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Ramón Pajuelo: “Este es un autoritarismo que muestra muy bien la descomposición del país”

Ramón Pajuelo, investigador del Instituto de Estudios Peruanos, ha publicado “La rebelión de la realidad: crisis, descomposición política y estallido en el Perú (2016-2024)” (La Siniestra), libro que reúne crónicas y ensayos en el que aporta pistas para tratar de comprender la actual crisis de carácter múltiple y ofrece posibles salidas del laberinto.  

En junio de 2023 escribió que el actual Gobierno no es una dictadura clásica como las del Siglo XX ni una copia del fujimorismo, sino un autoritarismo cuyos rasgos y alcances podremos apreciar en su cabalidad en el futuro. Ha pasado año y medio desde ese diagnóstico. ¿Frente a qué clase de régimen estamos?

Se confirma la idea de que estamos frente a una nueva forma de autoritarismo a diferencia de los autoritarismos militares latinoamericanos de la segunda mitad del Siglo XX. Es un autoritarismo que proviene de la descomposición del sistema político de representación, de muy baja monta en ese sentido, cuyo único objetivo es estar encima del poder. No tiene un proyecto, no expresa una articulación real de intereses sociales y políticos y no es más que una pieza de recambio funcional de intereses inmediatos de algunos actores encaramados en el Parlamento y en otros sectores privados que expresan, en su conjunto, el enorme deterioro del país. Este es un autoritarismo que muestra muy bien la descomposición del país.

¿A qué se refiere con autoritarismo de poca monta? ¿Sin sustancia, sin fondo?

No tiene fondo ni altura. La propia catadura de la presidenta lo muestra. La de Boluarte es una gestión con muy poco horizonte. Salió de un Gobierno electo que representó una alternativa de transformación social y política en el país y que estuvo bastante lejos de esa promesa. Pero la señora Boluarte terminó siendo la pieza útil para una voltereta en el poder. No tiene en realidad la sartén por el mango en términos del manejo del poder real en el país.

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¿Quién maneja el poder según su lectura?

No hay un solo actor. Es un momento de descomposición política muy fuerte. El libro lo que hace es tratar de situar algunos elementos a partir de reunir varios trabajos y reflexionar sobre la complejidad histórica de la crisis del Perú. Se observa al régimen de Dina Boluarte como resultado de esa descomposición.

Dice que la crisis es múltiple y revela las dificultades del modelo neoliberal. ¿Por qué?

La crisis es muy profunda y une un montón de factores. Se ha hablado bastante de la crisis política que reventó el 2016 y que nos conduce a pensar solamente en partidos y en el sistema de representación. El libro propone que aquella se sitúa más bien en una crisis histórica del orden neoliberal, un modelo de desarrollo, de Estado y de dominación que se instaló en el Perú desde los noventa. Es también un modelo de desarrollo que, en términos económicos, logró resultados esperanzadores en el sentido de dinamizar económicamente al país. Hasta ahora se sigue manteniendo un discurso de éxito neoliberal pero que, en realidad, ya no está respaldado por las cifras. Esta crisis neoliberal es una crisis de hegemonía.

¿Se encuentra en discusión la hegemonía neoliberal?

El orden de hegemonía neoliberal transformó el modelo de desarrollo y acumulación que se había creado en las décadas previas del Siglo XX y eso es lo que entró en crisis. Parte de esta es la descomposición del conjunto del sistema de partidos, de los movimientos sociales. El Gobierno de Castillo y el de Boluarte después son resultados de esa crisis.

¿Cuáles serían las razones históricas de esta crisis tan profunda?

Son varios factores, en realidad. El libro propone que se trata de una crisis que revela las dificultades de construcción de un orden nacional y democrático en el largo plazo, desde la creación del Estado republicano desde inicios del Siglo XIX. Es un Estado creado sobre una base de dominación étnica que continúa en el país. Las declaraciones del ministro de Educación (Morgan Quero) sobre las niñas awajún revela muy bien eso. Es un Estado montado sobre el desprecio, sobre la supuesta inferioridad de los indígenas, de aquellos considerados diferentes desde las alturas de Lima. Pero no sólo diferentes sino inferiores y descartables. Lo vemos con los muertos del Gobierno de Boluarte. Hay un desfase entre un Estado y un orden teóricamente democrático construido desde arriba y una realidad que siempre va por otro lado.

A propósito de esta crisis del modelo neoliberal, hay una permanente referencia desde los diferentes Gobiernos –el actual no es la excepción– al crecimiento económico. La propia Boluarte reclamó en su último mensaje que no se destacara eso. Es importante mantener una inflación acotada, que el sol se mantenga estable, entre otras cosas, pero, ¿a veces no da la impresión de que eso es lo único que importara para quienes ejercen el poder?

Es que parte del modelo neoliberal es un discurso neoliberal que insiste en su éxito. El componente macroeconómico es necesario y, sin embargo, ese discurso está bastante lejos de lo que viene ocurriendo. Este es un país de éxito neoliberal en el que tenemos niveles de pobreza alucinantes que se han terminado de revelar desde la pandemia, con niveles alarmantes de deterioro social, de desnutrición, de problemas de salud de distinto tipo en nuestra infancia, de servicios sociales muy malos.

Las bases del estallido social de diciembre 2022 fueron las comunidades campesinas e indígenas. La estrategia del Gobierno entonces fue el terruqueo para justificar la violencia. Recientemente Morgan Quero llamó ratas a las víctimas. Desde el discurso oficial, ¿se ha instaurado un régimen de exclusión?

Claro que sí. Este es un régimen político que prolonga la exclusión histórica existente en el Perú, útil a los intereses de sectores de derecha y ultraderecha y de poder económico que ahora están muy callados porque les interesa que continúen las cosas así. Es un régimen que decidió disparar contra ciudadanos movilizados para protestar por un cambio político y que ha convertido esos disparos en insultos. El vocero de esa violencia verbal, que refleja muy bien el carácter autoritario del Gobierno, es Morgan Quero. No solo eso, Quero es el vocero de la descomposición de la propia inteligencia en el Perú. Él es un académico, un científico social que viene cometiendo esas pachotadas que no reflejan, en mi opinión, simples deslices…

¿Reflejan un modo de pensar?

Así es, un modo de pensar, de ser, de instalarse en la escena pública y de actuar cuando se tiene poder. Representa, además, la derrota de toda una forma de pensamiento que proviene en parte de las ciencias sociales. Es una vergüenza para las ciencias sociales en el país. Lo que acaba de decir no puede leerse sino como una expresión verbal del carácter profundo de este régimen autoritario, chato y mediocre, encaramado sobre el poder, con nada de legitimidad, con nada de respaldo y sosteniéndose sobre la hipocresía de los sectores de poder que mantienen allí a una presidenta a la cual ni quieren ni respetan. Simplemente les sirve para sus intereses inmediatos.

No sé si exagero con la pregunta, pero, ¿cuál es el futuro de los movimientos sociales en el Perú?

No exagera. Uno de los hilos del libro es la formación de los movimientos sociales y su trayectoria. A lo largo del Siglo XX se formó en el Perú un movimiento social nacional que entró en crisis entre la violencia y la crisis económica y luego terminó de ser destruido por el orden neoliberal y el fujimorismo. Si bien hay un deterioro de la representación social, que incluye las formas de organización, articulación y expresión, la crisis y la descomposición política han terminado de producir un estallido de esa sociedad profundamente deteriorada. Su pregunta que mira hacia el futuro puede contestarse: alguna salida tiene que haber, alguna forma de renovación de la representación política. Eso es lo que se ha rebelado en el país. Y es una rebelión que no apunta solamente a cambiar un régimen o a cambiar el rostro de una presidenta, apunta a reclamos de fondo: el modo de construir el Estado, ciudadanía, democracia e igualdad. Ni siquiera hablo de igualdad política, sino de igualdad humana, como personas que tienen derecho a una vida digna, al respeto por parte del Estado, a sentirse miembros de una comunidad política. Esos asuntos de fondo salieron en el estallido.

Recuerdo que desde el poder político y mediático se cuestionaba que las movilizaciones fueran para reclamar derechos políticos. No concebían que no hubiese exigencias por servicios como una mejor salud o educación. De ahí, que, según esta mirada, los manifestantes estuviesen manipulados. ¿Qué piensa?

En efecto. Fue una movilización enteramente política que, desde las alturas del poder, fue vista de manera subvalorada. Eso refleja un viejo desprecio de origen colonial y racista que conduce a mirar a las personas que se movilizan como manipuladas por otros, que no tienen cabeza para pensar por ellos mismos, como ignorantes e inferiores. Esa mirada profundamente racista es la que se refleja en el régimen de Boluarte y no resulta raro porque, a pesar de hablar quechua, es una presidenta misti. No es quechua, indígena, de origen popular. Ella expresa muy bien el desprecio de los mistis hacia los indios.

Cuando habla de que tiene que haber alguna forma de renovación de la representación política, imagino que se refiere a una que salga desde la sociedad misma. No creo que ponga muchas esperanzas en nuestros autodenominados representantes políticos, ¿o me equivoco?

Correcto, me refiero a una renovación que salga desde la propia sociedad, porque no puede salir de otro modo. Si esa renovación sale desde arriba, lo único que va a seguir generando son regímenes autoritarios carentes de legitimidad política. Lo que vemos en el Perú es una rebelión de la realidad. A pesar de la vida social completamente deteriorada por el orden neoliberal, hay una sociedad que está dejando ver a actores y organizaciones que apuntan hacia otra cosa, hacia un viejo reclamo, de democracia, igualdad y desarrollo. Mire lo que ocurrió con el bicentenario.

¿A qué se refiere?

Yo estoy en Ayacucho. Frente al bicentenario absolutamente mediocre de Boluarte hay otro bicentenario, el de la gente con sus expectativas de celebrar la promesa de un Perú republicano y democrático. Es un bicentenario de familias enteras de distintos lugares que fueron a mirar la representación de la batalla en La Pampa y que estuvo totalmente desconectado de las ceremonias oficiales. No dejaron de expresar su rechazo al Gobierno, pero sí su adhesión a un proyecto de Nación para todos. Esa sociedad es la que tiene que expresarse políticamente en algún momento. Hay otro elemento que planteo en el libro que quisiera mencionar.

¿Cuál es?

Tiene que ver con el hecho de que el Perú es una sociedad de post violencia política. Tuvimos en el Perú miles de muertos y acabamos de tener decenas en el contexto de la crisis. La muerte y la violencia son elementos frente a los cuales tenemos que volver a agarrar horizontes democráticos que deben salir de la propia sociedad auto representada, de ninguna manera desde arriba, que es lo que se intenta hacer en estos momentos. Necesitamos un sistema de representación renovado que permita el juego democrático de las diferencias, el procesamiento de los conflictos y de los intereses. Con el Gobierno de Boluarte, el propio Estado ha roto los márgenes del orden democrático.

A punta de balas.

A punta de balas.

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