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‘La lucha contra el racismo tiene mucho por delante’

José Antonio Aguilar nació en una familia de origen indígena por ambos lados, inmersa en un proceso de amestizamiento. Su padre, ingeniero mecánico, fue el primer universitario en su familia y también el primero que consiguió un empleo con seguridad social. Éste constituyó un cambio radical para los Aguilar, dueños de una pequeña empresa acerera. Las sobremesas, durante las que se hablaba de política y se criticaba al PRI y a su gobierno, despertó en su hijo mayor una atracción por la justicia social y los derechos humanos.

Aguilar era bueno para los estudios y obtuvo una beca para estudiar economía en el ITAM. Además de la economía política, le interesaban las cuestiones relacionadas con la pobreza y la desigualdad. “Pensaba en la forma de revertir estas estructuras sociales”.

Después de graduarse, pasó un año buscando trabajo. “Me bateaban después de las entrevistas y a mis compañeros les iba muy bien. Era extraño”. Trabajó durante un año en el SAT, pero su “cosquilla comunicativa” lo hizo renunciar en 2005, para lanzar la primera revista abiertamente LGBT de México, OHM. Lo hizo un año después, una vez que reunió el capital necesario. “No quería que fuera una revista marginal, un panfleto o que se regalara. Quería que se vendiera en todo el país”. Lo logró llevando figuras públicas a la portada, como Miguel Bosé, Gloria Trevi, Belinda y Gael García.

El equipo no entendió cabalmente la transición al mundo digital y OHM cerró en 2012. Por necesidad, Aguilar trabajó en el IMSS, en el área de pensiones. “Me soprendió para bien. Me gustaba mucho convivir con los pensionados”. Luego decidió estudiar una maestría para entender por qué no había logrado sostener la revista. Hizo un MBA en la Universidad de Essex, Inglaterra, y de regreso volvió brevemente al IMSS y después a la SEP, a innovación digital. “Pero traía cargando muchas anécdotas de racismo no sólo de Inglaterra, sino desde la familia, la escuela, el ámbito social, en la búsqueda de trabajo”.

-¿Cómo cuál?

-Un amigo y yo, colega de ITAM, aplicamos para entrar a un banco. Fuimos a la entrevista; parecían interesados, pero no me llamaron. Él pasó todos los filtros. Le dijeron que él sí se veía como banquero. Era alto, blanco y fresa. En México, el racismo está muy velado, nunca se da de frente. Uno sabe qué es, pero no tiene las herramientas para asegurarlo. Tuve otra en el Banco de México. La persona que me entrevistó no preguntó por mi tesis ni por mis calificaciones, sino a qué se dedicaba mi papá y si había viajado a Europa. Sentí que buscaba un perfil socioeconómico, no uno de capacidades. Inglaterra no es ni de cerca un ejemplo, pero al menos se habla de racismo abiertamente”.

“Durante años había negado cosas que me habían dolido… Había vivido racismo y me costó aceptarlo, y decidí tomar un diplomado de racismo y xenofobia (lo dirige hasta ahora la doctora Olivia Gall, una de las pioneras en el tema del racismo desde la perspectiva académica)”.

Aguilar se familiarizó con el cuerpo de estudio sobre el racismo, “no solamente en la población indígena, sino  en los procesos de reconocimiento del pueblo afromexicano”, y también con los estudios sobre pigmentocracia. Pensó que el tema se explicaría bien a través de un documental y dejó la SEP. Tomó un diplomado sobre cine documental y comenzó la escritura del guion, que tituló Racismo MX. Como preparación para el documental, Racismo MX tenía página web y redes sociales. “Para mi sorpresa, a finales de 2019 hubo mucho interés por el tema. Yo conocía a personas muy vocales como Tenoch Huerta, Maya Zapata y Genaro Lozano. Mónica Maccise, al frente del Conapred, propuso un debate con Chumel Torres, Tenoch Huerta y otras personalidades para debatir si existía o no el racismo en México”.

Racismo MX y otros protestaron por la participación de Torres, “que había caído en muchísimas narrativas racistas”. No les parecía el personaje ideóneo para debatir si existía racismo en México. La presión que ejercieron y el momento político (Chumel Torres había ofendido al hijo del presidente e incluso su esposa, Beatriz Gutiérrez Muller, reprobó la invitación al comediante) llevaron a Conapred a cancelarlo”.

Huerta y Torres siguieron adelante con la organización del debate y el primero le pidió a Aguilar que se transmitiera por su canal de YouTube. Él accedió, “siempre y cuando Chumel contribuyera contándonos, por ejemplo, cómo son esos procesos de creatividad para que acabes contando bromas racistas, así que le cambiamos el nombre y le pusimos El racismo no es un chiste, e invitamos a otros especialistas. De acuerdo con las estadísticas, fue una de las transmisiones más vistas durante la pandemia”.

En 2020, Aguilar recibió una beca de Imcine para el desarrollo de su documental, pero la pandemia lo obligó a dar un giro, “y ahí empezó ya la historia de Racismo MX, pero como organización de la sociedad civil”.

Racismo MX se abrió a la comunicación y a la educación. Al inicio, ofrecía cursos y talleres a empresas, fundaciones y a algunas instancias del gobierno. A la fecha, también realiza litigio estratégico, campañas y cambio de normativas.

-¿Cómo ha cambiado la conciencia sobre la existencia del racismo en México en los últimos años?

-Desafortunadamente, se eleva la conciencia por eventos como una violación grave de derechos humanos o un crimen. También sucede que Chumel o algún otro personaje dice algo que se vuelve trending topic. Son nodos comunicacionales los que mueven el tema. Sí hay más conciencia, sobre todo en el círculo rojo, pero no es algo generalizado; todavía nos falta avanzar y no tanto en el tema opinión pública, sino en cuanto a políticas públicas. López Obrador puso el tema sobre la mesa, ya es parte del grito del 16 de septiembre “muera el racismo”, pero falta traducirlo en cambios reales en la vida de las personas.

Este año, el secretario general de Naciones Unidas nombró a Aguilar como uno de los seis expertos independientes sobre racismo. Como tal, opina: “Como hombre moreno, mestizo entre comillas, que ha vivido situaciones de racismo muy dolorosas, mi experiencia no se acerca ni poco a lo que una mujer indígena puede vivir, no sólo los actos de discriminación del día a día, sino agravios como el despojo territorial, el despojo de su lengua o violencia física. Nos falta progresar más. La lucha contra el racismo tiene mucho por delante”.

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