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Cantan gratis en cárceles, hospitales e iglesias y todos tienen más de 55 años

Han pasado más de cuatro años desde que Claudel Marín se pensionó y uno desde que encontró un lugar que lo hace muy feliz. A sus 65 años, reconoce que entre sus planes nunca estuvo dedicarle su tiempo libre a la música, pero la vida da muchas vueltas y ahora le emociona vestir su traje entero negro, con camisa blanca y corbata dorada para ir a cantar.

En el 2023 se enteró de que había audiciones para formar parte de un coro de adultos mayores en Moravia y, sin pensarlo mucho, decidió probar suerte. Para su sorpresa, le dijeron que su voz era de tenor y que en la agrupación ocupaban una persona con su perfil, pues era uno de los más difíciles de conseguir.

Ha pasado un año y hoy el Coro de Abuelitos es la mayor distracción y motivación que tiene Claudel, quien buscaba mantenerse ocupado.

“Me pareció que era una buena idea tener una opción para distraerme, porque yo perdí a mi hijo hace seis años y sabía que esto me podía ayudar a no pensar tanto en la casa y, a la vez, sabía que podía aportarle algo al grupo. Me acuerdo de que me decían que si yo tenía la opción de ir a cantar con ellos en los conciertos, que ese era un buen momento para participar y hacer a la gente reír, aplaudir y todo eso, especialmente en estos centros de ancianos, niños e iglesias”, detalla.

A lo largo de este año, Claudel no solo ha aprendido muchas canciones, sino que ahora entiende mejor la música, pues en el grupo “manejan técnicas” que le han permitido crecer como cantante.

Además, reconoce que la época navideña ha tomado un sentido especial, pues puede llevar villancicos a adultos mayores de diferentes centros de cuido del país y eso, de una u otra forma, llena el corazón.

Se quedó sin trabajo... y cumplió su sueño de Navidad

“Nuestras presentaciones tienen una gran misión. Llevar la voz de cada uno de nosotros a estos hogares es una experiencia muy bonita, porque uno aprovecha un poquito lo que uno tiene para dárselo a otros y eso a mí me marca mucho, también cuando uno llega a cantarle villancicos a los señores con una edad muy avanzada y con una capacidad de reacción muy baja, que no se muevan o ese tipo de cosas, pero al final uno sabe que lo ven o lo escuchan”, cuenta.

Junto a Claudel, otros 21 adultos mayores integran el Coro de Abuelitos, un grupo conformado, en su gran mayoría, por adultos mayores que viajan por diferentes partes del país, principalmente en la época navideña, haciendo presentaciones en hospitales, centros de cuido, hospicios de huérfanos e iglesias, entre otros.

El grupo surgió hace casi tres décadas, cuando Rocío Garro, quien por años fue docente de Educación Musical, invitó a los abuelitos de los estudiantes de la escuela en la que trabajaba para crear un coro. A aquella primera convocatoria llegaron 15 personas.

“La idea original del proyecto era crear un espacio recreativo. En realidad, era un proyecto sin mayores ambiciones a nivel musical, porque había cero conocimiento musical, cero técnica; es decir, nada de nada. Entonces, ellos llegaban, hacíamos un cafecito al finalizar los ensayos y, poco a poco, se convirtió en un espacio social, más que todo que para que tuvieran un lugar donde pertenecer”, detalla Garro.

Un coro con abuelitos muy emocionales

A lo largo de los años, la agrupación coral ha ido ganando experiencia y muchos recuerdos.

La temporada navideña es una de las más fuertes del año, pues tienen muchas presentaciones en el mes y, por ende, una de las que más anécdotas deja.

La profe Rocío, como le dicen de cariño los abuelitos, afirma que ha visto desde un señor en silla de ruedas que no habla, pero sonríe y disfruta en sus shows, hasta el momento en el que los recién nacidos de un área de maternidad del hospital San Juan de Dios dejan de llorar cuando los escuchan cantar.

“Hace unos años cantamos en el Hospital México y ya estábamos por terminar cuando un doctor se nos acercó para pedirnos que le cantáramos a la esposa que estaba muy mal ahí mismo. Entramos donde estaba y, empezamos a cantar Noche de paz, la señora abrió los ojos y enfocó a donde estábamos nosotros... El doctor lloraba y decía que no lo podía creer porque era la primera vez en semanas que mostraba un signo de vida y para nosotros fue muy fuerte también”, cuenta Garro.

Otra de las experiencias fue durante la visita a una cárcel. Recuerda que, en aquella ocasión, una de las señoras colocó un pie sobre un hormiguero y uno de los privados de libertad se le acercó y con mucho respeto le dijo que le iba a sacudir las hormigas del pie.

“Ellos (los privados de libertad) más bien agradecen que uno llegue a esos lugares, porque a la mayoría no les gusta ir a esos lugares. Yo les digo a ellos (los integrantes del grupo) que tal vez esa gente que está en la cárcel nunca ha visto la parte linda de la vida y que nosotros les vamos a recordar que hay algo más que todo eso que llevan dentro”, dice.

En otra ocasión, el coro tenía una presentación en el hospital psiquiátrico; sin embargo, segundos antes de iniciar, Rocío tuvo que sacarlos del sitio, pues todos los integrantes estaban llorando y le decían que no iban a poder sacar el show adelante.

“Me decían: ‘Profesora, vea, son ancianitos y los tienen amarrados. Yo los tuve que regañar y les pregunté: ‘¿No es a ellos a los que les venimos a cantar? ¿O es que están pensando más en ustedes y no en ellos? Así que se me secan esas lágrimas’. Entonces me respondían: ‘Es que usted no los ve porque usted está de espaldas’ y les decía que cuando saludaba y hablaba tenía que voltearme. Y me tocó decirles: ‘Sean fuertes porque vinimos a dar, no a recibir...’”, relata.

Lidiar con las diferentes personalidades de los adultos mayores ha sido un tanto complejo para ella, pues son personas que, por su edad, están acostumbradas “a mandar en sus casas”. Por ello, le ha tocado ser estricta y pedirles que le colaboren, ya que lo más importante es que las canciones queden bien para que el show sea de calidad.

“Vieras lo que me ha costado a veces. Y yo: ‘Señores, por favor’, entonces me dicen: ‘Es que esa parte cuesta mucho’ o cosas así, pero ya una vez que lo superan ahí va fluyendo la cosa. Y es que, además, como no tienen una formación musical, yo les mando los audios, las letras y antes les daba las notas, pero se les hizo un colocho; entonces, mejor ya no”, detalla.

El Coro de Abuelitos comparte su talento

Mientras están ensayando para su próxima presentación con canciones impresas en mano, María Elena Corrales hace una pausa y comienza a dar una breve explicación sobre cómo debe sonar una parte de la canción... Todos los demás integrantes del coro le ponen atención y tratan de hacer lo que ella les pide.

Corrales es la integrante con más experiencia del grupo. Llegó al Coro de Abuelitos desde hace ocho años y, desde entonces, el ensamble poco a poco ha buscado profesionalizarse.

La adulta mayor cumplirá 74 años en enero y toda su vida ha estado ligada a la música. Según cuenta, a lo largo de su carrera artística se presentó en escenarios como el Teatro Nacional, no solo de Costa Rica, sino de países como Panamá y El Salvador. Además, formó parte del coro de la Universidad de Costa Rica y también de la Orquesta Sinfónica y la Compañía Lírica Nacional.

Debido a su experiencia y trayectoria, ella se anima a darle consejos a sus compañeros, con la intención de que cada show quede de la mejor forma posible.

“Lo hago por ayudarles porque ellos quieren aprender. Algunos no tienen la posibilidad de pagar una escuela de canto, o un profesor de canto; por eso trato de ayudarles en lo que pueda. No soy profesora de canto, pero sí estudié mucho tiempo y tuve un excelente profesor, aprendí bastante y trato solo de ayudarles y de explicarles cómo mejorar”, afirma.

Doña María Elena llegó al grupo luego de haberse alejado un tiempo de la música. La artista recuerda que, por años, su esposo fue su fiel compañero de canto.

Según explica la cantante, tras el fallecimiento de su marido, ella cayó en un tipo de depresión y ya no quería “saber absolutamente nada de la música”. Sin embargo, necesitaba volver a florecer, ocupar su tiempo y allí fue cuando encontró el coro.

“Poder visitar personas que se encuentran marginadas por la sociedad, como son los las personas adultos mayores, que están solas, que se tienen que ir a una casa de larga estancia, y poder cantarles es una emoción difícil de explicar, porque en muchas ocasiones son personas que no pueden mover, pero ni una manita y aun así tratan de aplaudir. Uno guarda esos momentos en lo más profundo; por eso, a veces hasta lloramos cantando; son cosas que nos marcan para toda la vida”, asegura.

Precisamente por eso siempre tratan de hacer un show de altura y les es indiferente si hay 500 o cinco personas: “Cantamos con el mismo amor, con la misma alegría, con el mismo espíritu”.

Dado su conocimiento, María Elena es la solista del coro y es quien ha ayudado a Rocío a poner más disciplina y conocimiento en el grupo. Por ejemplo, desde su incorporación, se realizan audiciones para que las personas mayores de 55 años puedan integrarse al ensamble.

De hecho, las próximas audiciones se realizarán el primer viernes de febrero del 2025, a partir de la 1 p. m., en el salón número 8 de la Parroquia de Moravia. El requisito es tener suficiente tiempo para asistir a las presentaciones y ensayos del coro.

Un coro sin ganancias, pero con mucha satisfacción de los abuelitos

El Coro de Abuelitos no es comercial y sus ganancias son prácticamente nulas, pues sus conciertos son gratuitos. Rocío afirma que lo único que piden es un refrigerio para los 22 integrantes del grupo.

“Creo que somos el único coro que paga por cantar. Pagamos ¢10.000 al mes por persona porque gastamos un promedio de ¢2 millones al año en busetas. De hecho, hemos tenido la suerte o la bendición de que Dios nos ha mandado transportistas muy lindos que nos hacen precio, pero toda esa plata la pagamos nosotros”, dice.

En muchas ocasiones les preguntan por qué el Coro de Abuelitos no tienen personería jurídica para que les puedan hacer donativos; sin embargo, Rocío prefiere que el proyecto siga siendo tan “caserito” como hasta ahora.

Esta agrupación ensaya todos los viernes, de 2 p. m. a 4 p. m., en el salón número 8 de la Parroquia San Vicente Ferrer, en el centro de Moravia, ya que el sacerdote les permite usar el lugar y no les cobra. Después de cada ensayo comparten un café, como la familia en la que se han convertido.

“El grupo es muy bonito, vacilamos un montón y nos alegramos mucho de hacer esta tarea. Para mí lo más gratificante es verlos a ellos, que se sienten útiles y alegres. He visto transformaciones increíbles: señoras que llegan tristes o decaídas y estando aquí resurgen. Además, ver las caritas del público no tiene precio; me da demasiada alegría y les hacemos el día diferente. Eso lo llena a uno montones”, asevera la profesora Rocío.

La persona de mayor edad en el grupo es Flor María Montoya, de 81 años, quien coincide con Rocío al afirmar que el coro trae demasiadas satisfacciones personales y grupales.

Forma parte del ensamble desde hace siete años, cuando le comentaron, en los ejercicios a los que iba, que buscaban integrantes para un coro. De inmediato fue a probar suerte pues, entre risas, cuenta que a no le gusta “estar metida en la casa”.

Eso sí, reconoce que en algunas ocasiones se le escapa a “la profe” porque algunas presentaciones son muy temprano y no le gusta madrugar.

“Me encanta esta experiencia, porque soy muy conversona y me encanta cantar y pasear. Además, aquí todos son muy especiales y los quiero mucho. También me gusta que he aprendido mucho de música, la forma en que se pronuncian bien las vocales y hasta he salido piropeada: me han dicho que qué bonito que canto”, comenta.

No obstante, doña Flor ya ha pensado en la posibilidad de retirarse del coro. La señora explica que vive en La Uruca y suele trasladarse sola en Uber hasta Moravia para participar en los ensayos y ya no le gusta mucho andar sin compañía. Luego lo vuelve a pensar y no se ve estando en la casa todo el tiempo.

“No puedo estar en la casa. Es que, imagínese, ¿pasé 33 años trabajando para luego estar metida en la casa? Nada que ver. Fui laboratorista de química de la Fábrica Nacional de Licores y fue muy bonito, pero de 50 años me pensioné... Me pensionaron muy joven porque trabajaba con reactivos y se me quemaron las yemas de los dedos”, explica.

Doña Flor, además, no se imagina la Navidad sin ir a cantarle a los adultos mayores A la nanita nana, el villancico que tanto le gusta.

Aunque por ahora no sabe cuál será su decisión el próximo año, tiene claro es que su voz sigue siendo melodiosa, al igual que la de sus compañeros, y desea que muchas más personas disfruten de su espectáculo, ese que está cargado de abuelitos cantores y muchos villancicos.

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