tanto al principio como al final. En conjunto, el elenco ha trabajado armoniosamente para crear una interpretación coherente y emocionante de La Celestina , haciendo justicia, por su parte, a la obra original de Fernando de Rojas. La escenografía resulta fría, antiestética y simbólicamente poco evocadora con esos módulos de metal que a veces parecen jaulas, so pena que se quiera señalar un estado de opresión y tragedia vital, expresar que los personajes están atrapados o la cárcel de amor tan de la literatura de la época. El vestuario, acertado en general, con la expresión positiva de la abundancia y el color de Celestina y el poco apropiado y descontextualizado de Pleberio. El montaje es evidente que bebe de la actualidad y que pasa en su estructura de criterios historicistas, está concebido para un público amplio que, en su mayor parte, de la obra La Celestina conoce poco más que el título; por eso se hace hincapié reiteradamente en lo sensual, sin entrar en profundidades, en lo humorístico, en el modo de hablar muy de la calle incluyendo las voces, y en el lenguaje llano salpicado de refranes, que siempre crean complicidad con el público. Es evidente, que el espectáculo llega y gusta y por ello se aplaude con fervor, como lo hicieron los espectadores del Teatro de Rojas. Título: La Celestina . Autor: Fernando de Rojas. Adaptación: Eduardo Galán. Dirección: Antonio C. Guijosa. Intérpretes: Anabel Alonso, José Saiz, Víctor Sainz, Claudia Taboada, Beatriz Grimaldos y David Huertas. Escenografía y vestuario: Mónica Teijeiro . Iluminación: José Manuel Guerra. Música original y espacio sonoro: Manuel Solís . Producción: Secuencia 3. Escenario: Teatro de Rojas .

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