Un día de Reyes atípico con menos bullicio infantil en Córdoba
La mañana de Reyes es atípica. Inédita. Amanece y hay quien lleva ya casi un día entero disfrutando del botín del 6 de enero. O del 5. Sí. Hay menos gente en la calle que de costumbre: en unas Navidades normales, con su Cabalgata en la fecha de siempre, hubieran reinado en las aceras desde bien temprano los triciclos, los coches teledirigidos, los carritos de bebés. Pero hay un silencio extraño, inquietante. La amenaza de lluvia ha trastocado el ritmo de la fiesta: el frenesí del disfrute tiene otro pulso. Una niña de no más de diez años estrena un artilugio volador en la plaza del Conde de Priego con la ayuda de su padre, que le presta el móvil para que lo guíe a su antojo. Y su antojo es darle vueltas a la estatua de Manolete. «Hija, cuidado con el torero», le recomienda su madre. El centro comercial tiene las tiendas cerradas. Los carteles de las rebajas de la calle Cruz Conde contrastan con las bolsas repletas que portan quienes de dirigen a las reuniones familiares. Cada cual cuenta la historia como mejor le parece. No ha sido fácil convencer a los niños de que todo es como siempre a pesar del baile de fechas. «Los Reyes no entienden de días del año: ellos desfilan cuando quieres, porque tienen poderes que los humanos no conocemos», se excusa un adulto en presencia de sus sobrinos. «Si lo que han hecho es hacernos un favor: saben que a vosotros os gusta jugar: por eso han traído los regalos un día antes», añade otro. «Como tienen contactos con quienes más saben del tiempo, Melchor, Gaspar y Baltasar decidieron no correr riesgos: no querían que una tormenta os dejara sin su presencia», comenta un tercero. Y, sí, de nuevo las papeleras y los contenedores han sido unos elementos de importancia para medir la capacidad de consumo de los ciudadanos. En la Fuensantilla, en María Auxiliadora, en el Vial, en Claudio Marcelo estaban hasta arriba desde la madrugada del 4 al 5 de enero. No tardarán en volver a su ser, como la vida de cada cual.