Rompamos el silencio, el movimiento activista que antecedió al 15M: orígenes, okupaciones sorpresa y victorias
El 29 de junio de 2006, unas sesenta personas entraron en la sede de la Sociedad General de Autores (SGAE) con caretas del cantante Ramoncín. Protestaban por el entonces famoso canon que establecía la Ley de Propiedad Intelectual (se paga al comprar los CD vírgenes o equipos capaces de grabar música). Arrojaban billetes fotocopiados de 100 euros por los aires y proferían lemas como “¡Luchar, crear cultura popular!”.
Se trataba de una de las acciones de Rompamos el silencio, una iniciativa que, aunque no era completamente nueva, pilló por sorpresa a los medios de comunicación, que titubeaban a la hora de delimitar las siluetas de los activistas. ¿Okupas? –la Semana había comenzado con la okupación temporal de los abandonados cines Bogart el día anterior–, “grupo de personas”, “jóvenes antisistema”… quizá por ello, el movimiento creo su propio Centro de medios en internet, una demostración más de su búsqueda de la autonomía.
Rompamos el Silencio era una reunión temporal –aunque preparada durante bastante tiempo– de colectivos e individuos de la izquierda autónoma y anticapitalista bajo el eslogan Semana de lucha social. Rompamos el silencio (ReS). Tuvo dos etapas, entre 1998 y 2000, para después retomar de 2005 a 2011. En medio, la eclosión antiglobi y las contracumbres, que dieron paso a un relevo generacional que, sin embargo, mantuvo los ejes rectores de la experiencia.
Las actividades se articulaban entorno a ejes temáticos, se desarrollaban asambleas, talleres de activismo y se articulaban acciones puntuales en el espacio público que se comunicaban en el último momento y por medio de redes informales.
Había dos constantes, la aparición sorpresiva de un nutrido grupo de activistas en distintos puntos de la ciudad y la okupación temporal de un inmueble, que servía de centro neurálgico de la semana. También fueron habituales irrupciones en puntos neurálgicos del sistema, como la de la bolsa de Madrid o la sede de la SGAE.
Los pasacalles reivindicativos de Rompamos el Silencio eran primos cercanos del movimiento Reclaim the Streets, surgido en Londres en los noventa, y sus formas de desobediencia civil festiva y de ocupación de la calle continuarían en los Movimientos Antiglobalización. A principios de la década, se hizo común en Inglaterra protestar contra la construcción de carreteras con okupaciones creativas de los espacios en conflicto. Al llegar en 1993 la ola a la autopista M11, que atravesaba un área residencial del noroeste de Londres, las protestas se desplazaron del campo a la ciudad.
Un grupo de activistas mantuvo durante meses una performance, okupando permanentemente Claremont Road. Se instalaron objetos artísticos susceptibles de transformarse repentinamente en barricadas e hicieron falta 1300 antidisturbios para desalojarlos. Había nacido una forma de protesta con anclajes culturales en la idea de Zona Temporalmente Autónoma de Hakim Bey, la cultura rave (la localización de los RtS se difundía en el último momento también), o la muy británica referencia popular a los enclosures (cercamientos) que pronto anidaría en los círculos políticos hispanos con una referencia constante al procomún. Y los Relcaim the Streets, por supuesto, se extendieron por todo el mundo.
Siempre hay antecedentes, más o menos directos, de un movimiento o suceso social. Si Rompamos el Silencio fue uno de los hermanos mayores del 15M –como veremos– a la semana de lucha le habían antecedido otros, como cuenta David García de Aróstegui en Tomar y hacer en vez de pedir y esperar. Autonomía y movimientos sociales. Madrid, 1985-2011:
“Los antecedentes de una Semana de Lucha Social con temáticas similares a lo que sería el ReS de 1998 (básicamente la exclusión social) podrían remontarse a 1977, cuando la Coordinadora de Grupos Marginales de Madrid, donde había colectivos como la COPEL (Coordinadora de Presos en Lucha, próxima a la CNT de la época), organizó una Semana de Lucha contra la ley de Peligrosidad Social, sustituta de la Ley de vagos y maleantes”.
A ello, habría que sumar experiencias inmediatamente anteriores como la acampada durante una semana frente al Ministerio de Salud en mayo 1996 (sí, en mayo) o la okupación simbólica durante varios días de la catedral de la Almudena en diciembre de 1997.
Pero en las llamativas acciones de las Semana de lucha social también influyeron otras experiencias, como las okupaciones de Oficinas de Empleo y hoteles de lujo que habían llevado las Asambleas de Parados en Francia. Y, por supuesto, estaban envueltos en las formas de lucha autóctonas, de gran tradición asamblearia. Fueron actores fundamentales la Coordinadora de Barrios, que tenía su cuartel general en la parroquia de Entrevías (San Carlos Borromeo), Madres contra la droga, el movimiento contra el tratado de Maastrich, Traperos de Emaús…
A este magma hubieron de sumarse los distintos nodos de los que se vino a llamar la Autonomía, un movimiento juvenil ajeno a partidos políticos de gran importancia en la década de los noventa. Se coordinaban a través de Lucha Autónoma y desarrollaban la mayoría de su actividad en okupas, como el Centro Social El Laboratorio.
En la primera etapa, por ejemplo, se okuparon los antiguos cuarteles de Daoiz y Velarde, reclamados por el vecindario como equipamientos sociales, y las Madres contra la Droga llenaron de ataúdes de cartón las puertas de la sede de Instituciones Penitenciarias, en la Calle Alcalá, y la de la casa del director general de Instituciones Penitenciarias.
La segunda etapa de ReS empieza en 2005 y tiene un punto de continuidad claro en el lugar donde se prepara: de nuevo, San Carlos Borromeo. Como sede de la Semana se okupó un edificio vacío en el número 41 de la calle de San Bernardo, que a día de hoy va camino de convertirse en un gran hotel. Al año siguiente, se hizo lo propio con los cines Bogart (al ladito del Congreso de los Diputados) pero la acción que más revuelo formó fue la okupación temporal de la SGAE a la que nos referíamos al principio. En 2007, a diferencia del resto de ediciones, la okupación se convertiría en permanente. Había nacido el Patio Maravillas (en su primera sede, en un colegio de la calle Acuerdo 8), un espacio social que tendría una importancia crucial en los movimientos sociales madrileños durante varios años.
Malasaña fue uno de los barrios donde se vivieron más acciones de la Semana de lucha social. En 2008 se tapió la sede de Triball, una empresa que había comprado numerosos locales en la zona de Ballesta e intentaba poner de moda el barrio y la identificación del barrio con su marca. La gentrificación había llegado.
Todavía en 2009 nuestro medio Somos Malasaña tuvo tiempo de ser testigo de la okupación por parte de medio centenar de activistas y la reapertura de los Cines Luna durante tres días. En la misma edición, se trató de okupar el Casino de Madrid de la calle Alcalá, con la deteción de 52 activistas, puestos en libertad tras declarar ante el juez.
En 2011, Rompamos el Silencio fue uno de los antecedentes directos del 15M. El 30 de abril se hizo un pasacalle que partía de la plaza de las Comendadoras. Algunos de los hashtags que animaban la convocatoria en twitter anticipaban lo que sucedería poco después: #Nolesvotes #sinmiedo #juventudsinfuturo o #democraciarealya. Como en otras ocasiones, el paseo reivindicativo –planteado como una suerte de preámbulo del Primero de Mayo–acabó con la okupación express de la antigua sede del INEM en el número 20 de Alberto Aguilera, que llevaba dos años cerrada. En esta ocasión, la policía desalojó el inmueble en solo unas horas.
El edificio donde estaba la oficina era la antigua casa de socorro y Tenencia de Alcaldía del Distrito de Universidad, que estuvo a punto de ser la sede cedida al Patio Maravillas en la época de Carmena y acabó siendo en 2018 la actual de la Casa de México.
Poco antes, había sido la manifestación seminal de Juventud Sin Futuro y quince días después la convocatoria de Democracia Real Ya y otras organizaciones que acabó en acampada…y en cambio de ciclo dentro de los movimientos sociales, que sin embargo continuaron con el método asambleario y las dinámicas de okupación de la calle que habían caracterizado a Rompamos el Silencio y que, durante un tiempo, se convirtieron en masivas.