Europa en medio de dos titanes
El gran objetivo de la “Autonomía Estratégica” que por años ha sido un propósito irrenunciable de los líderes de Europa no parece que esté siendo alcanzado. La zona de los 27 se ha convertido en un polo de crecimiento productivo de enorme significación. Le ha tocado competir ferozmente por el acceso y la protección de los recursos indispensables para sus industrias y lo ha logrado. Pero en el camino se ha vuelto dependiente de unos y de otros.
China, Estados Unidos y la Unión Europea son los principales actores de los intercambios mundiales. De acuerdo con las cifras del año pasado, Europa se ubicó entre China y Estados Unidos. La UE alcanzó 5.575 millardos de euros en su comercio exterior, 400 millardos menos que China y 400 millardos más que Estados Unidos. Su gravitación en la economía mundial es incontestable y el volumen de su comercio es un signo vital de su prosperidad.
Es preciso hacer notar que en el año 2023 el déficit comercial de los europeos con China fue de 300 millardos de euros, mientras que en su relación con Estados Unidos el surplus se ubicó en 155 millardos de euros. En términos relativos, la situación es muy diciente: Europa logró colocar en China 9% de sus exportaciones y 20% en Estados Unidos. Por otro lado, en lo atinente a sus importaciones, la dependencia de China es superlativa: 20% de ellas viene del gigante asiático, mientras que de Estados Unidos apenas 14%.
Mantener la competitividad y el alto nivel de exportaciones hacia Estados Unidos, donde el proteccionismo comercial seguirá siendo la regla durante el periodo Trump 2.0, será una empinada e imperativa cuesta para la zona del Euro.
Frente a una China a cada paso más amenazante e invasiva, la Unión Europea ha tenido la suerte de contar con la activa solidaridad estadounidense. Washington ha ofrecido una buena interacción económica y comercial, de seguridad y de tecnología. Pero ello no es sin costo. China les hace sentir a los europeos su primacía en lo atinente al control sobre materias primas estratégicas. Los subsidios allí aplicados a un contingente importante de productos terminados se han vuelto cosa de todos los días.
Navegar estas aguas turbulentas será el reto de 2025 para la UE, con el republicano Donald Trump en la Casa Blanca, con un escenario de guerra continuada en Ucrania y Medio Oriente, con la batalla de los hidrocarburos y otras energías en pleno desarrollo, con la distorsión presente en las cadenas de suministro y la deslocalización. Europa se topará de frente también con Xi Jinping defendiendo su posición regional en Asia, su soberanía sobre Taiwán, su primacía en el campo de la innovación tecnológica, su puesto en los BRICS y su alianza con Moscú.
Otras circunstancias dentro del espectro político, de seguridad y defensa y de dependencia de petróleo y gas de Europa hacen aún más complejo este cuadro de interrelación desigual con Estados Unidos y con China. ¿Hay que mencionar que 60% de las energías primarias consumidas en la UE deben ser importadas? Lo mismo ocurre en el terreno de las destrezas tecnológicas en donde la región no es precisamente protagónica.
Dice el periodista español José Manuel Cuevas en un artículo publicado en el sitio web El Orden Mundial que luego del triunfo de Donald Trump “a la UE le cuesta encontrar su sitio en ese mundo más proteccionista, competitivo y conflictivo”. No hay demasiadas alternativas y la refundación de una Unión Europea sobre nuevas bases pudiera ser un camino.
La inacción, desde luego, no.
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