'Alegría', del Circo del Sol: catarata de belleza, emoción y poesía
Cuando, hace un cuarto de siglo, el Circo del Sol visitó Madrid por primera vez, casi nadie asociaba al espectáculo circense las palabras belleza, poesía, ternura... Cualidades que llevaba cosidas ‘ Alegría’ , la primera cita de la compañía canadiense con el público español, con el que inició desde entonces un idilio inquebrantable. El Circo del Sol ha recuperado aquel emblemático espectáculo, con el que comenzó su despegue y con el que sentó las bases del nuevo arte circense ; un arte que aúna teatro y circo, que viste de fantasía los deslumbrantes y asombrosos números acrobáticos, contorsionistas, los vuelos en trapecio... Incluso el humor, tantas veces naïf, de los payasos. Estos conforman la columna vertebral de la nueva versión de ‘Alegría’, subtitulada ‘ Bajo una nueva luz ’, que tras visitar Málaga, Alicante y Sevilla acaba de desembarcar en Madrid. ‘Alegría’, hay que decirlo en primer lugar, ofrece al espectador una imaginativa y exuberante catarata de imágenes, de sensaciones, de emociones. Es un espectáculo en el que todos los elementos tecnológicos, artísticos, humanos... se funden para conseguir una unidad Quienes hayan visto otros trabajos del Circo del Sol encontrarán en este ‘Alegría’ pocas sorpresas, pero admirarán su soñador y barroco vestuario, su envolvente música –cuando suenan los primeros compases de la canción ‘Alegría’ el público se une a los intérpretes–, sus pasmosos números circenses, su humor entre tierno e infantil –asombra cómo gags tan simples pueden generar tanta diversión, aunque la profusión de las escenas de payasos lastre, y es la única pega que se le puede poner, el equilibrio del espectáculo–, su precisión tanto escénica como técnica... El resultado es un espectáculo de una belleza arrebatadora. Lo enhebra un levísimo hilo argumental, que es el principal enganche con el original ‘Alegría’. En un reino que ha perdido a su Rey, el bufón de la corte, el señor Fleur , intenta torpemente hacerse con el trono, mientras en la calle surge un creciente deseo de cambio para desafiar el ‘statu quo’ y traer alegría al mundo. Dos clowns, disparatados y absurdos (los interpretan dos españoles, Pablo Gomis y Pablo Bermejo ), son junto a Fleur los personajes que engarzan los números circenses con una historia de amistad llena de ternura y candidez, y protagonizan uno de los momentos más impactantes y emblemáticos de ‘Alegría’; la tormenta de nieve, que creó el payaso ruso Slava Polunin. Barras acrobáticas, rueda Cyr (un gran anillo en el que se integra el intérprete), trapecio sincronizado, cuchillos de fuego, telas aéreas, hula hoop, ‘power track’ (frenéticos saltos sobre trampolines entrelazados), equilibrio sobre manos y contorsionismo son, junto al deslumbrante número final de trapecio volant e –sin duda, el momento más espectacular del espectáculo, con vuelos y ejercicios que quitan la respiración y provocan espontáneos suspiros en el público–, los distintos actos que componen ‘Alegría’. No se sabe si admira más la precisión y la perfección técnica con la que están ejecutados o la exactitud con la que todo está encajado. El arte circense debe mucho, sin ninguna duda, al Circo del Sol (o Cirque du Soleil , como les gusta a sus creadores que se diga), que lo ha transformado completamente, que le dio carta de naturaleza teatral y un nuevo impulso escénico. ‘Alegría’ resultó fundamental para ello, y esta nueva versión es una estupenda ocasión para reencontrarse con este arte fascinante e hipnótico.