Sevilla se desborda con la gran cofradía del Cachorro y la Esperanza de Triana
Atravesaba el Cachorro la recta de Castilla con el sol dorándole el costado de la lanzada al cruzar la calle Procurador. Desde un balcón se arrancaba una señora con una saeta que resultó ser una sevillana a capela, flamenca del arrabal pero tan trágica como una seguirilla. Se levantaba el crucificado con el tambor sobrio de la Puebla y comenzaba a sonar 'Saeta onubense', justo cuando carraspeó la olla de castañas asadas, que levantó una columna de humo, que es el incienso del invierno. Todo estaba dislocado. El Cachorro buscando los caminos de la Esperanza, de la algarabía de Pureza y el ruido ensordecedor de los vivas y los cohetes prohibidos al son solemne, casi fúnebre, del Cristo expirante de Triana. Todo eso cabía en la ciudad destartalada, hasta desubicada. Porque el público selecto que estaba viendo al Cachorro en la O con los sones de la música olvidada de Gardey y la melodía de 'Sevilla cofradiera' de Gámez Laserna, fue un trampantojo. Cruzó el puente de Triana y todo estaba desbordado. Reyes Católicos era tan estrecha como Parras un Viernes Santo por la mañana. Fue el preludio de la jornada más multitudinaria de la historia de Sevilla, que se vivirá hoy con la procesión Magna. Desde bien temprano la calle Pureza empezó a acoger a los clásicos acampados, pertrechados como un domingo de playa, pero con mantas. Para esto no hay seguiridad. Tres horas antes de que la Esperanza llegara a la capillita del Carmen ya había público esperando en el puente y el Altozano. A diez minutos de las dos, la banda de música de Las Cigarreras arrancó el pasacalles con la marcha de la coronación, seguida de pasodobles hasta llegar a la capilla, que provocó el primer delirio de la tarde. Pasaban veinte minutos de las tres de la tarde y asomaron los ciriales de la Esperanza. No se cabía en los balcones, repletos de mantones de Manila. El silencio tenso de una calle repleta de gallardetes, guirnaldas y banderolas azules y blancas de las que colgaban anclas atronó nada más arrancar el cornetín del Himno. Todo explotó como los cohetes que lanzaron con el cascabeleo de la marcha de Albero, cuando la Virgen comenzó a dar un giro completo , empalmando la marcha con la salve de la Esperanza de Triana y arrancando nada más completar la vuelta. Allí estaba Cabrero , el hermano mayor de la Macarena, con la vara de las capillas. Juanma Cantero, el capataz, lo llamó y le tomó la mano para levantar al cielo a la Esperanza de la otra orilla . El paso comenzó su compás hasta llegar a la calle Arfián, donde le entró todo el sol por barlovento y comenzaron a lloverle pétalos, pese a que la hermandad había pedido que no se lanzaran hasta la vuelta. Pero Triana impone sus leyes, es una revolución donde manda la Virgen, que todo lo desborda. Allí, viéndola marchar camino del Altozano, había un grupo de visitantes castellanos con las lágrimas en los ojos de haberse roto a llorar con la Esperanza al conocer una forma de religiosidad popular tan distinta. Llegaba la Virgen a la Farmacia de Murillo y por Chapina venía un eco: «Ya está saliendo el Cachorro» . Entre la Esperanza y la Expiración había una hora de distancia. El crucificado, imponente con corona de espinas y potencias, iba sobre un monte asilvestrado de flores moradas como el cielo que le recibió cruzando el puente . Allí llegó al ocaso , como una metáfora de su propia advocación, como nunca ha ocurrido. Porque el Cachorro llega a Sevilla con el sol pleno del Viernes o con la luna de Parasceve camino de su entierro. Este sábado de diciembre pasó del celeste al oscuro de la noche en el tiempo que tardó en cruzar hasta Sevilla. En ese momento la Esperanza estaba frente al Baratillo . El tiempo se paró, y la hora que había de distancia con el Cachorro se fue reduciendo, como si la Virgen esperara al Señor para llegar juntos a la Catedral. Adriano estaba tan llena que era imposible acceder por ninguna calle. En Toneleros, llegaba el público llegaba hasta Real de la Carretería para verla pasar. En Arfe hubo quien vio a la Esperanza cruzar a García de Vinuesa desde casi La Isla. Hubo quien tomó por el Cabildo para buscarla en la Punta del Diamante , pero tampoco. Y quien rodeó la Catedral para encontrarla en Virgen de los Reyes, donde se conformó con ver sus bambalinas más allá de la fuente. A la Esperanza le cantó la tuna en Alemanes, donde aceleró para entrar a tiempo por la Puerta de Palos, a las 20.30 horas. Detrás venía ya el Cachorro, al son de 'Soleá dame la mano' , que fue como otra metáfora de la tarde. El repertorio del crucificado fue exquisito, porque justo después alcanzó la Puerta del Perdón con 'Amarguras', pasó junto al Palacio Arzobispal con 'Virgen del Valle' y 'Margot' y se plantó a los pies de la Giralda con 'Cachorro, Saeta Sevillana'. Marcaba el reloj las 21.20 de la noche cuando acabó esta gran procesión trianera que desbordó toda Sevilla. Como si fuera noche del Jueves Santo, hacia la Resolana fluía una multitud para esperar a la Esperanza. Comenzaba a la medianoche la ' Madrugada' de Adviento .