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La democracia necesita a los trabajadores

En el 2016, Donald Trump sorprendió al mundo al ser elegido presidente de los Estados Unidos y ganar en estados decisivos del Cinturón del Óxido (entre ellos Michigan, Pensilvania y Wisconsin) con una tradición de apoyo a los demócratas.

En noviembre sucedió algo bastante similar. El antiguo corazón industrial del país dio un respaldo mayoritario a Trump y a su promesa de “hacer a Estados Unidos grande otra vez”.

Según las encuestas a boca de urna, una mayoría de los trabajadores de estados clave que nunca fueron a la universidad y que ganan entre $30.000 y $99.999 al año apoyó a Trump. Y esto vale para votantes blancos, latinos y negros.

La tendencia no es exclusiva de Estados Unidos. En junio, en la primera vuelta de la elección legislativa en Francia, el 57 % de los trabajadores votó por la ultraderechista Agrupación Nacional (Rassemblement National).

En setiembre, en la elección general austríaca, el 50 % de los trabajadores apoyó al populista Partido de la Libertad de Austria (FPO), mientras que en la elección del estado alemán de Brandeburgo, Alternativa para Alemania (AfD) obtuvo el 46 % de los votos de la clase trabajadora.

El partido polaco de derecha Ley y Justicia (PiS), que gobernó entre el 2015 y el 2023, es un buen ejemplo de las razones por las que los partidos populistas y autoritarios atraen cada vez más a los trabajadores en Europa y Estados Unidos, y de cómo podría recuperarlos la centroizquierda.

Ley y Justicia se anotó una serie de triunfos legislativos, entre ellos la reducción de la edad de jubilación, un fuerte aumento del salario mínimo y un programa de transferencias directas de efectivo a padres con hijos de menos de 18 años.

Hizo propias las causas que normalmente defienden los socialdemócratas, promovió los intereses económicos de los trabajadores polacos, y es así que en la elección parlamentaria del año pasado, casi la mitad de este sector votó por Ley y Justicia (pero al final, una coalición de partidos opositores obtuvo escaños suficientes para formar un gobierno de mayoría).

En una investigación sobre votantes con menos ingresos y nivel educativo residentes en ciudades pequeñas y áreas rurales de Polonia, que realicé para la Fundación Europea de Estudios Progresistas y la Fundación Friedrich Ebert, hallé una desconexión casi total entre esta franja social y la centroizquierda.

Los votantes de clase trabajadora que participaron en los grupos focales de mi investigación relacionaron los partidos socialdemócratas con la agenda LGBTQ+, la sexualización infantil, la apertura a los migrantes y el debilitamiento de la soberanía nacional.

Estos votantes no consumen medios tradicionales, sino que leen las noticias en comunidades de nicho en las redes sociales; se enorgullecen de su postura antisistema y se ven como actores de una lucha por sus medios de subsistencia y el acceso a información “objetiva”.

Estos hallazgos coinciden con los de una reseña sistemática de 51 estudios que examinan el menguante apoyo a partidos de centroizquierda en Occidente.

El Partido Demócrata en Estados Unidos, los socialdemócratas en Europa Occidental y las fuerzas progresistas en los antiguos países comunistas perdieron atractivo para la clase trabajadora.

Para revertir esta tendencia, deben poner en práctica políticas protrabajadores y cambiar la forma en que se comunican con esta franja de votantes crucial.

Desde hace muchos años, los partidos progresistas a ambos lados del Atlántico hacen campaña con promesas de dar más apoyo a las familias trabajadoras, incluido un incremento del gasto en servicios públicos, atención médica, educación e infraestructura.

Esto incluso les valió algunas victorias electorales (aunque muchas de ellas fueron contra gobiernos conservadores impopulares). Basta con pensar en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en el 2008 y el 2020, ganadas por los demócratas Barack Obama y Joe Biden, respectivamente, así como la rotunda victoria del Partido Laborista contra los conservadores en la elección general de hace unos meses en el Reino Unido.

Pero es común que tras la asunción, estos partidos no cumplan sus promesas de campaña. Decir que se van a crear empleos de calidad en las industrias del futuro no es lo mismo que hacerlo. Los trabajadores quieren líderes audaces y eficaces que tomen medidas concretas.

La centroizquierda debe aceptar que no puede comunicarse con el votante obrero como lo hace con las élites urbanas adineradas.

En vez de desestimar las preocupaciones de los trabajadores en asuntos como las migraciones, la globalización y la transición verde, los demócratas en Estados Unidos y los partidos socialdemócratas en Europa deben responder a estos temores en los canales y plataformas que usa este segmento poblacional.

En ese sentido, podrían aprender un par de cosas de la extrema derecha, que se ha convertido en una fuerza dominante en TikTok y X. Grabar videos con una versión de populismo más positiva y prodemócratica es menos una cuestión de gusto que de necesidad.

En los últimos dos siglos, la clase trabajadora ha sido un actor fundamental en la formación de democracias liberales, promoviendo el voto universal, la creación de programas sociales y otras políticas que han extendido el bienestar económico y han sido sostén de la estabilidad política.

En tiempos de agitación como el actual, los partidos de centroizquierda tienen que asegurarse de que los votantes obreros puedan hallar un hogar en ellos.

Esto implica cortejarlos mediante un esfuerzo organizado, cuyo primer paso es tomarse en serio sus preocupaciones e ir a encontrarse con ellos allí donde están.

Si no lo hacen, la extrema derecha seguirá explotando el malestar de los trabajadores para impulsar su agenda antidemocrática.

Bartosz M. Rydlinski es profesor asistente de Ciencias Políticas en la Universidad Cardenal Stefan Wyszynski (Varsovia).

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