Cuál era la mirada de la Iglesia Católica sobre el origen de las especies antes de la Teoría de la Evolución de Charles Darwin
En el siglo XIX, el mundo vivió una de las revoluciones más trascendentales en la comprensión de la vida: la Teoría de la Evolución de Charles Darwin. La noticia de su obra llegó a las puertas de la Iglesia Católica que, por siglos, había defendido una visión sostenida por la tradición y las escrituras.
Al principio, el impacto fue profundo, lo que generó mucha resistencia entre aquellos que veían la teoría de Darwin como una amenaza hacia la fe cristiana.
Sin embargo, algunos miembros de la Iglesia encontraron en las ideas de Darwin una posibilidad para reconciliar la ciencia con la espiritualidad. Así comenzó un lento, pero significativo proceso en el que, poco a poco, el pensamiento teológico se adaptó a una nueva forma de ver el mundo.
La Iglesia y las teorías del origen antes de Darwin
Antes de que Darwin presentara su teoría, las ideas sobre el origen de las especies dentro de la Iglesia Católica no se basaban en una interpretación literal del Génesis, sino que se enfocaban en integrar las enseñanzas cristianas con la filosofía.
A continuación, se detallan algunas de las posturas más importantes que presentó la Iglesia, de acuerdo a la revista Muy Interesante.
La propuesta de San Agustín
En su obra De Genesi ad Litteram, defendió la idea de una creación continua, sugiriendo que la creación no se limitaba a un evento único, sino que Dios mantenía la creación en constante desarrollo.
Agustín propuso una interpretación no literal del Génesis, que sugería que los relatos bíblicos debían entenderse de manera más profunda, permitiendo un diálogo entre la fe y los avances científicos de su tiempo.
Este enfoque resultó útil para futuros debates sobre la creación y la evolución.
La visión de Santo Tomás de Aquino
Influenciado por Aristóteles, adoptó una visión teleológica de la naturaleza, en la que todo en el universo tenía un propósito divino. Aquino creía que la transformación y el cambio en la naturaleza no contradecían la existencia de un diseño divino, sino que eran parte del plan de Dios.
Su enfoque permitió a la Iglesia aceptar ideas que contemplaban el cambio y desarrollo de las especies dentro de un orden divino, lo cual no estaba tan alejado de las concepciones modernas sobre la evolución.
En conjunto, las enseñanzas de San Agustín y Santo Tomás de Aquino contribuyeron a la idea de que la creación no era un evento puntual, sino un proceso continuo y ordenado por la voluntad divina.
Esta postura permitió un debate más abierto sobre el origen de las especies cuando se presentaron las ideas evolucionistas.
La influencia de estas ideas en la postura de la Iglesia ante la Teoría de Darwin
Cuando Charles Darwin presentó su Teoría de la Evolución a mediados del siglo XIX, las posturas filosóficas previas de la Iglesia Católica facilitaron una recepción más matizada de sus ideas.
Si bien al principio hubo resistencia, muchas de las concepciones previas sobre la creación continua y el propósito divino ayudaron a algunos miembros de la Iglesia a integrar las ideas de Darwin dentro de un marco cristiano.
Algunos aspectos clave de esta evolución de pensamiento incluyen:
Aceptación gradual: aunque la postura oficial de la Iglesia fue reticente, la concepción de la creación como un proceso continuo permitió a algunos teólogos interpretar la evolución como parte de un plan divino.
Teólogos del siglo XX: los teólogos católicos comenzaron a aceptar la evolución como un mecanismo natural compatible con el diseño divino, viéndola como el medio elegido por Dios para el desarrollo de la vida en la Tierra.
Estas interpretaciones se alinearon con las enseñanzas de San Agustín y Santo Tomás de Aquino sobre una creación continua.