Luis Feito, el músico que salvó del silencio la gaita asturiana
Director de una de las bandas más internacionales de Asturias, La Reina del Truébano, se enamoró de la profesión cuando un músico le advirtió de que su gaita sonaba triste porque ya nadie quería tocarla
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Sentado en una paca de hierba seca tocaba un gaitero. Los miembros de la bandina que le acompañaban aquel día habían parado, pero él continuaba. Lo hacía con el convencimiento de que aquella gaita tenía que seguir sonando. A su misma altura, un 'guaje' de diez años se le acercó y desde la curiosidad más inocente y limpia, esa que solo se tiene durante la niñez, aquel guaje respondió a la pregunta que le lanzó el gaitero. “¿Te gusta cómo suena?”, le preguntó. “Me parece que suena un poco triste”, contestó el niño.
Se hizo el silencio y, sin soltar ni un momento el puntero, el gaitero y el crío se volvieron a mirar a los ojos. “Suena triste porque ya nadie quiere tocarla”. En aquella mirada, el maestro gaitero Fariñas estaba dándole el relevo, sin saberlo, a Luis Feito, que con solo diez años volvió de aquella feria de Trevías con aquel sonar machacón en su cabeza y con el convencimiento de que la gaita asturiana tenía que seguir sonando. Y de eso iba a encargarse él.
Feito ha sido y es uno de los maestros más grandes de la gaita en Asturias y, sin duda, uno de sus salvadores. Cientos de personas se han formado con él y hoy en día es el director de una de las grandes bandas de Asturias, La Reina del Truébano. En su palmarés tiene el haber tocado en Nueva York, en China, en Dubai, varias veces en el Festival Intercéltico de Lorient (en la bretaña francesa) y, sobre todo, en su palmarés está el haber emocionado a todos quienes alguna vez tuvieron la suerte de escuchar a esta banda sonar.
Cuando el director termina la cuenta atrás y con un chasquido de dedos arranca la música de La Reina del Truébano, no hay quien no se respingue con su estruendo. Debe de ser algo parecido a cuando Luis Feito se quedó ensimismado escuchando la gaita de Fariñas. Hay músicas que te llevan a lugares y a sitios que no están en los mapas, están en las tripas.
Ahora, ese niño tiene 53 años, y ya no se avergüenza al recordar cuando sus padres cantaban mientras recogían la hierba seca. Ahora, visto desde la mirada de un paisano que lleva 43 años soplando la gaita, y que ha formado a cientos de tamboriteros y gaiteros en Asturias, es cuando se percibe la sensación tranquila del trabajo bien hecho, del haber cumplido con la palabra dada.
Nosotros no metemos ruido, nosotros dignificamos lo que hacemos. La gente dedica muchas horas a aprender a tocar la gaita o el tambor.
Pero vivir de tocar la gaita no fue fácil y tampoco lo es ahora, porque durante estas cuatro décadas Feito ha tenido que hacer mucho más que música, tuvo que poner en valor la cultura tradicional asturiana y lograr que se la respetase desde el lugar que le correspondía, ese que tanto añoraba Fariñas sentado en la hierba seca. “Nosotros no metemos ruido, nosotros dignificamos lo que hacemos”, explica en referencia a cuando los contratan y todavía, de vez en cuando, les dicen aquello de “empezáis cuando queráis, dais unas vueltas por el pueblo y listo”. No. “Somos una banda, la gente dedica muchas horas a aprender a tocar la gaita o el tambor. Mucho esfuerzo. Formo a la gente en las escuelas de música de Navia y de Castropol y una banda lleva muchísimo trabajo y dedicación”, resalta.
Ese sentimiento de elevar la música tradicional asturiana a donde nunca debió de bajar lo tiene Luis Feito muy dentro, y no lo suelta. Es el empecinamiento del vaqueiro que saca la vida adelante desde cualquier sitio, la ilusión intacta de aquel chaval que le daba pena a la vecina cuando se enteró de que quería ser gaitero. “Le dijo a mi madre que bueno… Que valía más que me dedicase a tocar la gaita que a drogarme”, recuerda.
Fueron décadas oscuras, en las que tocar la gaita asturiana no estaba de moda, y donde solo el empeño de unos pocos como él, consiguieron que la sociedad cambiase su percepción. Ahora ya se imparten clases en el conservatorio, pero Luis Feito fue autodidacta. “Mi abuela Oliva me compró la primera gaita con diez años, y la gaita lleva el nombre de ella. Me apunté a clases en Asturias y luego di un curso en Ginebra que organizaban desde Asturias Exterior, era una iniciativa del Principado, creo… Luego también recibí clases en Mallorca. A partir de ahí empecé a impartir clases yo, en Tineo, Soto de la Barca… Gastaba más en desplazamientos que lo que me pagaban y por primera vez tuve que pedir dinero en casa”, recuerda.
Y así, haciendo de sus clases una especie de colmena, donde el boca a boca iba animando a la gente a apuntarte, fue formándose la banda, que nació en 1996. Y el gaitero comenzó a poder vivir de su música. “La gente donde realmente disfruta es en una banda, ahora somos cuarenta y es la recompensa al esfuerzo, a la dedicación, a la constancia”, explica.
Luis Feito sigue recorriendo el Occidente de Asturias con su gaita, da clases particulares, en escuelas municipales, grupales, a niños de cuatro años, a sus madres, a jubilados, a todo el quiera tocar la gaita o el tambor. Hace unos días recibió en Almuña (Valdés) la “Riesta de Oro”, un reconocimiento a su trabajo en defensa de la cultura asturiana y que le hace especial ilusión porque al final los de casa han visto la importancia de que la gaita siga sonando.
La paca de hierba seca desde donde tocaba sentado Fariñas su gaita triste tiene la misma contrahuella que ha subido Feito para ponerla a tocar con alegría. Gracias, maestro.