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Cerebro y educación

La comprensión de la realidad necesita de un “dualismo cognitivo”, afirma el filósofo británico Roger Scruton. Dos modos de conocimiento distintos pero paralelos. Ello me lleva a reflexionar sobre la importancia que tiene el complementar las distintas formas de pensar, sentir y comunicar. La percepción de la realidad puede tener versiones alternas. Lentes distintos.

Si queremos generar certidumbre en un ambiente incierto necesitamos competitividad y colaboración. Resolución y comunicación. Vigorosidad y asertividad. Necesitamos ser sistemáticos, pero también empáticos. Independientes e interdependientes. Racionales e intuitivos. Son precisamente las diferencias las que nos complementan y enriquecen. Nos dotan de un sano equilibrio para un desarrollo justo e integral.

A modo de ejemplo, en una mesa de negociación podemos encontrar a una persona que tiene un enfoque preciso y analítico. Goza de una visión lineal. Puede carecer de matices, generalizar y llegar a conclusiones rápidas y definitivas. Para llegar a acuerdos, a resoluciones necesitaremos una persona que sea flexible, abierta y sin prejuicios. Que no busque controlar una situación sino comprenderla. Que sepa matizar y ser consciente del contexto.

El psiquiatra británico Iain McGilchrist distingue cuatro portales principales de acceso al conocimiento: la atención, la percepción, la inteligencia -cognitiva, social y emocional- y la creatividad. Propone un nuevo paradigma cultural basado en lo que se puede aprender por medio de la ciencia y la razón en combinación con la intuición y la imaginación. Señala que ambas perspectivas, la del hemisferio izquierdo y derecho del cerebro, son vitales para nuestra supervivencia. Por su parte, la genética afirma que hombres y mujeres nacemos con el cerebro programado de modo diferente.

En palabras de Louann Brizendine, neuropsiquiatra de la Universidad de Columbia: “No existe un cerebro unisex. Si en nombre de la corrección política intentamos refutar la influencia de la biología en el cerebro, empezaremos a combatir nuestra propia naturaleza”. Estudios e investigaciones recientes demuestran la existencia de un diformismo sexual cerebral generado incluso antes del nacimiento.

Hombres y mujeres conocemos, pensamos y amamos de forma distinta. Tenemos ritmos de madurez distintos. El cerebro masculino está organizado de manera más compacta y eficiente para el procesamiento de información visual y espacial. Predomina en él el conocimiento abstracto. Lo masculino genera muchas alternativas que lo femenino logra evaluar muy bien por el predominio en la mujer del conocimiento experimental.

La mente de una mujer está dotada para un tipo de pensamiento holístico e integral. El del hombre es más lineal o consecutivo. Lo femenino tiende a la determinación de políticas. Lo masculino a la fijación de objetivos. A la hora de tomar decisiones, los hombres son analíticos y suelen basarse en procesos de cálculos, fórmula y deducción. La resolución femenina suele ser más elaborada, larga y equilibrada. La mujer puede pensar en media docena de cosas a un tiempo y planificarlas de forma coherente. Es muy organizada y eficaz porque, al ser madre muchas veces, sabe lo que es planificar cada instante. La creatividad, el detalle, la imaginación y la diferenciación son valores altamente cotizados y muy femeninos.

Un gran desafío para este siglo XXI es promover nuevos escenarios desde la educación para atender esta triada de igualdad, diferencia y complementariedad. La antropología, la psicología del desarrollo, la sociología y la neurociencia confirman este fundamento. El fracaso escolar es una preocupación de nuestro sistema educativo. Existe un fuerte componente sexual en dicho fracaso. Se manejan variables como edad, raza, nivel económico pero las diferencias entre el sexo masculino y femenino no se toman en cuenta.

Diferencia según género

La variable “sexo” es relevante en el ámbito educativo. Determinante, básica y esencial. Si la ignoramos no solucionaremos las altas cifras de fracaso y abandono escolar. Existen diferencias innatas en los cerebros femenino y masculino que les dotan de habilidades cognitivas diferentes. Ignorarlas en el aprendizaje de los niños y las niñas provocará frustración, incomprensión y fracaso escolar en último término de muchos jóvenes.

Expertos afirman que se debe buscar una interacción entre educadores y científicos cerebrales. En países desarrollados estas experiencias dan excelentes resultados prácticos. Como afirman Sarah Jayne Blakemore y Uta Firth, autoras del libro Cómo aprende el Cerebro, las claves para la Educación: “El conocimiento de cómo aprende el cerebro tendrá un gran impacto en la educación. Comprender los mecanismos cerebrales que subyacen al aprendizaje podría transformar las estrategias educativas y permitirnos idear programas que optimizaran el aprendizaje”.

Vivimos en una sociedad donde cada vez la esfera privada está más cerca de la esfera pública. Hombres y mujeres debemos conciliar asuntos de gran calibre en nuestros proyectos vitales. Debemos incidir en la educación de nuestros hijos y en políticas públicas que fortalezcan a la familia. A nuestra cultura plural. Pienso que un asunto de gran calibre es el alarmante invierno demográfico por el que atraviesa nuestro país. Definitivamente la educación tiene muchos asuntos que repensar.

hf@eecr.net

La autora es administradora de negocios.

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