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Héctor, el imprescindible

… No perdono a la vida desatenta no perdono a la muerte, ni a la nada.

Antonio Machado

¿Cómo es posible, Héctor Eduardo Pérez Mata, que hayas llegado tarde a nuestra cita? ¿Acaso te olvidaste ponerlo en tus planes por el cúmulo de buenas acciones que se amontonaban en tu agenda del alma? Es imposible. Lo sabemos por la inmensa vocación de servir a los demás que te caracterizó siempre, tu amabilidad y respeto para con todos, sin distinción de cargos u ocupación.

Esta reunión ha tenido un solo propósito: devolverte agradecidos todo el amor que repartiste con creces durante casi cuatro décadas entre la «tropa» de JR, el centro de trabajo que te arropó cuando, con apenas 21 años, traspasaste el umbral de nuestra «casa azul». Aquí creciste física, espiritual y profesionalmente.

Tu trayectoria guarda también ser fundador del semanario Opciones, en el cual te «graduaste» como relacionista público, comercial, contador, económico… Y por tu desempeño en tantas ediciones de las más importantes ferias y eventos en el país, muchos de los clientes, empresarios, directivos, con quienes trabajaste hoy inquieren por ti y dejan mensajes de reconocimiento a tu entrega sin límites, a tu lucha constante hasta el fin.

Y es que la nobleza ha sido tu inseparable acompañante a lo largo de la vida, junto a Yaimara, tu esposa, y Caruso, el perro fiel, que triste aún espera tu regreso al hogar. En todo este largo tiempo, nadie recuerda haberte visto enfrascado en una discusión salvo a la hora de debatir de pelota o de defender casi a ultranza a tu equipo de béisbol porque siempre fuiste un industrialista apasionado.

Por eso, y mucho más, imposible de atrapar en unas líneas, nos resistimos a pensar que ya no estás, que no te escucharemos, imitando a un narrador deportivo, para ubicar a tus compañeros de trabajo de acuerdo con las posiciones de los peloteros en el cuadrilátero de un estadio: Calixto, tercera base; Gonzalo, cuarto bate; o Reynaldo, torpedero.

En tu última presentación en el estadio de la existencia, la muerte alevosa quiso enviarte un lanzamiento de engaño y contarte el tercer strike para sacarte del juego. Pero se equivocó: apelaste al extra de los campeones y anotaste la carrera de la inmortalidad en nuestros corazones que te ha situado, definitivamente, en la lista de los imprescindibles.

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