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La ONU pide justicia y no "venganza" tras la caída de Al Asad en Siria

El enviado de la ONU para Siria, Geir Pedersen, llamó este domingo a enviar ayuda humanitaria y pidió evitar actos de "venganza" tras la caída de Bashar al Asad, derrocado por una alianza liderada por un grupo islamista.

"Debemos garantizar que Siria reciba una ayuda humanitaria inmediata para la población y para todos los refugiados que desean regresar", tras más de medio siglo en el poder de la dinastía al Asad, declaró Pedersen en Damasco.

El enviado de la ONU es el primer alto cargo del organismo internacional que visita el país desde la huida de al Asad a Rusia. Desde la capital, pidió también la creación de un sistema de justicia "fiable".

Aún se desconoce si el emisario de la ONU se reunirá con Abu Mohamad al Jolani, el jefe del grupo islamista Hayat Tahrir al Sham (HTS), que lideró la coalición rebelde que derrocó al régimen el 8 de diciembre.

Los rebeldes tomaron Damasco tras una ofensiva relámpago de 11 días.

Los nuevos dirigentes de Siria afrontan ahora el desafío de tranquilizar a la comunidad internacional, mientras la población sigue conmocionada por duros testimonios de tortura bajo el anterior gobierno.

El nuevo primer ministro interino, Mohamad al Bashir, prometió un "Estado de derecho".

La mayor preocupación es el pasado yihadista del grupo sunita HTS (Organización para la Liberación del Levante).

Y Aunque Al Jolani se distanció de organizaciones como Al Qaida, se deshizo de su turbante, remozó su larga barba y moderó su discurso, el grupo sigue clasificado como una organización "terrorista" por varias potencias occidentales, empezando por Estados Unidos.

- EEUU en contacto con HTS -

Pedersen pidió esta semana que la transición fuese "inclusiva" para evitar una "nueva guerra civil" en un país multiétnico y multiconfesional.

El jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken, afirmó el sábado que Washington estableció un "contacto directo" con HTS, en parte porque las autoridades quieren encontrar a Austin Tice, un periodista estadounidense secuestrado en 2012 en Siria.

La caída de Al Asad impulsó el regreso de muchos exiliados por el conflicto que estalló en 2011, cuando el gobierno reprimió una ola de protestas pacíficas.

La guerra, que dejó más de medio millón de muertos, obligó a millones de personas a abandonar sus hogares.

Al menos 7.600 sirios volvieron a su país desde Turquía entre el 9 y el 13 de diciembre, informaron las autoridades turcas.

El ministro turco de Defensa, Yasar Güler, indicó el domingo que su país estaba dispuesto a suministrar ayuda militar a Siria si el nuevo gobierno se lo pidiese.

El nuevo ejecutivo, subrayó el ministro, se comprometió a "respetar todas las instituciones gubernamentales, las Naciones Unidas y las otras organizaciones internacionales".

También prometió informar de cualquier rastro de armas químicas a la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), añadió.

- "Se nos salían los huesos de la carne" -

Con la vuelta a la normalidad, los sirios enfrentan un descalabro económico por el impacto de casi 14 años de guerra y los efectos de las sanciones internacionales.

"Necesitamos que el zoco vuelva a funcionar rápidamente", afirmó Amjad Sanduq, un tendero de Hamidiyé, en la ciudad vieja de Damasco. "El régimen cayó, pero el Estado no, gracias a Dios".

Decenas de estudiantes con uniforme escolar volvieron el domingo a clases en la capital. En la entrada de la Universidad de Damasco, dos estudiantes colocaron la bandera de tres estrellas rojas, símbolo de la oposición a Al Asad.

Pero los sirios también se enfrentan a testimonios desgarradores, que ilustran la ruda represión que sufrió el país durante el gobierno de Al Asad, en el poder desde el año 2000 tras suceder a su padre Hafez.

Durante la fulgurante ofensiva que comenzó el 27 de noviembre, los rebeldes avanzaron desde su bastión en Idlib hasta la capital.

A su paso liberaron a los presos de las cárceles, revelando que los prisioneros soportaron condiciones inhumanas, tortura y detención en celdas subterráneas, algunos durante décadas.

Miles de personas recorren las prisiones de todo el país en busca de información sobre el paradero de sus familiares desaparecidos, con la esperanza de encontrarlos vivos.

El periodista Mohamed Darwich, de 34 años, regresó al centro de detención "Rama de Palestina", gestionado por los servicios de inteligencia en Damasco, donde estuvo recluido 120 días.

Darwich relató que los interrogatorios duraban todo el día y que un joven turco que estaba preso se volvió "loco" por las golpizas.

"Esta celda fue testigo de muchas tragedias", declaró a AFP.

Mehmet Ertürk, encarcelado por acusaciones de contrabando, también pasó parte de los cerca de 20 años que estuvo preso en esta cárcel.

"Se nos salían los huesos de la carne cuando nos golpeaban las muñecas con martillo", cuenta este turco de 53 años, que regresó a su país tras ser liberado.

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