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La Corte, a juicio

“Artículo 49. El Supremo Poder de la Federación se divide para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Judicial”

CPEUM

Fue un tema cuyo desenlace era más que previsible dado el procedimiento establecido en la Constitución General de la República para la designación de los ministros que la integran y las pretensiones manifiestas del jefe del Ejecutivo, expresadas reiteradamente, de llevar a cabo una reforma profunda del Poder Judicial.

El presidente no hizo más que jugar, desde el principio del proceso de designación de la nueva ministra, ante la renuncia de Arturo Zaldívar, con las fichas a su disposición y, desde luego, garantes de toda lealtad al primer mandatario, consciente de que, finalmente, la designación recaería en él.

Evidentemente, el Ejecutivo no cejará en su intención reformadora. Desde Palacio se ha anunciado en repetidas ocasiones que ya se prepara la iniciativa respectiva para ello, con la finalidad fundamental de que la integración del Poder Judicial se realice por voto popular, acompañando esta propuesta con una narrativa recurrente que enfatiza, desde su particular óptica, la descomposición existente en el órgano jurisdiccional, a la que se viene a sumar, hoy, una voz más, desde el corazón de la propia Corte.

En el discurso pronunciado el día de su investidura, la ministra Batres anunció el carácter que asumirá en los debates y la orientación de sus decisiones. El señalamiento expreso de que la Corte comete excesos y subordina a la propia Constitución a sus designios es una severa crítica que se alinea con las expresiones y acres señalamientos que se han expresado desde Palacio Nacional.

Nadie es ajeno a la identidad que existe entre la nueva ministra y el jefe del Poder Ejecutivo y, sobre todo, la fidelidad que ella le profesa, lo que no es de extrañar, dada su cercanía y antecedentes profesionales. Tampoco es de extrañar el nombramiento, tomando en cuenta el pragmatismo político con que se ha conducido la presente administración para lograr sus propósitos, con un discurso que enfatiza, como bandera, la incuestionable necesidad de cambio, para corregir los graves vicios del pasado y regenerar la vida pública de México.

Más allá de la formalidad y el protocolo estricto con que se condujo el acto de toma de protesta y la investidura de la ministra Batres, el tenor de su disertación, los contenidos y el tono de su crítica, dan indicios del ambiente que podremos esperar, en principio, en los meses complejos y turbulentos de este año electoral y cuando los máximos tribunales deban intervenir para resolver sobre las impugnaciones y demandas que ante ellos se presenten casi indefectiblemente.

El último tramo de la administración arranca con una nebulosa de retos e incertidumbres. A pesar de ello, deseamos a nuestros amables lectores un año de felicidad, paz y prosperidad.

Bienvenido, 2024.

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