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México-EU

La relación de estos países inicia una nueva etapa. La contundencia histórica de las urnas electorales de ambas naciones puede ser simple coincidencia o bien sincronicidad. Cada pueblo señaló claramente sus demandas y dio a sus dirigentes la fuerza necesaria para lograrlas.

Este fenómeno no es ajeno a la normalidad política interna de cada nación. La verdadera complejidad surge de la intensificación de la vecindad y de los vínculos conexos entre ellas. Complejidad que se revela en los mensajes emitidos por Trump al formar su gabinete, designar a su embajador en México y anticipar su política arancelaria.

He leído reflexiones que pretenden calificar los anuncios republicanos como estrategias viejas –y por ende conocidas– de meras negociaciones, que de una u otra forma se tendrán que resolver “como se han resuelto siempre”.

Esa es una posible interpretación. Otra es que, así como en México la Cuarta Transformación implica una reconfiguración de las reglas del juego, esta segunda etapa de Trump podría significar una revolución en áreas como migración, seguridad y crecimiento económico, todo bajo una visión más centrada en el beneficio interno, claramente distinta de la política pública que implementó durante su primer mandato.

En su Teoría del Desarrollo Integral, Ken Wilber señala que todas las personas iniciamos en una supervivencia egocéntrica para satisfacer lo básico. Después, buscamos dominar el entorno y prevenir riesgos; aquí el individuo —todavía con un enfoque personal— se reconoce en la pertenencia comunitaria. Finalmente, evolucionamos hacia la empatía y comprensión ajena, entendiéndonos como parte del engranaje que se desarrolla en cooperación y sinergia. Esta teoría perfectamente se replica en lo familiar, lo social, lo político y en lo diplomático; esto es, en los grupos sociales habrá conductas egocéntricas-independientes y habrá relaciones interdependientes.

La pregunta aquí es si México y Estados Unidos pueden ser interdependientes y con ello lograr sus propósitos al interior. Esto, reconociendo la soberanía de ambas naciones, así como sus necesidades y riquezas individuales. Para mí no hay blancos ni negros, por ello, dependiendo la finalidad, podremos hablar de autonomía o de sinergia.

En México, por ejemplo, la reforma judicial ha sido cuestionada por actores políticos y económicos estadounidenses, a pesar de que ellos mismos cuentan con un sistema de elecciones judiciales. Sin embargo, dichos cuestionamientos no han impedido que nuestro país continúe con la democratización del único de los tres Poderes de la Unión que no está sujeto a la injerencia de la ciudadanía. Así, se resalta la independencia y soberanía nacional.

Por otro lado, es inevitable que la seguridad y el tráfico de drogas sean temas clave que requieren esfuerzos conjuntos. En este sentido, la administración de Sheinbaum ha logrado buenos resultados con la Estrategia Nacional de Seguridad. Estoy convencida de que las detenciones y los decomisos de fentanilo, en proporciones sin precedentes, no han pasado desapercibidos para la próxima administración del presidente Trump. Entonces, la colaboración entre ambos países puede generar beneficios inconmensurables para sus poblaciones.

El comercio será el tema de mayores claroscuros. Si bien para algunos actores norteamericanos los beneficios de nuestra interconexión económica parecieran ser insuficientes, lo cierto es que tendremos que esperar para ver si las demandas de éxito que buscan nuestros vecinos del norte se pueden ver satisfechas con una economía cerrada; o, si los lazos que hoy sostienen la relación bilateral lograrán una ecuación benéfica para la región.

Así, con encuentros y diferencias, lo crucial es que ambos países mantengan una comunicación abierta y respetuosa de sus propósitos internos e independientes, reconociendo la interconexión y la sinergia entre ellos. El punto de encuentro no radica en la dependencia, sino en identificar áreas de autonomía y otras de colaboración.

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