María Corina
El día de hoy, 10 de diciembre, María Corina Machado recibirá el Premio Nobel de la Paz. La acompañará Edmundo González, quien cubrió la candidatura presidencial que el sistema electoral venezolano negó a María Corina, y un puñado de presidentes latinoamericanos.
Es un premio bien otorgado, a alguien que logró no sólo aguantar la presión dictatorial de Maduro, sino derrotarlo en las urnas y documentar esa derrota. Porque eso no lo había logrado nadie anteriormente. Machado tiene en sus manos, o más bien, resguardadas en Panamá, las actas de cerca de 80% de las casillas de votación que certifican el triunfo de Edmundo y la derrota de Maduro.
En todos los países latinoamericanos en los que hubo elecciones limpias, el movimiento chavista fue derrotado. Sobrevive en Venezuela, en una clara violación de la voluntad de los venezolanos; en Nicaragua, donde hace tiempo no hay elecciones; en Honduras, después de la anulación de las elecciones que ha hecho la presidenta de ese país, también en clara violación al mandato popular, y en México, donde la última elección limpia ocurrió en 2021.
Lo hemos comentado en muchas ocasiones y lo repetimos de forma abreviada. En 2021 López Obrador perdió las elecciones, que no se reflejaron en una mayoría de oposición debido al esquirolaje de Movimiento Ciudadano. Para 2024, resuelto a no correr riesgos, se construyó desde el poder una burbuja que hiciera pensar a la población que la economía mexicana funcionaba perfectamente. Esa burbuja costó, aquí lo documentamos, cuatro billones de pesos, la mitad del incremento de la deuda pública en estos siete años.
No contento con eso, López Obrador violó consistentemente la ley, descalificando a la oposición y promoviendo a su candidata. Hubo un gasto extraordinario a favor de ella cuyo monto y origen no se investigó, pero considerando lo ocurrido en 2021 y el tamaño del desfalco del contrabando de combustible, hablamos de centenares de miles de millones de pesos. Por todo ello, la elección de 2024 no puede considerarse democrática en los términos que sí lo fueron las realizadas entre 1997 y 2021.
Lo ocurrido después, el golpe de Estado validado por tres, sólo tres, magistrados del Tribunal Electoral, concretado en el otorgamiento de mayorías calificadas a una coalición que apenas superó 50% de los votos, es también claramente contrario a la democracia.
Puede haber muchas quejas contra Milei, Noboa, Arévalo o cualquier otro presidente, pero no se les puede reclamar que no hayan representado a una mayoría democrática cuando fueron electos. En Venezuela, Nicaragua, México, y ahora en Honduras, esa legitimidad no existe.
Los bolivarianos, muchos en los países mencionados más los vividores españoles de la dupla ZP y Podemos, le reclaman a María Corina Machado que celebre la presión que Trump ha impuesto sobre Maduro. O es eso, o es guerra civil, en la que el pueblo desarmado debería enfrentar a los narcomilitares maduristas. Para los que desde México piensan eso, les convendrá recordar el apoyo que Estados Unidos prestó a Juárez para enfrentar a los conservadores, nada más como ejemplo.
En democracia, cualquier fuerza política debe tener oportunidad de ofrecer y cumplir. Los bolivarianos, versión del siglo XXI del castrismo, han prometido de todo con tal de llegar al poder, desde el cual han barrido con la democracia para eternizarse y para saquear. Porque al final en eso acaba todo, en un saqueo de magnitud histórica: los Castro, los Chávez, los Maduro, los Ortega, los López.
Hay que felicitar a María Corina Machado por derrotar a Maduro en las urnas, por documentar esa derrota, por recibir el Premio Nobel y por mostrar un camino que tal vez no sea el que uno quisiera, pero parece ser el disponible en este momento para recuperar la democracia.