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Política educativa con visión de largo plazo

El tema del estado no deseado de la educación en Costa Rica en sus diferentes niveles ha suscitado muchos diagnósticos, propuestas e ideas, algunas de las cuales son paliativos y otras resultan grandes retos y desafíos para el país.

La principal debilidad de estas propuestas radica en la forma en que se han construido. Cada sector, agrupación, gremio, ONG o intelectual ha dado una prescripción desde su óptica, lo cual implica que las mismas carecen de la fuerza de ser formuladas de manera colectiva. Otro elemento que me parece fundamental es que no plantean una educación para el futuro.

A partir de la disposición emitida por la Contraloría General de la República al Ministerio de Educación Pública y al Consejo Nacional de Rectores de trabajar en la formulación de una política educativa, se abren una serie de expectativas sobre lo que podría ser la oportunidad de realizar la transformación de nuestro sistema educativo.

Con la intención de saber cómo andan algunos países en el tema educativo, no necesariamente los europeos, Estados Unidos, Japón o China; sino otros más emergentes, inicié una búsqueda de referencias sobre políticas educativas en países árabes y del norte de África, y me encontré que en el 2016 hubo una cumbre con la participación de trece países de esas regiones del mundo, para cooperar en políticas educativas que les permitieran mantenerse o ser más competitivos.

Cumbre en Kuwait

Este espacio realizado en Kuwait fue promovido por varios organismos internacionales, entre ellos, el Banco Mundial, que llevó como ponente provocador al futurista Thomas Friedman, escritor y columnista del diario The New York Times. Friedman pidió ser el último en disertar una vez que hubiera escuchado a los representantes de todos los países indicar sus ideas para una transformación educativa.

Su conclusión fue que todos habían planteado remedios y soluciones para un sistema educativo que iba ya de salida. De esta manera, se lanzó una interrogante a todos los participantes: “¿Cómo pueden los sistemas educativos preparar a los jóvenes de sus países para los desafíos del mañana?”.

La reflexión de Friedman es la que necesariamente debería tenerse en nuestro país al momento de formular una política educativa. No se trata únicamente de resolver las necesidades postergadas de infraestructura educativa, acceso a internet o equipo de cómputo. Tampoco es solo un tema de capacitar más a los docentes. Todo esto debe hacerse, pero eso es parte de atender lo que por una u otra razón no se resolvió.

Lo fundamental es pensar en los escenarios que como país tendremos en los próximos 20 o 30 años; hacia dónde nos llevan las fuerzas del cambio, cuál es la formación que debe darse a niños y jóvenes, cómo deben formarse los docentes desde las universidades, cómo integrar la educación con el mundo laboral, cómo integrar la tecnología como una aliada en la educación, cómo balancear habilidades duras y blandas, cómo atender las inequidades de acceso a la educación por razones geográficas, étnicas o socioeconómicas, entre otras cosas.

Los resultados de esa reunión en Kuwait llevaron a plantear lo que se conoce como la estrategia E4C, que básicamente es una orientación hacia los temas fundamentales que deben analizarse colectivamente para enriquecer la formulación de una política educativa en un mundo “plano”, como lo plantea Friedman y con niveles de cambio muy acelerados.

La educación en todos sus niveles deberá enfocarse en formar personas para un mundo más líquido, es decir, una formación que privilegie lo dinámico sobre lo estático, la flexibilidad sobre la rigidez, los valores esenciales sobre el hedonismo, la integración tecnológica sobre el uso de la tecnología, la asertividad sobre la individualidad, la visión holística sobre el reduccionismo, entre otros atributos.

Podría decirse que para un país y un mundo como el descrito en el párrafo anterior, son cuatro los pilares que podrían darle sustento a una política educativa con visión de largo plazo: Educación para la vida, educación para el aprendizaje permanente, educación para la inserción laboral y educación para el cambio. Tres de estos pilares fueron sugeridos en esa reflexión colectiva realizada en Kuwait en el 2016; aquí se agrega la educación para la vida.

Cuatro pilares

En el pilar de educación para la vida, es importante volver a ver a la comunidad educativa en todos sus niveles como un espacio en donde se forman personas, no solo mano de obra. Esto implica el integrar contenidos como la educación financiera, la educación vial, la educación cívica, la responsabilidad con las personas adultas mayores, entre otros. Pero también valores como el compromiso, la perseverancia y el respeto.

En la educación para el aprendizaje permanente, es fundamental cambiar esa idea de que se estudian unos años y luego sigue el mundo laboral. Los estudiantes, en todos los niveles, no deben programar su cerebro para una carrera de velocidad, sino para un maratón. Los cambios en el entorno serán constantes por lo que siempre se deberán estar actualizando.

La educación para la inserción laboral rompe otro supuesto anticipatorio que usamos en nuestro modelo educativo. Se estudia y luego a trabajar. La estrategia debe ser que, desde el inicio de la formación de los estudiantes, se vaya desarrollando en paralelo un acercamiento vivencial y real al mundo laboral, lo cual probablemente servirá también como una de las mejores formas de orientación vocacional.

Finalmente, debe trabajarse una educación para el cambio y la innovación, y no una educación para la continuidad como la que se tiene hoy. Los estudiantes deben salir preparados para un mundo laboral en cambio constante, que demanda flexibilidad y adaptabilidad. Una educación que les oriente ya no hacia la búsqueda de una plaza en propiedad para perpetuarse, sino un camino de nuevas oportunidades.

Estos cuatro pilares representan lo estratégico de la política. Ahora viene la creación de las condiciones tácticas para hacerla efectiva: infraestructura, tecnología, cambio de planes de estudio, formación docente, recursos financieros, alianzas estratégicas, gestión educativa, entre otras cosas. Lo importante es tener claro que una política educativa primero debe definir hacia dónde vamos. Luego, cuáles son los medios que se requieren para lograrlo.

jc.mora.montero@gmail.com

Juan Carlos Mora Montero es doctor en Gobierno y Políticas Públicas y docente en la Universidad Nacional (UNA) y la Universidad de Costa Rica (UCR).

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