Magna desmesura
Hasta la escenita de marras —aunque a los cinco minutos de comenzar ya sabes que va a ser una película completamente olvidable—, Gladiator II va más o menos bien. Pero cuando el Coliseo se convierte en una piscina con tiburones, versión lisérgica de las naumaquias romanas, la película adquiere la categoría de disparate. Se resquebraja eso que en la crítica literaria se conoce como el pacto de ficción, no solo porque deja de suspenderse la incredulidad, sino porque todo alcanza un nivel de desmesura que te expulsa como espectador de la pantalla. Hay todo un género cinematográfico que tiene en la desmesura su principal reclamo, y que cuenta con legiones de seguidores. La saga de películas de Sharknado, sobre tiburones... Ver Más