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Gobernar sin contrapoderes

Abc.es 
Más que una advertencia fue un anuncio. Cuando a comienzos del pasado septiembre Pedro Sánchez sugirió la posibilidad de gobernar con o sin el apoyo de las Cortes , en una declaración de intenciones ajena a los mecanismos de un sistema democrático de contrapoderes, no solo estaba reconociendo su incapacidad para cerrar acuerdos con sus socios parlamentarios y materializarlos en leyes, sino adelantando la clave de bóveda de una estrategia cesarista que desde entonces lo ha llevado a ignorar los mecanismos de control habilitados en la sede de la soberanía nacional. De las diez sesiones de preguntas al Gobierno celebradas desde el 7 de septiembre, cuando el jefe del Ejecutivo hizo oficial aquel planteamiento, Sánchez solo ha acudido a cuatro, multiplicando por ocho sus plantones a la Cámara Baja. Al Senado, donde la oposición es mayoritaria, ni siquiera ha acudido desde el pasado marzo. Esta superación de facto del sistema de equilibrios entre los poderes del Estado –que también pasa por la descalificación de los tribunales, ya programática, y la incorporación de la doctrina de la persecución– se extiende a unos ministros que no han tardado en hacer suyo este ejercicio de evasión, con casos notables como el protagonizado por la ahora vicepresidenta comunitaria, Teresa Ribera, que solo compareció en dos de las nueve sesiones de control convocadas desde septiembre. Ya oficializado, este desprecio al poder legislativo, considerado un obstáculo, como el judicial, para una acción de gobierno de naturaleza personalista, no es nuevo. El cierre de las Cortes durante la primera fase de la pandemia del Covid fue declarado inconstitucional por el TC, y no han sido pocas las ocasiones en que, a través de su presidenta o de su letrado mayor, el Congreso de los Diputados se ha limitado a aplicar las consignas procedentes de La Moncloa. La esperpéntica sesión de la comisión de Hacienda que a mediados de noviembre fue suspendida durante horas para permitir al Gobierno negociar extramuros sus proyectos fiscales; el pleno extraordinario en el que, tras la suspensión de la sesión y mientras se localizaban los cadáveres de la riada de Valencia, fue convalidado el decreto de RTVE, o el plan indisimulado para neutralizar al Senado como cámara legislativa responden a una estrategia muy definida de superación del actual modelo de contrapesos. Gobernar con o sin el apoyo de las Cortes, como anunció el jefe del Ejecutivo en el arranque del nuevo curso político, no solo consiste en evitar las sesiones de control de la Cámara Baja, sino en utilizarla a conveniencia de parte, reducida a mero apéndice de La Moncloa. El deterioro institucional no es solo consecuencia , como en otras legislaturas, del efecto de la corrupción, fenómeno que también asoma por el horizonte del PSOE y del Gobierno, sino de un planteamiento basado en la intervención absoluta del Estado. Con una minoría parlamentaria que le impide desarrollar un proyecto mínimamente definido, apenas guiado por el oportunismo, y obligado a gratificar con cesiones que bordean la legalidad a unos socios cuyo programa pasa precisamente por el desarme del ordenamiento jurídico, el Ejecutivo sobrevive a la contra: frente a los tribunales de Justicia, a los que sin pudor acusa de practicar el 'lawfare', y frente a las Cortes, sin las que Pedro Sánchez está demostrando que puede gobernar, entendiendo esta actividad como una simple expresión de lo que en su manual calificaba de 'resistencia'.

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