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Navidad en lo cotidiano, por Ernesto Cavassa

(*) Ernesto Cavassa, S.J., Director General Fe y Alegría

Hoy es Navidad. Hacemos una pausa en el trajín diario concediéndonos un día de descanso y disfrute familiar. Aunque el bullicio de estos días no lo hace fácil, todos estamos invitados también a sumergirnos en el núcleo del Misterio que celebramos: un Dios que se aproxima a nuestras realidades cotidianas para nacer en ellas. Recordemos la “señal” de la buena noticia expresada a los pastores en el evangelio: “les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo,el Señor.Esto les servirá de señal: hallarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc. 2, 10-12). Desde la óptica de la fe cristiana, la salvación se realiza en lo cotidiano de la vida.

Estamos acostumbrados a imaginar a Dios como todopoderoso (todo lo puede) y omnisciente (todo lo sabe). Resulta paradójico, por tanto, asimilar el mensaje del ángel: el poder y el saber se encuentran en un Niño en pañales y en medio de un establo. Esa paradoja la expresó muy bien Ernst Bloch (1885-1977), un pensador marxista ajeno a la Iglesia, autor de obras como El principio esperanza: “Se reza a un niño nacido en un establo. No cabe una mirada a las almas hecha desde más cerca, desde más abajo, desde más en casa. Por eso es verdadero el pesebre: un origen tan humilde para un Fundador no se lo inventa uno. Las sagas no pintan cuadros de miseria y, menos aún, los mantienen durante toda una vida. El pesebre, el hijo del carpintero, el visionario que se mueve entre gente baja y el patíbulo al final…todo eso está hecho con material histórico, no con el material dorado tan querido por la leyenda”.

La celebración del Nacimiento de Jesús, el Salvador, el Emmanuel (Dios-con-nosotros) no es una leyenda, a pesar de todo el material edulcorado con que solemos vestir nuestros nacimientos. Hay que proclamar el Misterio: Dios se hizo carne, uno de nosotros, desde el vientre materno de María y nació en las circunstancias duras de una pareja popular. Esa es la “señal”.

Esa “señal” del Dios-con-nosotros es también una “señal” del Nosotros-con-Dios. Es decir, del ser cristiano, de vivir según el estilo de vida de Jesús. Esa opción da lugar a nacimientos permanentes en nuestro día a día. Indico como muestra algunas escenas que anuncian nacimientos a una vida nueva desde mis actuales tareas en Fe y Alegría:

Escena 1: Seis jóvenes internos del Establecimiento Penitenciario Ancón II concluyeron su educación básica gracias al programa Construyendo Rutas de Esperanza y Oportunidades, desarrollado en convenio con el Centro de Educación Básica Alternativa (CEBA) Fe y Alegría 7 (Comas). Desde el año 2013, el programa ha permitido que más de 1,500 internos de cinco establecimientos penitenciarios del país puedan concluir su educación básica, contribuyendo de esta manera a su proceso de resocialización. Que seis internos más finalicen el programa no es, por tanto, una novedad. Lo interesante en este último proceso es que uno de los estudiantes salió en libertad antes de concluir sus estudios; decidió, sin embargo, seguir asistiendo al CEBA del penal y graduarse con sus compañeros. ¿No es eso, acaso, una buena “señal” en lo cotidiano de la vida?

Escena 2: “Primero que todo, queremos eliminar esa barrera de estereotipos; segundo, queremos hacer que las niñas tengan amor propio; y tercero, queremos también que no haya esa violencia que existe en la familia, con los amigos, en la escuela, en muchos lugares…”; “en nuestros encuentros nos educamos para frenar todo tipo de violencia a la que nos encontramos expuestas a diario, discriminación y abuso que existen aún contra las mujeres”. Son dos testimonios de adolescentes que expresan lo vivido por ellas y otras compañeras en el Programa La Luz de las Niñas. La “señal” toma forma de empoderamiento y autoestima.

Escena 3: Un estudiante de 6° de primaria ganó medalla de oro en las Olimpiadas Especiales de Berlín en la modalidad de 400 mt. planos. Cursa estudios en el Centro de Educación Básica Especial (CEBE) Fe y Alegría 42, de Chimbote (Áncash). En la competencia participaron 7.000 paratletas de todo el mundo. Navidad, por tanto, en logros que parecen imposibles.

Sin embargo, no hay buenas “señales” en esta Navidad para todos los niños, niñas, adolescentes y jóvenes. Al menos no para los que, según un reciente informe del MINEDU, no están matriculados en el sistema educativo siendo que tienen entre 4 a 18 años, considerada por tanto como población en edad escolar. ¿Cuántos son? Más de un millón en todo nuestro país; casi 400.000 solo en Lima (el 16% de todos los niños, niñas y adolescentes que se encuentran en edad escolar). Podemos imaginar la inmensa brecha que se abre para toda esta población y las consecuencias para su futuro y el de sus familias.

Estos niños, niñas y adolescentes se encuentran en una situación de atraso escolar (o extraedad) y, si desearan incorporarse al sistema educativo, la ley no los ampara. Un alto porcentaje de los que salen de él, al menos temporalmente, están entre 12 a 14 años. Son niños, niñas y adolescentes que piden limosna en las calles de nuestras ciudades. Dejaron la escuela para ayudar a la familia o alimentar a los hermanos menores. El sistema educativo no ha pensado en ellos y los abandona a su suerte.

¿Cómo cambiar esta historia? Implementando modelos de servicio educativo específicos y flexibles que permitan garantizar el derecho básico a la educación a menores de edad, con atraso escolar, logrando su reinserción en el sistema y la conclusión de su escolaridad en la educación básica. Es el proyecto de ley, impulsado por varios colectivos, que se encuentra en la mesa del Congreso de la República. Esperemos que se le dé pronta atención. Hagamos posible que todos los niños, niñas y adolescentes puedan celebrar la Navidad como se lo merecen.

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