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La ignorancia es dicha

Imagina una sociedad en la cual las personas, por no saber o por no querer saber que existen cosas mejores, acepta como normales y juzga como buenas las que conoce. Bueno un poco es la referencia de este artículo; inspirado en un poema de hace más de dos siglos del poeta inglés Thomas Gray (1716-1771).

En uno de sus versos, el poema dice: “donde la ignorancia es dicha, es una locura ser sabio”. La pregunta circunscrita al momento que vivimos es por qué alguien podría querer que ignoremos que hay condiciones de vida más favorables a las que estamos viviendo en el país y que de hecho se podría estar mejor.

El 2 de diciembre pasado, el profesor de Humanidades de la Universidad de Columbia, Mark Lilla, publicó un ensayo en The New York Times con el título: “El sorprendente encanto de la ignorancia”. Este ensayo resume parte del contenido de un libro que Lilla próximamente estará publicando.

En su ensayo, el profesor Lilla plantea que hay momentos en la historia de la humanidad en donde la negación de verdades evidentes se impone y el deseo de mejor no saber también, probablemente, agrego por mi cuenta, una situación que se maximiza hoy por el efecto de las redes sociales.

Sobre este momento que vivimos, debe decirse que es muy particular pues convergen varias fuerzas de cambio global que hacen propicia esa “ignorancia que genera la dicha”. Por un lado, las personas, generalizo, pero existen excepciones, no hacen lectura reflexiva de lo que se vive, lo que está cambiando; por lo general prefieren el consumo de cortos en TikTok, Instagram, X o Facebook de uno a tres minutos sobre un tema y con eso se supone estar informados.

En segundo lugar, algunas redes sociales han llegado a todas las clases sociales y ello genera que sean un espacio ideal para diseminar y universalizar contenidos; sin necesidad de verificar las fuentes de información. En tercer lugar, en los últimos años ha tomado fuerza política en el mundo “el populismo”; ya sea de derecha o de izquierda, con una visión muy limitada o ausente del largo plazo. En cuarto lugar, estamos en un momento de inestabilidad política y geopolítica, y de condición climática del planeta que ofrece muchos escenarios distópicos.

Es posible que se puedan avistar otras señales que están dando su forma a lo que viene; sin embargo, con las indicadas parece quedar claro un panorama que respalda la tesis del profesor Lilla de por qué es mejor tratar de ignorar lo que está pasando. Yo le llamaría a ese efecto la “ignorancia por conveniencia”.

Normalización de situaciones

Mantener un pueblo costarricense satisfecho con la ignorancia hace que las personas normalicen muchas situaciones que resultan inaceptables. El tráfico vehicular que genera tantas pérdidas por tiempos muertos y consumo de combustible, la proliferación diaria de homicidios violentos, la incidencia del narcotráfico en la vida de las personas, las listas de espera en los hospitales, sobrecostos en obras que se construyen, corrupción en instituciones públicas y los poderes públicos, fuga de especialistas, entre otros.

La táctica es controlar la información, inundando la mayor cantidad de espacios informativos y de difusión con posverdades sobre una serie de temas que crean una nube de confusión ante la cual la población prefiere no investigar y dejar las cosas en ese estado; ya sea porque el torbellino de la vida no les da oportunidad de averiguar o porque simplemente prefieren no saber; o incluso se inventan “memes” en una especie de evasión de la realidad.

Prefiero no saber ni preguntar qué pasa con las promesas de campaña de los gobiernos, le llamo “temporal” a fenómenos hidrometereológicos extremos que rompen récords de lluvias en el mundo o el país, veo en otros países nevadas históricas o una Dana (depresión aislada de niveles altos) en España, entre otros fenómenos y pienso que por dicha acá no cae nieve, o no se han generado Danas; pero que eso es normal en ciertos lugares.

Es necesario aclarar que este tipo de ignorancia no tiene que ver con niveles de alfabetización o condición socioeconómica o lugar de residencia; ni tampoco es un atributo peyorativo de la sociedad en que vivimos; es básicamente una reacción societal que expresa el cansancio, pérdida de interés por el largo plazo, pérdida de confianza en los movimientos políticos, un consumo hedonista y desmedido del presente y una suerte de impotencia ante los grandes cambios que deben promoverse.

Voces de alerta

Para el caso de nuestro país, varias voces han alertado que no somos el mismo país de antes y que indicadores clave como la desigualdad social lo expresan con contundencia; sin embargo, es una realidad que también se pretende ignorar. De la misma forma alegrarse porque aumenta el ingreso en ciertas zonas del país aunque no el empleo, nos deja como cómplices al pretender ignorar el fondo de lo que sucede.

Decía el profesor mexicano Calos de la Isla, que en algunas ocasiones, la ignorancia de los grandes problemas de los países se da, porque las soluciones a estos parecen utópicas; es decir la disminución de un problema como la desigualdad en Costa Rica, probablemente implique una transformación tan profunda que a la persona, organización o movimiento social que la planté lo acusaran de ser quimérico.

La “ignorancia es dicha” será posiblemente uno de los libros que más invite a la reflexión de nuestra sociedad, pues de la misma forma como se ignora lo trivial se podría ignorar lo profundo; por ejemplo, cerrar los ojos ante una democracia costarricense que se deteriora frente a actores políticos que han decidido concentrarse en sus intereses inmediatos.

El autor es doctor en gobierno y políticas públicas, y docente en la UNA y la UCR.

c.mora.montero@gmail.com

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