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El 2025 no será un año cualquiera

Dos días antes de los comicios de febrero del 2022, la revista Foreign Policy tituló: “Las aburridas elecciones de Costa Rica son un modelo para el mundo”, y añadió: “No importa quién gane, la votación del domingo no será noticia en el extranjero. Eso es bueno”. Los autores, Lucas Perelló y Will Freeman, estaban equivocados.

En las “aburridas elecciones” en Costa Rica del 2022, quien ganaba los comicios sí importaba, y lo será todavía más en el 2026.

En el año que comienza, que también marca el fin del actual gobierno, es previsible que nuevos relatos y ataques contra la institucionalidad democrática inunden las redes sociales, y que los medios complacientes con el Poder Ejecutivo contribuyan a su difusión.

Estos relatos, recurrentes a lo largo de la historia, tienen el poder de convencer a sectores de la población de teorías conspirativas. Recordemos, por ejemplo, cuando Rodrigo Chaves aseguró que Costa Rica ha vivido una “dictadura perfecta”.

Pero esta vez, los costarricenses contamos con una ventaja: será también el primer año de la segunda administración Trump, y los errores de su retórica ya comienzan a ser evidentes antes de que siquiera asuma el poder.

Este contexto internacional ofrece una oportunidad para reflexionar sobre cómo los relatos populistas prometen transformaciones profundas, pero terminan enfrentándose a sus propias contradicciones. A los demócratas ticos no nos sorprende, pero una parte de la población necesita aprender la lección.

Se lo debemos a Laura Loomer, activista de extrema derecha y ferviente partidaria de Trump. Loomer ha puesto de relieve la hipocresía del futuro mandatario y, de paso, del populismo: mientras en la campaña se prometió mano dura contra los migrantes, ahora Elon Musk, quien invirtió más de $250 millones para llevar al republicano a la Casa Blanca, defiende el otorgamiento de más visas de trabajo a empleados extranjeros calificados, de los cuales dependen Musk y otros magnates de las grandes tecnológicas en Silicon Valley.

Nadie en su sano juicio, excepto quienes votaron por Trump, podría estar de acuerdo con una política como la que promueve Loomer, quien califica a los migrantes de “invasores del tercer mundo”.

A pesar de ello, debe reconocérsele su apego a sus controvertidos principios y el haber desnudado que, para los populistas, dondequiera que estén, una cosa es la campaña y otra sus intereses.

En Costa Rica, un ejemplo de las consecuencias de estos relatos es el fracaso de la liberalización del mercado del arroz. Prometida como una solución para abaratar costos, la medida terminó beneficiando a un pequeño grupo de importadores y perjudicando a los productores locales. Una muestra de cómo la retórica populista fracasa ante las complejidades económicas.

Que el 2025 nos depare sabiduría para verlo con claridad.

gmora@nacion.com

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