Israel insiste en que Trump le dé la mano para saltar a una guerra mayor contra Irán
Israel ha podido llegar hasta aquí en su genocidio contra el pueblo palestino y en su escalada regional, con ataques a cinco países, gracias al apoyo de EEUU y a la complicidad de la UE, su mayor socio comercial
Esta próxima semana se va a celebrar en La Haya la Cumbre de la OTAN, en la que EEUU pide a sus aliados europeos un aumento del gasto militar de hasta un 5% del Producto Interior Bruto anual. Para lograrlo, Washington y su hombre en la Alianza Atlántica, el secretario general Mark Rutte, van a agitar el fantasma de la amenaza global con un enfoque en el que el peligro siempre son “los otros”, mientras el genocidio lo comete un aliado, con la facilitación de EEUU, líder de la OTAN.
El objetivo es imponer un marco de guerra que dará fuelle a la industria armamentística y al uso de la vía militar como medio para acceder a nuevos recursos y clientes -a los que vender gas estadounidense, por ejemplo- pero también como fin en sí mismo, como motor de un modelo económico que no quiere -ni sabe- poner el freno a la idea de crecimiento ilimitado para enriquecimiento de las élites.
La Cumbre de la OTAN se produce en medio del genocidio israelí contra Gaza y de la agresión contra Irán. La narrativa israelí estará representada en el encuentro atlantista por algunos de los máximos aliados de Tel Aviv: EEUU, Reino Unido, Alemania o Francia. Los dirigentes de estos países insisten en el “derecho a defenderse” de Israel, al igual que Ursula von der Leyen, a pesar de que a estas alturas nadie puede esconder que esa expresión es empleada para excusar crímenes masivos y permitir que continúen perpetrándose.
Netanyahu pidió la invasión ilegal de Irak ante el Congreso de EEUU en 2002, con la misma excusa con la que ahora justifica su ataque ilegal contra Irán
El ataque ilegal contra Irán
Israel inició esta oleada de ataques, violando la ley internacional, ya que no había provocación previa de Teherán que justificara una agresión militar israelí. Además, el Gobierno de Netanyahu incumple el artículo 56 del Protocolo Adicional de las Convenciones de Ginebra, que prohíbe ataques selectivos contra instalaciones nucleares.
Es Israel, y no Irán, el que interrumpió las negociaciones entre Washington y Teherán sobre el programa nuclear iraní, bombardeando el país 48 horas antes del inicio de una nueva ronda de conversaciones, con el objetivo de paralizarlas.
Israel impulsó otros ataques directos contra cinco países en el último año y medio, ha matado a más de 55.000 personas en Gaza, aplica apartheid en Cisjordania, bombardeó la embajada iraní en Damasco hace 15 meses y está empeñado en transformar la región a base de violencia.
Sin embargo, como en un llamativo déjà vu -con una narrativa similar a la de 2003 para justificar la invasión estadounidense de Irak- volvemos a escuchar declaraciones públicas de gobiernos y medios de comunicación que difunden argumentos falsos para justificar no solo esta escalada, sino la posibilidad de una guerra mayor.
En esta ocasión ni siquiera se menciona la necesidad de la aprobación de una resolución en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, como sí se exigió desde varios países europeos en 2003. El Gobierno israelí busca derrocar el régimen iraní escudándose en el argumento del arsenal nuclear, pese a que no hay ninguna prueba de que Irán posea ese armamento, con el que sí cuenta Israel desde hace décadas.
Todo ello forma parte del plan de Netanyahu para “cambiar el mapa de Oriente Próximo” -esta es la expresión que usa él mismo- una idea que lleva años fraguando y que ha expuesto en varias ocasiones, incluso en la sede de la ONU en Nueva York, en septiembre de 2023, antes de los ataques de Hamás.
Esta semana EEUU envió aviones cisterna a algunas de sus bases militares en Europa, incluida la española de Morón
Derrocar gobiernos vecinos
Israel fue el máximo defensor de la invasión ilegal estadounidense de Irak. Tanto el primer ministro de entonces, Ariel Sharon, como Benjamin Netanyahu -que ya había sido primer ministro anteriormente- insistieron en la necesidad de esa operación militar, con consecuencias devastadoras.
Netanyahu habló ante el Congreso de EEUU en 2002, para intentar convencer a sus señorías del peligro de las presuntas armas de destrucción masiva iraquíes. Con el argumento de esa amenaza se impulsó la guerra, la invasión ilegal de Irak, que tuvo consecuencias devastadoras. Posteriormente se comprobó que el régimen de Sadam Hussein no tenía armas químicas ni nucleares, pero ya era tarde. El objetivo buscado se había conseguido.
No solo se tumbó el régimen; el Estado quedó muy debilitado y se produjo una gran fragmentación en la sociedad iraquí. En varios encuentros privados con periodistas, integrantes y funcionarios del Gobierno Bush admitieron que los intereses israelíes habían sido una de las razones de peso para llevar a cabo esa invasión.
En 2015 Netanyahu volvió a intervenir ante el Congreso de EEUU, para intentar evitar un acuerdo entre Washington y Teherán en torno al programa nuclear iraní con fines civiles. Barack Obama suscribió un pacto con Irán, pero Donald Trump lo rompió dos años después. Ahora, nuevamente, el primer ministro israelí ha actuado para evitar el desarrollo de las negociaciones, a través de nuevos bombardeos contra territorio iraní, a los que Teherán ha contestado.
Los muertos se han multiplicado en pocos días, con 263 civiles iraníes asesinados, e incluso se han registrado atentados con coches bomba en la capital iraní. Los ataques con los que ha respondido Irán han matado a 24 civiles israelíes.
A lo largo de estos veinte meses EEUU ha facilitado y financiado el genocidio en Gaza, con grandes paquetes de ayuda militar. Ante esta nueva escalada, Washington ha proporcionado apoyo de inteligencia y militar a Israel, haciendo uso de sus escudos, con los que ha interceptado misiles iraníes. Además, ha enviado aviones cisterna a algunas de sus bases militares en Europa, incluida las españolas de Rota y Morón, que jugarían un papel clave en una eventual ofensiva aérea estadounidense contra Irán.
Netanyahu quiere que Estados Unidos contribuya más aún. Su deseo es que Donald Trump ponga fuerzas militares al servicio de una guerra directa contra Irán.
En 1956 Israel invadió el Sinaí y Gaza, con París y Londres; EEUU les obligó a dar marcha atrás
Por qué le pide más a EEUU
Al igual que el objetivo en Irak no eran las armas de destrucción masiva inexistentes, sino acabar con el régimen y debilitar profundamente el Estado para controlarlo mejor, aquí se busca algo similar.
Para disolver el régimen iraní, Israel necesita el respaldo de EEUU. En primer lugar, porque considera necesarias más fuerzas aéreas e incluso aspira a contar con respaldo militar terrestre. Y, en segundo lugar, porque no quiere arriesgarse a una crisis como la ocurrida en 1956, cuando invadió la Franja de Gaza y el Sinaí egipcio con el apoyo militar de Francia y Reino Unido, como respuesta a la nacionalización del canal de Suez por el mandatario de Egipto, Yamal Abdel Nasser.
El presidente de EEUU, Dwight D. Eisenhower, no dio el visto bueno a aquella operación y quiso dejar claro que, tras la Segunda Guerra Mundial, Londres y París ya no tenían las riendas de Oriente Próximo. Eisenhower ejerció presión diplomática, impuso sanciones económicas y maniobró políticamente en Naciones Unidas para exigir resultados. Los dos países europeos captaron el mensaje y se retiraron del Sinaí y de Gaza en 1956. Poco tiempo después, en marzo de 1957, también lo hizo Israel.
Con gran consenso académico, ese episodio marca la consolidación de EEUU como sucesor del imperialismo francés y británico en la región, hasta hoy. A partir de entonces, Israel entendió que en el futuro necesitaría tener a Estados Unidos de su lado, como su nuevo gran aliado.
A la espera de Trump
Ahora el plan de Netanyahu está a la espera de lo que decida Donald Trump, quien prometió en su campaña electoral no emprender nuevas guerras e incluso afirmó ser un hombre de paz, pese a exigir más gasto militar que nunca a sus aliados.
Tel Aviv no quiere competidores regionales y aspira a mantenerse como única potencia con armamento nuclear en la zona. El Gobierno ultraderechista israelí de Netanyahu sueña con un Irán descabezado, debilitado y manejable, con un gobierno títere.
En los planes israelíes encaja el hijo del sha, Reza Pahlavi, quien vive en EEUU desde 1978 y lleva tiempo haciendo llamamientos “a un levantamiento nacional” contra el régimen de Teherán. Está dispuesto a ser el hombre de Israel en Irán, en 2023 se reunió con Netanyahu en Tel Aviv, mantiene alianzas con su Gobierno, apoya la intervención militar israelí y ya el año pasado pidió a “los líderes mundiales” que abandonen lo que llama “negociaciones inútiles” con Teherán, sigan “el ejemplo” del primer ministro israelí y “se comprometan directamente con la nación iraní”.
Su padre, el último sha de Irán, representó un producto ad hoc del intervencionismo anglosajón en Oriente Medio. Contribuyó al golpe de Estado impulsado por la CIA y Londres en 1953 contra el gobierno democrático iraní de Mossadeq, que había nacionalizado el petróleo del país, controlado hasta entonces en buena parte por el Gobierno británico. Tras ello se formó un nuevo gobierno que permitió al monarca acaparar más poder. Aquella fue una de las primeras acciones encubiertas de Estados Unidos para derrocar un gobierno extranjero en tiempos de paz.
El sha fue un gran aliado de Washington, gobernó de forma autoritaria y sin las medidas sociales necesarias en medio de una crisis económica, lo que provocó levantamientos a partir de 1977. En aquellas protestas participaron grupos de la izquierda, fuerzas seculares e islamistas, con grandes huelgas y protestas durante meses, que forzaron la huida del monarca en 1979. El ayatolá Jomeini regresó de su exilio en Francia y tomó las riendas de la revolución, que terminaría así siendo controlada por los grupos islamistas.
Las rutas
La existencia de grandes yacimientos de gas y petróleo, así como su ubicación geográfica, han condicionado profundamente la historia de Oriente Próximo. Hoy en día Irán alberga importantes reservas de gas que comparte con Qatar en el mayor yacimiento del mundo, el South Pars-North Dome; forma parte de importantes rutas de transporte de minerales críticos desde Asia -incluida China- hacia Occidente y controla el estrecho de Ormuz, paso clave para el transporte marítimo mundial de petróleo y gas natural.
Netanyahu no ha ocultado su voluntad de fomentar nuevas rutas para el transporte de materias primas en la región, de este a oeste, y así lo ha mostrado varias veces, exhibiendo mapas en los que no existe Palestina, en los que redibuja la región y señala Israel como lugar clave en los trayectos entre Asia, Europa y África.
“Entre el Índico y el Mediterráneo, a través de este puente, tenderemos líneas ferroviarias, oleoductos, gasoductos y cables de fibra óptica”, afirmó en septiembre de 2024 mostrando el trazado. En su proyecto neocolonial, Israel pretende mantener bajo su control los territorios palestinos ocupados ilegalmente, extender la anexión de nuevas áreas y aumentar su hegemonía regional. Para ello comete crímenes masivos.
Ha podido hacerlo gracias al apoyo militar directo de EEUU y Reino Unido, entre otros, y de la ausencia de sanciones y de presión por parte de los países europeos y de la UE, su mayor socio comercial. De hecho, la UE aplica contra entidades de Irán sanciones que no ha establecido contra Israel. Tampoco ha suspendido relaciones comerciales que contribuyen a la ocupación ilegal israelí, ignorando de este modo el dictamen de la Corte Internacional de Justicia de julio de 2024.
El canciller alemán dijo hace tres días que Tel Aviv hace el “trabajo sucio para nosotros” en Irán, en línea con lo afirmado recientemente por la líder del Partido Conservador británico, quien considera que “Israel está luchando una guerra proxy [por delegación] en nombre de Reino Unido, al igual que lo hace Ucrania”.
Frente a esta normalización de la impunidad, más de una veintena de relatores independientes de Naciones Unidas han condenado esta semana el ataque de Israel contra Irán y han advertido de que “la inacción” de la comunidad internacional “arrastrará a toda la región y más allá al abismo”. Si el plan de destrucción masiva israelí prosigue, tendrá repercusiones no solo en Oriente Próximo.
De momento, el genocidio en Gaza y los ataques contra Teherán continúan, porque nadie se lo impide, porque no se pone precio a sus crímenes. Todo, a la espera de Trump, que anuncia dos semanas más para decidir si lanza un ataque directo contra Irán o no. En este marco, comienza la Cumbre de la OTAN.