Trump situará a los BRICS + en su punto de mira si rompen con el dólar
La guerra comercial de la versión Trump 2.0 no solo tendrá como enemigos a su rival geoestratégico, China, o aliados como sus socios transatlánticos europeos, también ha declarado hostiles a los grandes mercados emergentes y a su brazo ejecutivo, los BRICS +, por su decisión de acabar con la hegemonía del dólar
Preocupación en el mundo financiero por la ruptura en bloques de la globalización con el retorno de Donald Trump
Donald Trump no parece congeniar con la vieja Pax Americana. Con este término se denomina al orden hegemónico instaurado por EEUU tras la Segunda Guerra Mundial en su hemisferio de influencia, el occidental -acabó trasladándose al resto del planeta con la globalización y el final de la Guerra Fría-, a juzgar por el goteo de aranceles de castigo que pretende aplicar desde el inicio mismo de su segundo mandato y que constataría que las tarifas -como aseguró- “son la mejor de las acepciones que existen en el diccionario”.
La contienda armada del fututo inquilino del Despacho Oval contra la libertad del comercio apunta a una declaración de guerra universal contra las transacciones mercantiles. Porque entre unos y otros señalados, casi la mitad de los 8.000 millones de personas que habitan la Tierra se verían afectados por sus incrementos arancelarios.
La amenaza no solo etiqueta naciones, amigas o enemigas, a triplicar en ocasiones las tasas de entrada al mercado americano de sus mercancías y servicios, sino que se propagaría a bloques como los BRICS + (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, los cinco socios que identifican con sus iniciales el acrónimo, además de Egipto, Etiopía, Irán y Emiratos Árabes Unidos, que se unieron al club en el verano de 2023). De esta manera, dejaría de ser una reacción frente a economías que, como adujo en su primer mandato, han contribuido durante décadas a engordar el milmillonario déficit comercial de EEUU, para convertirse en una cruzada contra los más poderosos mercados emergentes, que pretende batirse en duelo contra Washington y arrebatarle la hegemonía mundial.
De consumarse, la Administración republicana entraría de lleno en una rivalidad geoestratégica. Y la versión Trump 2.0 no tendrá la complacencia de 2018, cuando emprendió la escalada de los aranceles sobre el acero y el aluminio que luego encendió la mecha de nuevas subidas tarifarias a países como China, México, Canadá o la UE -el mismo póker que ahora quiere reeditar- sobre asuntos tan poco consistente como los supuestos subsidios a Airbus que desencadenaron tensas alteraciones en otros sectores.
En Europa, por ejemplo, se cebaron con varias rúbricas agrícolas, que subieron hasta en un 25% adicional. Como el queso fresco, las aceitunas o el aceite de oliva que afectó muy especialmente a España; vinos y quesos a Francia e Italia; café, galletas y gofres a Alemania y whisky y dulces a Reino Unido. Sin que la institución que vela por el libre comercio, la OMC, emprendiera ninguna acción de castigo urgente contra Washington. El árbitro de la globalización continúa todavía en la UCI, convaleciente desde 2018, y podría vivir sus últimos meses a merced de los halcones comerciales que van a dirigir el equipo económico de Trump bajo los auspicios del Project 2025 de la ultraconservadora Heritage Foundation con un marcado componente proteccionista para dar rienda suelta al Make America Great Again (MAGA) el lema reforzado del America, first, que ha asumido el Grand Old Party (GOP).
El órdago ‘trumpista’ a los mercados emergentes
Ha sido el propio Trump el que ha señalado a los BRICS + al avanzar una imposición tarifaria del 100% a los países que “se atrevan” a renunciar al dólar como moneda de uso comercial. El billete verde americano llegó a perder un 8% de su peso en las reservas de divisas internacionales en los primeros meses de la invasión de Ucrania. A pesar de la decisión de EEUU y de todo el G-7, el foro que rivaliza con los BRICS+, de prohibir al Kremlin el uso del dólar como medio de pago en las transacciones internacionales. El músculo de la divisa americana pasó de significar las dos terceras partes del acopio de monedas foráneas que controlan los bancos centrales para capear episodios de bancarrotas y ataques a sus divisas en 2003, al 55% de 2021 y hasta el 47% en 2022. La erosión de “más calado del billete verde en el mercado” en todo este siglo, dijeron entonces en Eurizon SLJ Asset.
Sin embargo, desde la pasada primavera, por razones que el mercado achacó a los riesgos de decoupling de la globalización, la polarización en EEUU -con soflamas guerracivilistas-, Europa -con el eje franco-alemán en serias encrucijadas política este otoño-, o en puntos con demostrada estabilidad -Corea del Sur- y, sobre todo, a la victoria del trumpismo, la cotización del dólar se ha vuelto a disparar. Hasta alcanzar, otra vez, la paridad con el euro, y asestar duros reveses a la libra, el yen y otras monedas industrializadas y emergentes; incluido el renminbi, la versión internacional del yuan que opera bajo una estricta banda de fluctuación, nunca declarada por parte de la autoridad monetaria china.
Trump precisó que la reprimenda arancelaria se activará “contra cualquier nación que encuentre alternativas al dólar” y mencionó en este contexto a los BRICS+ que “están intentando salirse de la órbita” del billete verde “a la espera del momento oportuno”. El mensaje, emitido en su red Truth Social, “requiere” a sus nueve socios “un compromiso” expreso de que “no van a crear una divisa propia”, ni tampoco “intentos monetarios de reemplazar el dominio del dólar” si no quieren “decir adiós a vender en el maravilloso mercado americano”.
“No es una buena estrategia, porque eleva al estatus de amenaza una declaración de intenciones que verbalizó hace más de un año el presidente brasileño Luiz Inázio Lula da Silva, e implica una falta de confianza en el dólar”, escribe Brad Setser, en la cuenta X del CFR, el Council on Foreign Relations, quien alerta, por el contrario, que “el tiro le puede salir por la culata”.
Setser, economista americano y antiguo cargo del Tesoro y de Comercio, precisa que obligar a ciertos mercados a utilizar el dólar es un “flaco favor” a la diplomacia estadounidense porque la coacción “acabará mermando el músculo global del dólar y su hegemonía como unidad de uso en los mercados de la energía, del resto de materias primas o en el comercio internacional”.
Desde el Deutsche Bank también inciden en la misma tesis. Sus expertos añaden que la fortaleza de la divisa americana “no sentará bien a su economía” y recuerdan que, en el primer mandato de Trump el Tesoro “favoreció un billete verde por debajo del valor del mercado” para potenciar su sector exterior, aunque jamás admitiera una política de dólar débil, como siempre ha ocurrido en su historia. Ninguna administración -ni la Reserva Federal- ha reconocido nunca haber dejado caer la cotización de su moneda.
El orden monetario muestra una tensa calma
Buena parte de los motivos que han provocado la ira trumpista contra los BRICS + se achaca, por parte de los observadores internacionales, a los vítores contra la desdolarización que se oyeron en la cita de octubre que tuvieron en Kazan, en el que se escucharon las críticas de Vladimir Putin contra la weaponización del dólar en los mercados. El uso del billete verde como arma diplomática contra los enemigos geoestratégicos de la Casa Blanca -y las secuelas que puede imponer Washington- también está detrás del retraso en aceptar el ingreso en los BRICS + de Arabia Saudí o el silencio de Turquía, invitado a Kazan, pero miembro de la OTAN, .
Y, en sentido contrario, del rechazo de la Argentina de Javier Milei a cualquier “alineamiento con comunistas”, porque “nuestra geopolítica está con EEUU e Israel”. El banco central argentino ya ha emprendido, de hecho, el tránsito hacia la pérdida de soberanía monetaria en beneficio de la Fed al operar ya con bancos y firmas de tarjetas de crédito para que empiecen a denominar sus servicios en la divisa estadounidense, según admitió su gobernador, Santiago Bausili en línea con la consigna del pasado verano de Milei de adoptar el billete verde para sacar al país de una endémica y enfermiza hiperinflación, que ha aupado el IPC a un repunte medios del 62% desde 1945.
El doble rasero del dominio del dólar
Aun así, voces como la de Mochael Pettis, de Carnegie Endowment, recuerda que el dólar resulta “tan persuasivo” para los países y el orden financiero internacional por “la voluntariedad de los países al elegirlo como método de pago en sus transacciones económicas internacionales” y por el tamaño, liquidez y profundidad de las emisiones del Tesoro en los mercados de bonos, que se emplean en gran medida para sufragar los gastos del déficit americano. “EEUU es la única nación que ofrece acceso sin trabas a sus parqués financieros y capaz de gestionar un desequilibrio de su balanza comercial tan desmesurado sin que su moneda pierda el liderazgo global”.
A su juicio, los BRICS + “tienen pocas opciones de conseguir” este estatus. Aunque les aconseja “esperar” y no confundir los deseos de la administración venidera con sus errores conceptuales sobre libre comercio y sistema capitalista. “Mantener el dominio del dólar es inconsistente con la declarada política de proteccionismo comercial” de Trump.
En ING recuerdan que la plataforma de pagos SWIFT, la más utilizada en los negocios exteriores y prohibida para Rusia en la primera batería de vetos tras invadir Ucrania, ha aumentado el peso del billete verde en sus transacciones desde 2016 a 2024. Además de enfatizar que es la moneda en la que se pagan las deudas soberanas y corporativas, los intereses o las carteras de inversión y productos de alto riesgo que empujaron al colapso crediticio de 2008.
Mientras Alan Wolff, del Instituto Peterson, alerta sobre unas demandas contra el libre comercio de Trump, sin reglas de juego claras en su política comercial y en UBS, con este argumento, aconseja a sus clientes que reduzcan su exposición en dólares por la extrema sobrevaloración del billete verde a corto plazo.