Auto Sacramental: "La música oscura está muy de moda otra vez, pero muchas veces es simplemente postureo"
La banda publica 'Diario de la plaga' (Ferror Records, 2024), un segundo álbum que, en poco menos de 30 minutos, registra la huella íntima de una sociedad en crisis, en sintonía con los ritmos más oscuros e hirientes del post-punk
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La charla con Jorge Mills, alma máter de Auto Sacramental, arranca con referencias a la DANA valenciana y a esa sensación de distopía y fragilidad suscitada por el carrusel mediático de sus imágenes. Es la constatación de una nueva crisis que, más que oportunidad, resulta en examen del comportamiento humano en un muestrario de sus bondades pero también de sus miserias. Diario de la plaga (Ferror Records, 2024), el segundo álbum de este madrileño afincado en Santiago de Compostela, rezuma siniestros volantazos post-punk provocados, también, por otra crisis. En este caso, humanista.
“Se creían libres y nadie será libre mientras haya plagas”, decía Albert Camus en su novela, La Plaga (1947), trama de la que parte conceptualmente Mills aunque en la elección de título parezca haber cruzado a otro gran referente, Diario del año de la peste (1722) de Daniel Dafoe. “Diario de la plaga está inspirado en esa noción filosófica de Camus sobre la peste, usada como metáfora para hablar de una plaga de odio, desconfianza y rencor que se va extendiendo entre la humanidad. Lo escribió en la época de la II Guerra Mundial y tiene mucho que ver con el nazismo y su avance por Francia. Es imposible no trazar paralelismos con lo que está pasando hoy en día, ese nuevo auge de las derechas y cómo nos afecta a cada uno”, asevera.
Mills, que en su debut Cuestión de Fe (Miranda The Agency, 2021) coqueteaba con la ironía accionando el engranaje más colorista y vivaz del synth-pop, transmuta ahora en un tono grave, oscuro, de sonidos afilados que van del post-punk al darkwave, con Joy Division en el centro pero acogiendo ramalazos periféricos de New Order, The Cure y Bauhaus. “Entonces [con Cuestión de Fe] el cuerpo me pedía algo más irónico y más divertido sobre la España rancia. Más colorido, música bastante festiva. Guille Mostaza es muy synth-pop, por eso trabajé con él a la producción. Y fue durante la pandemia, mientras releía a Camus, que fui haciendo canciones y me dije, ‘venga, voy a hacer algo más personal y dejar de esconderme tras la ironía’. De esta manera he tenido que ser más sincero y directo y bucear en sentimientos incómodos que iban surgiendo”.
Este giro gótico es consustancial a un proceso sincrónico madurado desde la pandemia. “Los tiempos de repente cambiaron mucho. 2020 lo cambió todo. Y esta nueva configuración de la realidad me pedía algo más oscuro, además de que al interpretar las canciones en directo me faltaba intensidad sobre el escenario”, relata. Esta inflexión siniestra, desligada de caprichosas modas, entronca con la idiosincrasia de la primera oleada post-punk, con la que Mills se identifica: “A principios de los 80 la idea era buscar una autenticidad artística ya fuera autogestionándose o con discográficas independientes y si hacían algo oscuro es porque realmente sus letras lo eran y estaban atravesando un momento así. Ahora la música oscura, como el darkwave, está muy de moda otra vez, que es genial. Lo que pasa es que muchas veces es simplemente una estética, un postureo y tienen letras hedonistas o de hacer cosas más banales, que también está bien, pero a mí me interesaba más lo otro”.
“Diario de la plaga es oscuro porque trata de una oscuridad sistémica, entendida como ese rencor o desconfianza que tenemos los unos hacia los otros y que ahora está muy amplificada”, redondea Mills sobre el pilar narrativo en que se sustenta su nuevo álbum. Se trata, pues, de un lamento estructural que, tal y como recoge en el tema que sirve como título –acompañado en este caso por Álvaro de Biznaga–, podría resumirse en “Pan, circo y crueldad”. Pero siempre desde lo íntimo, nunca como denuncia explícita. “Diario de la plaga se refiere a las redes sociales, donde quedan todas nuestras vergüenzas. Todo nuestro odio. Es crueldad y circo. Es todo espectáculo. Autobombo, venderse, odiar y menospreciar a los demás. Y entonces me planteo cómo me hace sentir. Esa sería la diferencia entre lo que hago yo y lo que hace Biznaga, por ejemplo. Ellos denunciarían el hecho en sí, y yo reflexiono sobre lo que me provoca”.
'Diario de la plaga' se refiere a las redes sociales, donde quedan todas nuestras vergüenzas. Todo nuestro odio. Es crueldad y circo. Es todo espectáculo. Autobombo, venderse, odiar y menospreciar a los demás
La conversación se dilata en este punto. La migración masiva de perfiles de X a Bluesky de los últimos días ha reavivado el debate sobre los peligros de las redes sociales centralizadas –y mercantilizadas–, y Mills no duda en pronunciarse al respecto. “Si las usas te conviertes tú en un producto. A mí no me importa vender como producto mi banda o mi proyecto musical, porque al final, es un producto. Y, la verdad, sin redes no consigues dar un concierto. Pero como no tengo redes sociales personales, pues qué voy a opinar de lo de X, pues que os vayáis todos”.
Resquicio de luz entre las tinieblas
A pesar del tono entre pesaroso y distópico, con frecuentes referencias al retorcido imaginario religioso, hay en Diario de la plaga un resquicio de luz futura que, entre tinieblas, alumbra temas como Pena, Requiem o Nuevo amanecer. Ungidos en óleos más pop, deslizan vagas ideas sobre la fraternidad, la amistad o el amor y apelan a una conexión corpórea, alejada de toda virtualidad. “No todo es oscuridad, claro. Hay esperanza”, explica Mills. “Hay humanismo porque todavía hay fe en el ser humano. Además, casi todas las letras están dirigidas a otra persona, hay un interlocutor”.
Así es como Jorge Mills va vistiendo su proyecto con ropajes mudables. Si ayer fue ironía y hoy oscuridad, mañana el barniz puede ser otro. “Probablemente el siguiente disco sea luminoso y alegre” –confiesa– “Como Echo & The Bunnymen o The Feelies, que son grupos que me encantan y también son post-punk, pero un poco más new wave, más colorido y alegre. Pero ahora no estaba yo en ese mood, eso te tiene que salir”.
Si Cuestión de Fe se produjo en los estudios Alamo Shock de Guille Mostaza, para Diario de la plaga, Mills se ha decantado por Metropol. “Me apetecía trabajar con Adolfo [Parraga] y con Fran [Meneses] que somos colegas desde hace más de 10 años, y hacer algo menos indie y más intenso, más cañero, sin tampoco llegar al punk. Conservando los sintes, las melodías, pero más cañero. Y lo fui grabando por fascículos, en diferentes visitas que hacía a Madrid a ver a mi familia que vive ahí todavía”. Este reciente traslado a Santiago de Compostela le ha obligado a reconfigurar también su banda de directo. Muchos cambios. Todo convenientemente espaciado. “Los dos discos han salido con tres años de diferencia. Entonces te da tiempo para cambiar”, dice el madrileño sobre ese enfoque artístico afiliado al piano, piano si arriva lontano: “Como voy haciendo las cosas poco a poco, pues también la evolución quizá se vaya notando más”.
Esta mentalidad liviana, que prescinde de presión y objetivos, es privilegio de quien no vive –ni parece pretenderlo– de la música. A Mills le mueven aspiraciones puramente artísticas, creativas pero también recreativas, y eso lo coloca en una envidiable posición de líbero: “Steve Albini decía que pedirle al arte que genere beneficios y que si no, no es válido, es como pensar que el amor o la amistad no valen si no te aportan un beneficio material. La música no tiene por qué ir siempre ligada al dinero. A ver, esto lo puedo defender desde una posición privilegiada porque tengo otro trabajo. Pero es verdad que en décadas anteriores sí que estaba más de moda ser anticomercial, ser underground o indie porque sí y hacer música sin pensar en triunfar. Esto hoy en día está prácticamente desterrado del discurso de muchos artistas. Yo creo que es culpa de las redes sociales, otra vez”.
En décadas anteriores sí que estaba más de moda ser anticomercial, ser underground o indie porque sí y hacer música sin pensar en triunfar. Esto hoy en día está prácticamente desterrado del discurso de muchos artistas. Yo creo que es culpa de las redes sociales, otra vez
“Había un grupo de punk mítico de los 70, los californianos The Germs, que tenían una canción, What We Do Is Secret (Lo que hacemos es secreto), en la que se enorgullecían de que lo que hacían no lo entendía la gente y era minoritario. Cuando empecé a hacer música en la década de los 2010, ese espíritu todavía pervivía. En cualquier caso, tampoco hay que pecar de inocentes. Quiero decir que, evidentemente, no hay que trabajar gratis porque no deja de ser un trabajo. Y si hay dinero, bienvenido sea, porque vivimos en un mundo material y materialista”, concluye.