La mujer que asesinó a su amante con un picahielo y lo “cocinó” para quedarse con la ayuda estatal que cobraba
La hermana de Ángela Stoldt la vio con la mirada perdida y a punto de hacer una locura. Por eso, llamó al 911 para pedir ayuda. Sola no podía contenerla. Ángela temblaba y llevaba varios días angustiada y sin dormir. Todo el tiempo sentía que la mujer podía cometer una locura contra sus hijos o contra ella misma. La idea del suicidio rondaba todo el tiempo. Entonces, no aguantó más y llamó a la policía para pedir ayuda.
Por infobae.com
Apenas llegó el patrullero con la pareja de oficiales la mujer se descargó. Frente a sus padres y los agentes, Ángela Stoldt primero sostuvo que “había cometido un delito”. Lloraba y tenía la mirada perdida. Los policías se inquietaron y repreguntaron para obtener más detalles. Entonces la mujer se despachó con todo lo que había hecho. Los agentes se miraron horrorizados. No atinaron ni a ponerle las esposas en un primer momento, pese a que ella ofrecía sus muñecas mansamente.
Ángela vivía en una zona obrera en Deltona, Florida. Una localidad de casas de madera humildes de trabajadores que en general viajaban hasta Miami a emplearse en las múltiples actividades que generaba el turismo en la ciudad.
El perfil de la víctima
James Sheaffer tenía 36 años, estaba casado y tenía tres hijos. Trabajaba como chofer de limusina y tenía una relación extramatrimonial con Stoldt. Además, Ángela cobraba una pensión de su vecino por incapacidad y luego le daba todo o parte del dinero, según los humores de la mujer.
El 3 de abril de 2013, James estacionó la limusina en su casa y le avisó a su esposa que iría por unas cervezas al bar. Tenía la excusa perfecta: esa noche había un partido de los Miami Heat, el equipo de la NBA del Estado de Florida. Sin embargo, volvió sobre sus pasos, cruzó la calle y se dirigió a la casa de Ángela. Allí, los amantes furtivos se besaron y bebieron vodka con hielo.
Lo que parecía una noche de sexo y pasión, era en realidad un plan pergeñado por Stoldt para sacarse de encima a James para siempre. La idea de la mujer era hacer desaparecer a su amante y quedarse con su pensión que ya cobraba y le daba parte del dinero al hombre.
Para eso, Ángela había puesto un potente somnífero en el vaso de su amante. Así, Sheaffer se durmió en forma profunda apenas los primeros sorbos. Y Ángela lo trasladó hasta el cementerio local y lo apuñalo sin piedad en la cara con un picahielos sin darle la chance de defenderse. Luego, para asegurarse que su plan terminará como lo había ideado lo estranguló con una cuerda.
El próximo problema que tenía la asesina era cómo deshacerse del cádaver. No podía dejarlo en el barrio enseguida lo relacionarían con ella. La relación que mantenían era un secreto a voces que ya muchos comentaban en los comercios de Deltona.
Cómo descartar el cuerpo
Stoldt usó un cuchillo y una sierra de las que sirven para cortar la leña. Así, cortó el cuerpo de James dentro de una pequeña pileta de lona que tenía en el fondo de su casa. El siguiente paso fue poner partes del cuerpo de su amante en ollas de agua hirviendo. Otro trozos fueron al horno en una asadera de metal. Mientras tanto, Ángela tomaba de la botella de vodka que horas antes había compartido con Sheaffer.
Algo confundida por el alcohol, el hedor a carne cocida empezó a inundar toda la casa. La asesina temió que los vecinos sospecharan algo y llamaran a la policía. Apagó los fuegos y metió las partes del cuerpo de James en bolsas de basura negras.
En ese momento, llegó a la casa su hijo adolescente. Ya habían pasado varias horas de la noche del crimen y la esposa de la víctima había alertado a la policía sobre su desaparición. En llantos, la mujer de James ubicó por última vez a su marido en el bar frente a la TV que pasaba el partido de los Heat, pero James nunca había llegado a sentarse en esa barra a beber cerveza con sus vecinos.
Mientras tanto, Ángela le mentía a su hijo. Le aseguró que en las bolsas había un ciervo que había atropellado con su auto la noche anterior. El chico sólo atinó a ayudarla. Antes de salir, el joven comentó sobre el olor a podrido que había por toda la casa. “Es una rata muerta que saqué del horno”, inventó la mujer sin titubear y sin dejar espacio para la duda del adolescente.
La policía comenzó a investigar la desaparición de James. Cuando se le preguntaba habitualmente, Ángela admitía que eran amigos y que ella lo había ayudado con sus asuntos financieros. Mientras tanto, ella enterraba su móvil y tiraba sus ollas a la basura por la zona. Se deshacía todo elemento que había usado esa noche del horror en la que cocinó el cuerpo de su amante y vecino.
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