Demetrio Fernández, 50 años como incansable herramienta de Dios
«A mí me tocó el Gordo», afirma sin vacilar al volver la vista atrás y referirse a que recibió la ordenación sacerdotal un 22 de diciembre , día del sorteo de la Lotería, cuarto domingo de Adviento, la fecha del cumpleaños de su padre y de su santo. En su memoria late como un «día feliz, frío con niebla desde la mañana en Toledo y hasta la tarde en Puente del Arzobispo, mi pueblo, donde celebré mi primera misa el mismo día de la ordenación. Ya estaba destinado en la parroquia del Buen Pastor, de Toledo». Hace medio siglo Demetrio Fernández quizá no imaginó que, tras recibir este sacramento de manos del Cardenal Marcelo González Martín en la Catedral de Toledo, terminaría recalando con el tiempo en la diócesis de Córdoba como obispo irradiando ese mismo carácter entusiasta para servir a los demás. «Disfruté mucho en aquella primera parroquia, en la que tenía mil niños de catequesis, 250 adolescentes de confirmación, y más de 200 catequistas. En el confesonario, tarea interminable , y además ocho colegios, que visitaba todas las semanas. Comunión a enfermos, grupo de jóvenes, la Acción Católica, y todos los días varias misas de exequias. Qué feliz he sido, ya desde aquellos primeros años de coadjutor», reconoce en su carta pastoral semanal. Cinco décadas después y a las puertas de cumplir 75 años de edad (el 15 de febrero de 2025), su forma de entender la entrega en su ministerio sigue siendo global. Tomó posesión al frente de la diócesis de Córdoba en marzo de 2010 para suceder a Juan José Asenjo . No cesa en sus visitas pastorales a las parroquias de Córdoba y de la provincia; atiende y da realce a las conmemoraciones de las devociones de mayor arraigo, con salidas extraordinarias de las hermandades, peregrinaciones, años jubilares y coronaciones. La Catedral es un templo abierto a todos los movimientos de la Iglesia. Él sintió la llamada de Dios siendo un niño, con sólo siete años, y a nadie se le escapa que siempre conecta muy bien con ellos, tiene la habilidad de saber ponerse a su nivel, y ellos agradecen mucho esa claridad con que les habla de su infancia, a veces con anécdotas. Con la juventud ha desplegado esa sintonía en múltiples ocasiones. En sus homilías y escritos no le tiembla la voz para defender la familia, la vida y la enseñanza religiosa, ni al denunciar las situaciones de pobreza extrema que se padecen en algunos barrios de la ciudad y en asentamientos. Su corazón misionero no pasa desapercibido, como prueba el impulso de la Misión en Picota, en Perú y sus viajes allí. Abre camino, así mismo, a la acción de los laicos en muchos ámbitos, y consciente de que las necesidades crecen, impulsa la construcción de nuevos templos. La historia devocional de Córdoba siempre ha estado muy presente para él, como los Santos Mártires. Su contribución en la difusión del magisterio de San Juan de Ávila y la estancia de este doctor de la Iglesia en Montilla ha sido muy profunda. En 1981 Demetrio Fernández contrajo una enfermedad incurable, pero un año después «fui curado milagrosamente», algo que le hizo ver que «mi vida era toda para el Señor». Como balance «de lo que Dios ha hecho a través de mí» señala la ordenación de 75 presbíteros en Córdoba, además de otros 15 en Tarazona , diocesanos y religiosos. «Ése es un momento culminante para el obispo. Y con ello los miles y miles de personas, niños, jóvenes, adultos y ancianos, cuyos ojos han brillado al predicarles y hablarles de Jesucristo». Los seminarios de Talavera de la Reina, Toledo y Palencia lo vieron formarse. Es maestro de Enseñanza Primaria y Doctor en Teología. En su extenso periplo sacerdotal se cuentan su paso por el Buen Pastor de Toledo, su puesto de rector del Seminari o de Santa Leocadia y el de párroco de la iglesia de Santo Tomé de Toledo, donde promovió la exhibición del famoso cuadro 'El entierro del Conde de Orgaz', de El Greco por ser una «oportunidad evangelizadora inmensa», según datos de la Diócesis de Córdoba . Escribió el libro 'Gonzalo Ruiz de Toledo, Señor de Orgaz', un acercamiento al notario mayor de Castilla retratado en ese lienzo. Fue nombrado obispo de Tarazona el 9 de diciembre de 2004 y recibió la ordenación episcopal en enero de 2005 en el Monasterio de Veruela-Tarazona. Tan sólo cinco años después, el 18 de febrero de 2010 recibió el nombramiento como obispo de Córdoba del Papa Benedicto XVI e inició su ministerio episcopal en la Silla de Osio el 20 de marzo de 2010. El saludo a la Diócesis de Córdoba fue una señal inequívoca de lo que impregnaría todas sus acciones y ha mantenido hasta el día de hoy: «He comenzado a quereros con toda mi alma, estoy deseando encontrarme con vosotros», avanzó. Desde entonces su leit motiv fue que todos «conozcan la belleza de la vida cristiana».