¿Es hora de quemar el chinamo?
Nuestro país está realmente furioso. Quienes opinan que la cosa va mal están enojados, y quienes opinan lo contrario, curiosamente, también.
El fin de año, usualmente había sido un espacio para reunirnos y dejar por unos instantes el estrés de la cotidianidad. Sin embargo, en un mundo de polaridades cada vez más encarnizadas, era de esperarse que un proyecto independiente de jóvenes que intentan expresar su descontento con la realidad del país levantase revuelo. Y vaya si lo hizo.
Recapitulemos un poco. El tradicional programa de fin de año “El Chinamo” tiene una sección llamada “Chinaoke” que busca reírse de las penas que afligen a la nación con un poco de humor satírico. En el humor encontramos oportunidad para la reflexión también. Pero es precisamente este último aspecto el que incomodó (y bastante) a cierto sector de la población y, particularmente, a algunos patrocinadores.
Kölbi, mediante un comunicado de prensa, indicó que “los contenidos del programa no se alinean con sus valores” y decidió cortar relaciones a raíz de los ácidos “chinaokes” que a punta de humor lograron incomodar a varias personas.
La realidad de los hechos
Llama poderosamente la atención que, en la democracia más longeva de Iberoamérica (se dice pronto) sea la censura la que se haya llevado los reflectores, justamente, en la época de amor y paz. En Costa Rica parece que todo es un vacilón excepto cuando alguien alza la voz para decir que las cosas no van bien, especialmente en tiempos recientes. Parece que solo valen las cifras que avalan, no las que cuestionan.
La realidad es una. A pesar de las opiniones y posibles explicaciones que cada cual pueda buscar, lo cierto es que hay datos difíciles de asimilar (y mucho más de asumir). Aquí hay algunos de ellos, al 22 de octubre del presente año se alcanzó la cifra de 700 homicidios (datos OIJ), en lo que se espera sea otro año récord en violencia (pero mucho ojo con irse a quejar en televisión por esta violencia).
Según el Estado de la Nación 2024, el coeficiente de Gini (que mide la desigualdad económica) pasó de un 0,456 en 1993 a un 0,505 en el 2023, pero nada de andar mencionando que Costa Rica es el noveno país más desigual del mundo. Y menos aún señalar alguna correlación entre ambas cifras.
Por otro lado, sí, se ha logrado una leve mejoría fiscal, que nada tiene que ver con una mejor recaudación, sino con contención del gasto público (educación y salud principalmente), pero cuidado con quien reclame que se cumplan los compromisos constitucionales del Estado social de derecho del que tanto presumimos. Si el transporte público no funciona, y nuestras carreteras están colapsadas (y muy mal diseñadas) pues toca aguantar sin hacer mucho aspaviento.
Y todo ello es así, porque en esta democracia y país de paz, cada vez se admira más a figuras autoritarias y se venera mandatarios que hasta fueron capaces de rodear el congreso de su país con el ejército para lograr sus objetivos. Ya Platón en “La República” nos advertía sobre la decadencia en las formas de gobierno de un Estado. Allí contaba como latía el peligro de la tiranía en la democracia, y hoy más que nunca la crítica y la libertad de expresión son dos escudos poderosos para resguardarnos de caer en un gobierno de esa clase.
Y para esas empresas que apoyan cualquier cosa mientras no se critique a quienes ostentan el poder (por mandato público, valga recordar), solo queda recordarles que lo quieran o no, también se deben a esa gente a la que le piden silencio y que de manera indirecta pero certera, hoy censuran. Solo quedaría preguntarles ¿cuáles son esos valores que se les mancillan al reclamar salud, seguridad o calidad de vida?
sanchezquesada.alvaro@gmail.com
El autor es abogado y empresario.