El amor y sus lenguajes
El conocimiento es virtud, y solo si se ama se puede hacer el bien.
Sócrates
«¡Tú ya no me amas!», le grita ella con ojos llorosos, y él, paralizado de la sorpresa, deposita en la mesa la compra de la semana y se sienta a escuchar la avalancha de reclamos que de seguro acompañarán esa afirmación: otra vez le reprocha la falta de delicadeza fuera de la cama y sus insípidas expresiones, cosa que la abochorna cuando sus amigas cuentan sus propias peripecias románticas y ella debe callar.
Él suspira y mira por la ventana (la misma que reparó y pintó hace dos días, al llegar del trabajo). Intenta asimilar lo que le dice, o más bien adivinar lo que no dice detrás de esos regaños, a su juicio banales: «¿Te cambiaste el peinado? La ropa te queda bien… ¿Vas a algún lado con los niños? ¿Necesitas dinero?».
Días después escribe a nuestra página: la esposa sigue sin hablarle y él no tiene idea de lo que pueda estar pensando. Así ha sido en la última década, y con pesar reconoce estar a punto de rendirse, porque por mucho que se esfuerza por demostrarle su afecto, ella reclama siempre más.
Dime cómo amas
El caso nos remite al libro Los cinco lenguajes del amor, del sicólogo estadounidense Gary Charman. Según este autor, muchas dificultades en las relaciones humanas están dadas porque una de las partes, o ambas, no se sienten amadas, comprendidas, valoradas… y cuando indagamos, no es falta de amor, sino que hablan diferentes idiomas afectivos.
A veces basta con detenerse a «escuchar» la forma en que la pareja manifiesta interés con más frecuencia y comodidad para valorar en serio cuánto le importamos. Si te limitas a medir por tu propio rasero, tal vez juzgues de manera inadecuada los sentimientos ajenos y pierdas una relación valiosa, como ocurre con el caso descrito.
El lenguaje emocional del lector no es el de las palabras de afirmación, como pretende su esposa. Su amor se expresa en servicios, o en regalos: gestos silenciosos para garantizar seguridad material o complacer antojos palpables.
Ninguno es mejor lenguaje que los demás (faltarían tiempo de calidad y contacto físico). Una buena inteligencia emocional permite usarlos e interpretarlos todos, pero suele haber uno o dos primarios y es bueno identificarlos sin prejuiciar.
Sería muy provechoso usar este conocimiento para amar y amarnos, y así aumentar nuestro estado de paz y realización en el marco de las relaciones con uno mismo y con el entorno de nuestros seres queridos.
También ayuda a entender, por ejemplo, cuánto puede afectar a una persona cuyo lenguaje sea el toque físico el más mínimo maltrato; o no recibir cuidados y atenciones una persona que privilegia el servicio como muestra de amor.
Si tu lenguaje son las palabras de afirmación, duelen mucho las burlas, humillaciones o que te ignoren; si regalar es tu placer, molesta que te reprochen cuando te das un gusto, o que pasen fechas especiales sin
recibir algo de quienes amas; y si te expresas a través del tiempo juntos, el abandono en momentos cruciales es la peor muestra de desamor.
Las terapias familiares y de pareja demuestran que muchos casos se salvan cuando llegan a conocerse a sí mismos y a quienes aman, y se esfuerzan por apreciar «su idioma». Mejor aún si lo usas con intención para agradarle, porque el principal es el primero que brota, pero no es excluyente.
Aunque cada tipología tiene su propia «gramática», el código común es el amor, y la gente capta el esfuerzo auténtico para comunicarlo, sin juzgar ni manipular las expresiones emocionales, dejando claros los límites en cada ocasión.
Si te parece difícil, piensa en esas parejas de diversos países que se entienden con miradas o gestos al principio, pero ambos ponen en comunicarse el mejor empeño, sin dar nada por sabido y a la vuelta de los años son bilingües.
A lo que no sobrevive ninguna relación es al desinterés. La necesidad de sentirse importante y que fluya el cariño es infinita y constante. Nunca se dice demasiado si se habla de amor, acompañado de gratitud y reciprocidad.
También hay días y días. En las crisis personales es cuando más necesitamos que la gente nos ame en nuestro propio lenguaje. Para una persona física, un abrazo empático dice más que un pésame; y para alguien servicial, un problema resuelto motiva más la reconciliación que un ramo de flores.
Si tienes dudaS sobre tu lenguaje predominante, analiza: Cuando sueñas tu pareja ideal, ¿cómo te expresa amor? Cuando te enamoras, ¿de qué modo lo demuestras? ¿En qué consisten tus reclamos más frecuentes a tus seres queridos, y de sus gestos habituales o infrecuentes, cuáles te hacen más feliz?
Del mismo modo puedes encontrar el lenguaje de la gente que te importa. Si llevas tiempo sin pareja, empieza por recordar esos detalles en ti para que tengas expectativas realistas, y habla del tema con las personas que te atraigan desde el principio. Así evitarás malentendidos.
Lenguajes y señales
¿Cómo saber tus lenguajes de amor y tus carencias? Presta atención a lo que te nace hacer y a las demandas más frecuentes de tus seres queridos.
Palabras de afirmación: expresas cariño verbalmente y eso produce un efecto positivo en la otra persona, aumenta en ambos la autoestima, la seguridad y el bienestar. Sabes que falla si te reprochan algo como: «Nunca me dices nada agradable».
Regalos: sobre todo elaborados por ti o comprados con esfuerzo. Disfrutas desde la idea hasta la entrega, y solo esperas una sonrisa de satisfacción. Presta atención si te dicen: «Nunca tienes un detalle conmigo».
Actos de servicio: atender las necesidades ajenas o hacer favores te resulta agradable, sin obligación, solo por ver felices o aliviados a otros. No lo practicas bien si a menudo reclaman: «Te lo he pedido mil veces y no me complaces».
Toque físico: cualquier contacto corporal te hace sentir seguro y feliz, ya sea abrazos, caricias inocentes,
besos, masajes… Presta atención si te reprochan: «Ya ni siquiera me tomas de la mano».
Tiempo de calidad: disfrutas conversar, pasear, jugar, relajarse o hacer tareas juntos, sin prisas ni distracciones, y estás presente en sus buenos y malos momentos. Alerta si el reproche es: «Nunca tienes tiempo para mí o la familia».