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Valiente año nuevo, por Paula Távara

Tiempos aciagos estos para desear feliz Navidad y venturoso año nuevo. Tiempos de violencia, de inseguridad, de criminalidad en las calles y las instituciones.

Tiempos de recordar que decenas de familias peruanas conmemoran por estos días dos años de la pérdida de sus familias. Padres, hijos, hermanos que el gobierno de Dina Boluarte y sus secuaces nos quitaron. Y ese mismo gobierno respalda y entroniza a Morgan Quero, el deleznable Ministro de Educación que sin ápice de vergüenza se atrevió a llamarles ratas sin derechos a las víctimas de la matanzas. Infame es poco calificativo para quien habla de esa forma de ciudadanos y ciudadanas peruanas.

Difícil también pensar en una feliz Navidad para las mujeres que viven la violencia sexual y la trata de personas, la extorsión y la amenaza de personas con poder político que usaron sus cuerpos para burlar, una vez más, su rol de representación, para faltar la toda forma de ética de la función pública, para terminar de manchar y violentar todo por cuanto apostamos quienes seguimos creyendo en lo público y el Estado.

Ante semejantes circunstancias, ante tales agravios provenientes de Ejecutivo y Legislativo resulta muy difícil no indignarse. ¿Cómo es posible que el señor Quero siga en su cargo sin más? ¿Cómo podemos aceptar que en el congreso haya una red de trata y la respuesta institucional sea el silencio cómplice? ¿Realmente no podemos, no vamos, a hacer nada al respecto?

Es cierto que en el país llevamos años acostumbrándonos a que la Navidad y el año nuevo vengan cargados de ingratas noticias por parte de representantes y funcionarios públicos.

Preocupa, sin embargo, que año a año esa costumbre parezca haber llevado a anestesiar nuestra respuesta colectiva a esos agravios, que la indignación y la rabia que estas situaciones parecen convertirse ya solo en solo labios apretados y no en voz de protesta que muestre a aquellos que creen que pueden pasarnos por encima que no es así.

El año en que Pedro Pablo Kuczynski indultó ilegalmente a Alberto Fujimori en Navidad, miles salimos a marchar a las calles para rechazar semejante insulto. Lo mismo ocurrió cuando, la noche de año nuevo del 2018, Pedro Chávarry pretendió destituir a los fiscales del caso de lava jato. Grabados para la posteridad los abrazos de media noche de quienes en las calles defendieron en ese instante no a las personas, sino a lo que representaba esa investigación como esfuerzo de lucha contra la corrupción.

El 2020, no era Navidad pero era noviembre cuando cientos de miles de peruanos y peruanas, a pesar de la pandemia, salimos a las calles para protestar contra el intento de Manuel Merino y sus cómplices de hacerse con el gobierno de forma ilegítima e ilegal. A Inti Sotelo y Bryan Pintado los perdimos en esos días, pero su memoria sigue presente dando testimonio de la convicción con que nuestros jóvenes luchan por cambiar el rumbo del país.

Y hace dos años por estas fechas, miles de personas salieron a las calles en todo el país a reclamar un nuevo comienzo, a exigir que Boluarte escuchara el reclamo de que no les representaba y querían otras alternativas para salir de la crisis que arrastramos más de un lustro ya. Lo que recibieron fueron balas, cientos de balas y 50 muertos.

Y, sin embargo, aunque el saldo de ese último estallido pueda parecer en contra, aunque no se haya logrado cambiar el gobierno o destronar a sus cómplices, que más hoy ejercen el poder con tal desparpajo que se permite incluso convertir nuestras instituciones en chinganas y prostíbulos; lo cierto es que ese estallido existió y su triunfo es que hoy ejerzan ese poder entre cuatro paredes, que no puedan pisar la calle sin que alguien les muestre su desprecio, que tengan que seguir intentando borrar de la memoria, terruquear, llamarles ratas, a quienes les plantaron cara y les repudian.  

Este recuento de diciembres, así en plural, no pretende desmoralizarnos recordándonos cuántos años llevamos ya en este limbo de infinito de dolor y destrucción. Pretendo lo contrario, que recordemos que las más de las veces, en estas fechas, la esperanza venció y plantó cara, que ciudadanos y ciudadanos supimos responder, salir, pelear, exigir y convertir nuestra rabia y decepción en acción colectiva. Que supimos abrazarnos con desconocidos en las calles porque eso era la patria, seguir peleando juntos. Y eso era la Navidad y el año nuevo, una celebración de la promesa de que tiene que haber algo mejor.

Quiero desear que este año que empieza podamos recuperar esa fuerza y acción, que podamos alzar la voz y organizarnos para reconstruir y recuperar nuestro país. Nos jugamos los últimos tiempos preelectorales y es hora de que demostremos que no estamos dispuestos a regalarles nuestro futuro.

Quizás la esperanza sea muy difícil de mantener en estos tiempos, pero aun entonces cobra mayor fuerza la necesidad de valentía, tesón, arrojo. La necesidad de levantarnos, aunque parezca que no hay horizonte a la vista, para construir ese horizonte.

Nos deseo un valiente año nuevo, de encontrarnos en la calle y abrazarnos, de hacer frente a las mafias y en el que, incluso si perdemos una vez más, podamos levantarnos y seguir peleando.

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