Sevilla se despidió de los Reyes Magos en sus cuatro puntos cardinales
Sevilla pudo despedirse de los Reyes Magos por todo lo alto antes de su regreso a Oriente a lo largo del día de la Epifanía. Después de la adelantada Cabalgata del Ateneo del pasado sábado 4, muchísimos sevillanos se echaron a las calles este día de Reyes con una meteorología eminentemente tranquila para ver por última vez a Melchor, Gaspar y Baltasar. Hubo numerosas oportunidades para darles las gracias a Sus Majestades ―o soltarles alguna regañina― por los regalos que dejaron durante la noche en cada uno de los hogares, ya que hasta 17 cabalgatas recorrieron la ciudad en sus cuatro puntos cardinales, desde San Jerónimo hasta Bellavista y desde Triana hasta Sevilla Este, Torreblanca y el Parque Alcosa, pasando por Los Arcos y Amate. Unos cortejos eran más largos y otros más cortos, unos de carácter municipal y otros organizados por diversas entidades privadas. Una situación que, sumada a la proliferación de heraldos y carteros reales, no deja de crecer. En las horas centrales de la mañana comenzaron a discurrir los cortejos reales por los distintos distritos y barrios sevillanos. Una charanga cuyos miembros iban vestidos con el borreguito clásico de los campanilleros anunciaba la llegada de Sus Majestades a los vecinos de San Jerónimo . «¿Te has portado bien, Pepe?», preguntaba un beduino a un sonriente señor mayor que le pedía caramelos con una mano mientras se apoyaba en su bastón con la otra. La ilusión no entiende de edades en la fiesta de los Reyes Magos. Las cuatro carrozas de esta cabalgata (la Estrella de la Ilusión y los tres reyes) habían formado parte dos días antes de la del Ateneo. Curiosamente, la primera de ellas representó el día 4 la Atlántida, y en esta ocasión los peces que la adornaban se volvían un homenaje a las calles con nombres de criaturas marinas por las que iba discurriendo la Cabalgata: Esturión, Anguila, Mejillón... Gran variedad de juguetes de plástico, balones e incluso un jamón eran los premios que el público exhibía orgullosos tras paso de los Reyes. Gaspar llegó a bromear incluso con lanzar un jarrón que se había desprendido de una de las esquinas de su carroza. Por su parte, tras unas icónicas gafas de sol figuraba un rey Baltasar de piel negra , como la mayor parte de los pajes que lo acompañaban en la última de las carrozas. Toda una muestra de integración de las diferentes culturas que conviven en este barrio sevillano donde hay mucha inmigración. A no mucha distancia de allí, los Reyes Magos, que por algo son magos, repartían ilusión al mismo tiempo por las calles del barrio de Pino Montano . La cabalgata, con un recorrido muy extenso y casi cinco horas de duración, tenía también el ambiente festivo que el 6 de enero merece. Varias charangas con speaker incluido animaban al personal a bailar y tocar las palmas durante el discurrir de un total de nueve carrozas organizado por la asociación deportiva Los Mares . Así, felices niños que estrenaban la equipación del Betis sobre los hombros de sus padres hicieron la ola al son de 'Paquito el chocolatero' y la 'Macarena' de Los del Río. Los confines septentrionales de Sevilla no dejaron de disfrutar en torno a Sus Majestades, sin distinción de edad: «¡Que bote la abuela, que bote la abuela!» . La familia venció a la artrosis y consiguió su objetivo. Botaron los mayores, los niños, los beduinos, los figurantes de las carrozas ―especialmente un eufórico rey Gaspar― y hasta quienes estaban sentados en veladores de los bares, cerveza en mano. Todo el mundo estaba entregado a la particular forma que Sevilla tiene de vivir la fiesta de la Epifanía, sin importar lo que piensen fuera de nuestras fronteras. Con un cielo despejado, el sol fuera e incluso algo de calor, sólo llovían los peluches, frisbis y pelotas junto a cientos de caramelos. Los únicos paraguas abiertos estaban del revés para recoger caramelos y todo lo que cayera. A Baltasar, que repartió incluso molletes de pan, no dejaban de gritarle que lanzara «el patinete». Sin embargo, entre todo el bullicio, una pequeña que seguro estaba levantada desde temprano por la emoción de abrir los regalos, no pudo evitar caer rendida por el sueño en brazos de su madre. Comenzaba a caer la tarde cuando salió una de las comitivas más esperadas, la de Triana. Si las de por la mañana eran cabalgatas más familiares, en las que se conocía casi todo el mundo, la del viejo arrabal cada año es más popular y congrega a un mayor número de personas venidas de todas partes. Una alegre batukada precedía el largo desfile por la calle San Jacinto mientras multitudes lo esperaban ya en la avenida de Santa Cecilia y San Vicente de Paúl. Tras el «autobús de la ilusión», una marabunta de beduinos bailaba y cantaba aquello de que «todos los días sale el sol, chipirón». Desde luego, el cielo lucía radiante mientras pasaban las carrozas dedicadas al Mago de Oz y Lilo & Stitch. Los Gitanitos de la Ilusión abrían con sus sones al generoso cortejo de beduinos del rey Melchor. Los Futbolísimos o la película Coco también protagonizaban carrozas del total de 25 que formaban la extensa comitiva, en la que tenían cabida incluso pingüinos bailarines. Gaspar llegaba con un gran incensario en su carroza, reflejo de su regalo al Niño Jesús y del nuevo tiempo que llega a Sevilla en unas pocas semanas. El rey más joven fue muy aclamado en Triana: «¡Yo soy de Gaspar, de Gaspar, de Gaspar!» resonaba por toda la Ronda. Llevaba, además, su propio animador, megáfono en mano, que daba instrucciones al conductor con mucha guasa a la hora de coger las curvas. Tampoco faltaron los Vengadores ni los soldados de asalto de una galaxia muy muy lejana en la cabalgata del viejo arrabal. Parece que la Primera Orden cuenta con devotos de la Esperanza de Triana... pese a no ser los que tienen sables de luz verdes. A la altura de la basílica del Cachorro llegó la hora de la merienda para los monstruitos del Triana CF, que observaban desde la altura de su carroza al animado público mientras devoraban sus bocadillos. Y si numerosos eran los demás séquitos de beduinos, el de Baltasar ocupaba por sí mismo una calle entera , emulando al cortejo de cualquiera de las cofradías del barrio. Antes de que el rey negro entrase en Santa Cecilia, ya se habían encendido, por última vez, las luces del alumbrado navideño. La siempre aclamada carroza que cerraba el cortejo cargaba con enormes serpientes de peluche para repartir a lo largo de la tarde noche, antes de irse buscando las lomas del Aljarafe. Se puso así el broche de oro a una jornada en la que los Reyes Magos volvieron a marcharse de Sevilla a través de sus barrios. Ahora queda disfrutar de los regalos y esperar a una nueva Epifanía en la que será posible reencontrarse con Sus Majestades en cualquier rincón de la ciudad.