Mi día libre en... Chiringuito Oasis, en Fuengirola
Uno está considerado un auténtico templo del producto a nivel nacional –Los Marinos José. Otro es de los mejores chiringuitos de la Costa del Sol, siempre apostando por buena materia prima y un servicio cuidado –Oasis. Apenas 800 metros los separan a uno del otro, ambos en Fuengirola, en la zona de Carvajal. Y qué decir de quienes están detrás de ambos restaurantes, de la misma generación, ‘vecinos’ de toda la vida y con las ideas muy claras.
Visitamos el chiringuito Oasis una mañana de invierno con Pablo Sánchez (Los Marinos) para una conversación tranquila –¡y con maravillosas vistas!– con Alfonso González (Oasis).
De la misma generación, con negocios de hostelería vecinos, en Fuengirola… ¿Cómo os conocisteis?
Alfonso González: Conozco a Pablo prácticamente de siempre, de venir al chiringuito con la familia. Sus padres y los míos eran amigos y se conocen de toda la vida. Yo empecé aquí echando una mano cuando era pequeño. Recuerdo fregar platos y vasos subido a una caja de refrescos porque no llegaba al fregadero, imagina…
Pablo Sánchez: Sí, somos más o menos de la misma quinta. En mi casa conocemos a Alfonso y a los suyos desde hace muchísimos años y yo suelo venir a Oasis cuando puedo. ¡Mira qué sitio! ¡Qué vistas!
Teniendo en cuenta que habéis crecido en un restaurante, viviendo en primera persona lo que es gestionar un negocio de hostelería, ¿en qué momento decidís tomar las riendas?
P. S.: En mi caso todo viene de mi pereza para estudiar. Mi padre me dejó bien claro, desde la adolescencia, que solo había dos opciones: estudiar o trabajar. Recuerdo que tomé la decisión después de pasar todo un verano trabajando a tiempo completo en la cocina, casi llevándola yo solo. Me di cuenta de que ese era el camino, así lo creí entonces. A día de hoy, sabiendo lo sacrificado que es esto, igual me habría quedado con los libros –comenta entre risas.
A. G: Es cierto que esto exige muchísima entrega y es complicadísimo desconectar. Yo fui a la universidad y estudié Ingeniería. Estuve varios años en el Parque Tecnológico y, llegado un momento, opté por prepararme oposiciones para conseguir una plaza de profesor en Secundaria. Mientras tanto estuve centrado en el chiringuito, para tener ingresos, como algo secundario. Hice las prácticas de formación con los adolescentes y lo vi claro. ¡Más fácil lidiar con el negocio que con los críos! Así que nada. Estoy en el Oasis desde 2011 aproximadamente.
A nivel gastronómico, ¿qué es lo que más destacáis del restaurante del otro?
A. G.: Hay infinidad de aspectos de Los Marinos que me encantan y que han hecho que sea un restaurante referente. El producto, por supuesto, la materia prima que manejan Pablo y los suyos en la cocina. Por otra parte está el servicio. Ambos aspectos son sobresalientes y eso se evidencia en la experiencia de ir a comer a la casa de Pablo y los suyos.
P. S.: La honestidad y la confianza, saber que no se engaña al cliente. Eso es algo que valoro mucho en sitios como este. Luego está la ubicación, pegado a la playa, con esta temperatura tan especial. Lo tiene todo. Y Alfonso decía de nuestro producto, pero creo que es algo que hacemos en los dos sitios, apostar por la calidad.
Especialistas ambos en pescados y mariscos, con una ubicación relativamente similar, muy cerca el uno del otro… Se dan puntos en común pero también diferencias, ¿no?
A. G.: Está claro. Nada que ver. Pablo y Los Marinos juegan en la ‘Champions League’ –sonríe al compañero.
P. S.: En mi opinión cada uno tiene lo suyo. Ellos a su favor la ubicación, por ejemplo, y luego que hay que pensar una cosa. Igual yo vendo cigalas de 250 euros y él de 100, pero el quid de la cuestión está en el perfil del público. Misma calidad pero igual el tamaño, la envergadura, es distinta. Su público se puede gastar y se gasta X y en Los Marinos es Y.
Pablo Sánchez y Alfonso González.
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MARTÍN MESA
La sostenibilidad del medio marino es uno de los grandes desafíos –y entendemos que preocupaciones– de restaurantes como los vuestros, muy enfocados a la pesca del día. ¿Cuál es vuestra percepción respecto a lo que está sucediendo?
P. S.: ¿Sabes? Cada día es más complicado completar la vitrina que ves ahí. Lo primero es la escasez de producto. Y segundo, como consecuencia, el alza de los precios. A veces me planteo si apostar por verduras y hortalizas, por carnes, pero están igualmente por las nubes. Los presupuestos no llegan. ¡Cómo ha cambiado todo en estos años!
A. G.: Los precios han subido una barbaridad y al final lo pagamos todos. Hay que revisar costes, hacer cuentas para que el negocio siga adelante. Hay personas que no entienden o no quieren entender lo que pasa y qué hay tras el producto que se le presenta y se le cocina.
P. S.: Tal cual, que se etiqueta rápido a los sitios. El problema va a ir a mayores, si no se respetan los cupos, los paros, etc. El día de mañana va a darse una escasez absoluta, como ya está pasando. Llevamos unos años especialmente complicado. Este verano hemos estado pagando las coquinas a 50 euros el kilo. Imagina cómo está la cosa…
Es evidente que los tiempos son otros. En el producto estáis evidenciándolo e imaginamos en otros aspectos. Al fin y al cabo estamos viviendo una edad de oro –gastronómicamente hablando– en la Costa del Sol. ¿De qué manera lo percibís como hosteleros?
P. S.: La oferta es más amplia y variada y se encuentra mucha calidad. Antiguamente el que venía a Andalucía de ruta tenía cuatro o cinco apuntados pero ahora Málaga ofrece numerosas propuestas. Hay restaurantes de alto nivel, para diferentes presupuestos y se come estupendamente. Aquí se ha apostado por una hostelería de altura y los amantes de la gastronomía encuentran un destino donde disfrutar a la mesa y con un clima privilegiado. Eso es algo que no tienen otros puntos de España.
A. G.: Tal cual. Nosotros solemos cerrar de principios de diciembre hasta marzo y el trabajo no falta. Hemos aprovechado en ese tiempo para hacer reforma y adaptarnos, para dar un paso al frente y mejorar instalaciones. Sabemos lo que queremos y a quienes nos dirigimos y estamos trabajando muchísimo. Ha sido un verano redondo, la verdad.
Esos meses de cierre también vendrán bien para disfrutar del ocio, de la familia… En una profesión tan entregada como esta, con el plus de ser hosteleros, dueños del negocio, ¿cómo se concilia en un trabajo tan entregado como este?
P. S.: Nosotros cerramos en diciembre y regresamos en el mes de febrero. Durante la temporada, solo funcionamos de martes a sábado y eso nos da margen para estar con los hijos, con la familia, hacer plan con los amigos… Y la Navidad, ¿sabes la de Nocheviejas que he estado currando? No está pagado, en serio. Nos compensa, a nosotros y al equipo, por supuesto, que al final viene a trabajar más contento, más animado, porque encuentran opciones para conciliar con los suyos.
A. G.: Lo de cerrar los domingos que hacen en Los Marinos es un acierto. Ha sido un ejemplo para otros muchos sitios, ¿eh? No lo descarto –comenta entre risas. Aquí, en Oasis, cerramos los martes. Es cierto que es complicado pero cuando baja el trabajo y estamos en temporada baja no solemos abrir para el servicio de cena y eso nos da juego para aprovechar y hacer otras cosas. A las cinco o las seis estamos listos.
¡Qué diferencia en cuanto a mentalidad entre las generaciones! Seguro que vuestros padres, vuestras madres, se extrañaron cuando decidisteis ajustar horarios.
P. S.: ¡Ya te digo! Mi padre está jubilado, aunque sigue llegándose al restaurante a ver qué se mueve allí. Cuando le comentamos lo de los domingos y los lunes se echó las manos a la cabeza. Ellos vienen de una época complicada, con necesidades, más escasez, y no se planteaban la importancia del descanso, de la conciliación.
A. G.: Tal cual. Lo mismo en mi casa. Mi padre falleció unos meses después de jubilarse. Te das cuenta que lo que disfrutas, las experiencias que vives, al final es lo que te llevas, lo que te llena, así que paso a paso ajustando horarios y esos aspectos que se pueden ir mejorando para tener bienestar en el día a día.
Como profesionales y empresarios, ¿cuál es la mejor recompensa que recibís?
P. S.: Primero poder llenar la vitrina por las mañanas. Encontrar buen producto. Después, por la noche, ver que lo has vendido todo, que se ha quedado vacío. La rotación es el indicador de cómo están yendo las cosas.
A. G.: Y es que diariamente arriesgamos. Te arriesgar al comprar ciertos productos, con los precios que hay, pero bueno. Obviamente tenemos herramientas para hacer cierta previsión y conseguir el objetivo: que la vitrina se quede vacía a diario.
P. S.: En Los Marinos he aprendido una cosa. Se diferenciar bastante bien el tipo de cliente que entra por la puerta y qué tipo de consumo hará. Fíjate. El quid de la cuestión está en si al entrar en el restaurante se para delante del mostrador. Los disfrutones, los auténticos amantes de la gastronomía, pasan el umbral y se detienen a observar qué hemos traído. Si del tirón van al salón a la mesa, mal vamos… (risas).
Pablo Sánchez, Los Marinos
Pablo Sánchez a la mesa del Chiringuito Oasis.
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MARTÍN MESA
Jefe de cocina de Los Marinos José, en Fuengirola. Se ocupa de seleccionar el producto a diario, gestiona codo con codo el negocio familiar junto a su hermano, Jose, y lleva a los fogones desde la adolescencia. Más de media vida dando con pescados y mariscos de gran nivel y dándoles el toque justo y preciso para ofrecer a la mesa de sus comensales.
Pablo es el alma de la propuesta gastronómica de Los Marinos, un auténtico templo del producto que es cada vez más reconocido a nivel nacional internacional. Se considera mal estudiante –“muy perezoso”– y eso le llevó a pasar un verano entero en el negocio de la familia. “Tuve claro que aquí me quedaba”, nos comenta. Disfruta de su tiempo libre con la familia, con su mujer y sus hijas, y tiene muy claro que tan importante como lo profesional es lo personal, por lo que en el restaurante apuestan por horarios que faciliten la conciliación laboral. Este mes de diciembre han arrancado las obras de reforma del establecimiento, que regresará con la primavera para seguir poniendo en el plato el mejor producto del mar.
Alfonso González, Chiringuito Oasis
Alfonso González nos recibe en el Oasis.
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MARTÍN MESA
Gestor/director del Chiringuito Oasis, en Fuengirola. Alfonso tiene entre sus recuerdos de infancia el echar una mano en el restaurante de la familia cuando tenía vacaciones o alguna tarde libre. “Me subía a una caja de refrescos para limpiar los vasos y los platos”, comenta con GURMÉ Málaga.
Cursó Ingeniería en la universidad y desempeñó esta profesión en el PTA durante un tiempo, probó a opositar y empezó a trabajar en el Oasis como ingreso secundario, mientras pasaba las mañanas en la biblioteca. Tras unas prácticas en un centro de educación secundaria lo vio claro: “Prefería mil veces el chiringuito que los quebraderos de cabeza de los adolescente”, dice entre risas. Fue incorporándose así de manera muy presente a la gestión y el día a día del restaurante, hasta que su padre se jubiló y él se quedó al frente de la empresa. Ha heredado la filosofía de este, su visión del negocio: ofrecer buena calidad y un ambiente y trato cercano con el cliente. Estos aspectos lo han consolidado como uno de los mejores chiringuitos de la Costa del Sol.
Visitamos el chiringuito Oasis una mañana de invierno con Pablo Sánchez (Los Marinos) para una conversación tranquila –¡y con maravillosas vistas!– con Alfonso González (Oasis).
De la misma generación, con negocios de hostelería vecinos, en Fuengirola… ¿Cómo os conocisteis?
Alfonso González: Conozco a Pablo prácticamente de siempre, de venir al chiringuito con la familia. Sus padres y los míos eran amigos y se conocen de toda la vida. Yo empecé aquí echando una mano cuando era pequeño. Recuerdo fregar platos y vasos subido a una caja de refrescos porque no llegaba al fregadero, imagina…
Pablo Sánchez: Sí, somos más o menos de la misma quinta. En mi casa conocemos a Alfonso y a los suyos desde hace muchísimos años y yo suelo venir a Oasis cuando puedo. ¡Mira qué sitio! ¡Qué vistas!
Teniendo en cuenta que habéis crecido en un restaurante, viviendo en primera persona lo que es gestionar un negocio de hostelería, ¿en qué momento decidís tomar las riendas?
P. S.: En mi caso todo viene de mi pereza para estudiar. Mi padre me dejó bien claro, desde la adolescencia, que solo había dos opciones: estudiar o trabajar. Recuerdo que tomé la decisión después de pasar todo un verano trabajando a tiempo completo en la cocina, casi llevándola yo solo. Me di cuenta de que ese era el camino, así lo creí entonces. A día de hoy, sabiendo lo sacrificado que es esto, igual me habría quedado con los libros –comenta entre risas.
A. G: Es cierto que esto exige muchísima entrega y es complicadísimo desconectar. Yo fui a la universidad y estudié Ingeniería. Estuve varios años en el Parque Tecnológico y, llegado un momento, opté por prepararme oposiciones para conseguir una plaza de profesor en Secundaria. Mientras tanto estuve centrado en el chiringuito, para tener ingresos, como algo secundario. Hice las prácticas de formación con los adolescentes y lo vi claro. ¡Más fácil lidiar con el negocio que con los críos! Así que nada. Estoy en el Oasis desde 2011 aproximadamente.
A nivel gastronómico, ¿qué es lo que más destacáis del restaurante del otro?
A. G.: Hay infinidad de aspectos de Los Marinos que me encantan y que han hecho que sea un restaurante referente. El producto, por supuesto, la materia prima que manejan Pablo y los suyos en la cocina. Por otra parte está el servicio. Ambos aspectos son sobresalientes y eso se evidencia en la experiencia de ir a comer a la casa de Pablo y los suyos.
P. S.: La honestidad y la confianza, saber que no se engaña al cliente. Eso es algo que valoro mucho en sitios como este. Luego está la ubicación, pegado a la playa, con esta temperatura tan especial. Lo tiene todo. Y Alfonso decía de nuestro producto, pero creo que es algo que hacemos en los dos sitios, apostar por la calidad.
Especialistas ambos en pescados y mariscos, con una ubicación relativamente similar, muy cerca el uno del otro… Se dan puntos en común pero también diferencias, ¿no?
A. G.: Está claro. Nada que ver. Pablo y Los Marinos juegan en la ‘Champions League’ –sonríe al compañero.
P. S.: En mi opinión cada uno tiene lo suyo. Ellos a su favor la ubicación, por ejemplo, y luego que hay que pensar una cosa. Igual yo vendo cigalas de 250 euros y él de 100, pero el quid de la cuestión está en el perfil del público. Misma calidad pero igual el tamaño, la envergadura, es distinta. Su público se puede gastar y se gasta X y en Los Marinos es Y.
Pablo Sánchez y Alfonso González.
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MARTÍN MESA
La sostenibilidad del medio marino es uno de los grandes desafíos –y entendemos que preocupaciones– de restaurantes como los vuestros, muy enfocados a la pesca del día. ¿Cuál es vuestra percepción respecto a lo que está sucediendo?
P. S.: ¿Sabes? Cada día es más complicado completar la vitrina que ves ahí. Lo primero es la escasez de producto. Y segundo, como consecuencia, el alza de los precios. A veces me planteo si apostar por verduras y hortalizas, por carnes, pero están igualmente por las nubes. Los presupuestos no llegan. ¡Cómo ha cambiado todo en estos años!
A. G.: Los precios han subido una barbaridad y al final lo pagamos todos. Hay que revisar costes, hacer cuentas para que el negocio siga adelante. Hay personas que no entienden o no quieren entender lo que pasa y qué hay tras el producto que se le presenta y se le cocina.
P. S.: Tal cual, que se etiqueta rápido a los sitios. El problema va a ir a mayores, si no se respetan los cupos, los paros, etc. El día de mañana va a darse una escasez absoluta, como ya está pasando. Llevamos unos años especialmente complicado. Este verano hemos estado pagando las coquinas a 50 euros el kilo. Imagina cómo está la cosa…
Es evidente que los tiempos son otros. En el producto estáis evidenciándolo e imaginamos en otros aspectos. Al fin y al cabo estamos viviendo una edad de oro –gastronómicamente hablando– en la Costa del Sol. ¿De qué manera lo percibís como hosteleros?
P. S.: La oferta es más amplia y variada y se encuentra mucha calidad. Antiguamente el que venía a Andalucía de ruta tenía cuatro o cinco apuntados pero ahora Málaga ofrece numerosas propuestas. Hay restaurantes de alto nivel, para diferentes presupuestos y se come estupendamente. Aquí se ha apostado por una hostelería de altura y los amantes de la gastronomía encuentran un destino donde disfrutar a la mesa y con un clima privilegiado. Eso es algo que no tienen otros puntos de España.
A. G.: Tal cual. Nosotros solemos cerrar de principios de diciembre hasta marzo y el trabajo no falta. Hemos aprovechado en ese tiempo para hacer reforma y adaptarnos, para dar un paso al frente y mejorar instalaciones. Sabemos lo que queremos y a quienes nos dirigimos y estamos trabajando muchísimo. Ha sido un verano redondo, la verdad.
Esos meses de cierre también vendrán bien para disfrutar del ocio, de la familia… En una profesión tan entregada como esta, con el plus de ser hosteleros, dueños del negocio, ¿cómo se concilia en un trabajo tan entregado como este?
P. S.: Nosotros cerramos en diciembre y regresamos en el mes de febrero. Durante la temporada, solo funcionamos de martes a sábado y eso nos da margen para estar con los hijos, con la familia, hacer plan con los amigos… Y la Navidad, ¿sabes la de Nocheviejas que he estado currando? No está pagado, en serio. Nos compensa, a nosotros y al equipo, por supuesto, que al final viene a trabajar más contento, más animado, porque encuentran opciones para conciliar con los suyos.
A. G.: Lo de cerrar los domingos que hacen en Los Marinos es un acierto. Ha sido un ejemplo para otros muchos sitios, ¿eh? No lo descarto –comenta entre risas. Aquí, en Oasis, cerramos los martes. Es cierto que es complicado pero cuando baja el trabajo y estamos en temporada baja no solemos abrir para el servicio de cena y eso nos da juego para aprovechar y hacer otras cosas. A las cinco o las seis estamos listos.
¡Qué diferencia en cuanto a mentalidad entre las generaciones! Seguro que vuestros padres, vuestras madres, se extrañaron cuando decidisteis ajustar horarios.
P. S.: ¡Ya te digo! Mi padre está jubilado, aunque sigue llegándose al restaurante a ver qué se mueve allí. Cuando le comentamos lo de los domingos y los lunes se echó las manos a la cabeza. Ellos vienen de una época complicada, con necesidades, más escasez, y no se planteaban la importancia del descanso, de la conciliación.
A. G.: Tal cual. Lo mismo en mi casa. Mi padre falleció unos meses después de jubilarse. Te das cuenta que lo que disfrutas, las experiencias que vives, al final es lo que te llevas, lo que te llena, así que paso a paso ajustando horarios y esos aspectos que se pueden ir mejorando para tener bienestar en el día a día.
Como profesionales y empresarios, ¿cuál es la mejor recompensa que recibís?
P. S.: Primero poder llenar la vitrina por las mañanas. Encontrar buen producto. Después, por la noche, ver que lo has vendido todo, que se ha quedado vacío. La rotación es el indicador de cómo están yendo las cosas.
A. G.: Y es que diariamente arriesgamos. Te arriesgar al comprar ciertos productos, con los precios que hay, pero bueno. Obviamente tenemos herramientas para hacer cierta previsión y conseguir el objetivo: que la vitrina se quede vacía a diario.
P. S.: En Los Marinos he aprendido una cosa. Se diferenciar bastante bien el tipo de cliente que entra por la puerta y qué tipo de consumo hará. Fíjate. El quid de la cuestión está en si al entrar en el restaurante se para delante del mostrador. Los disfrutones, los auténticos amantes de la gastronomía, pasan el umbral y se detienen a observar qué hemos traído. Si del tirón van al salón a la mesa, mal vamos… (risas).
Pablo Sánchez, Los Marinos
Pablo Sánchez a la mesa del Chiringuito Oasis.
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MARTÍN MESA
Jefe de cocina de Los Marinos José, en Fuengirola. Se ocupa de seleccionar el producto a diario, gestiona codo con codo el negocio familiar junto a su hermano, Jose, y lleva a los fogones desde la adolescencia. Más de media vida dando con pescados y mariscos de gran nivel y dándoles el toque justo y preciso para ofrecer a la mesa de sus comensales.
Pablo es el alma de la propuesta gastronómica de Los Marinos, un auténtico templo del producto que es cada vez más reconocido a nivel nacional internacional. Se considera mal estudiante –“muy perezoso”– y eso le llevó a pasar un verano entero en el negocio de la familia. “Tuve claro que aquí me quedaba”, nos comenta. Disfruta de su tiempo libre con la familia, con su mujer y sus hijas, y tiene muy claro que tan importante como lo profesional es lo personal, por lo que en el restaurante apuestan por horarios que faciliten la conciliación laboral. Este mes de diciembre han arrancado las obras de reforma del establecimiento, que regresará con la primavera para seguir poniendo en el plato el mejor producto del mar.
Alfonso González, Chiringuito Oasis
Alfonso González nos recibe en el Oasis.
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MARTÍN MESA
Gestor/director del Chiringuito Oasis, en Fuengirola. Alfonso tiene entre sus recuerdos de infancia el echar una mano en el restaurante de la familia cuando tenía vacaciones o alguna tarde libre. “Me subía a una caja de refrescos para limpiar los vasos y los platos”, comenta con GURMÉ Málaga.
Cursó Ingeniería en la universidad y desempeñó esta profesión en el PTA durante un tiempo, probó a opositar y empezó a trabajar en el Oasis como ingreso secundario, mientras pasaba las mañanas en la biblioteca. Tras unas prácticas en un centro de educación secundaria lo vio claro: “Prefería mil veces el chiringuito que los quebraderos de cabeza de los adolescente”, dice entre risas. Fue incorporándose así de manera muy presente a la gestión y el día a día del restaurante, hasta que su padre se jubiló y él se quedó al frente de la empresa. Ha heredado la filosofía de este, su visión del negocio: ofrecer buena calidad y un ambiente y trato cercano con el cliente. Estos aspectos lo han consolidado como uno de los mejores chiringuitos de la Costa del Sol.