¿Está Maduro boqueando?
Por supuesto que no está boqueando, pero no porque su popularidad esté en ascenso, ni porque haya logrado la proporción áurea en el cuadro de los sectores que le apoyan. Ninguna de las dos cosas está ocurriendo. Maduro no está boqueando porque Venezuela no es un país democrático y la ecuación gubernamental no depende del apoyo popular, sino de los factores de poder que la sostienen. En consecuencia, para lograr el cambio se necesita mucho más que preparar a los miembros de mesa; buscar unos cobres para la campaña y desplegar los cuadros por el país para recoger ese apoyo popular desafecto al régimen.
En realidad, el quid de la cuestión es cómo lograr las condiciones democráticas para una elección en un país que no es democrático.
Hay algunos que piensan que todo se resuelve si logramos conseguir un candidato que sea aceptado por el gobierno y logremos que el día señalado en la Asamblea Nacional, Maduro ponga la banda a su “potable”. En realidad, por allí no va la cosa. Esa cabra es muy difícil que se la metamos a quienes han leído las noticias sobre lo que ocurrió a Evo con Arce, a Correa con Lenin y a Uribe con Santos.
La vía no pareciera entonces la de buscar un candidato lo suficientemente “friendly”, sino crear las condiciones para que, independientemente de que el candidato les caiga simpático o no, podamos hacer unas elecciones decentes.
¿Es esto difícil? Sí, es muy difícil, pero es lo que hay, lo que nos ha tocado. Repasemos, por un momento algunos acontecimientos recientes y luego saquemos las conclusiones para ver si tenemos razones para ser optimistas o si hay que tirar tierrita y no jugar más.
Sobre las razones para el pesimismo, quizás no valdría la pena abundar. Son tantas y se explican tanto por si solas, que deberíamos ahorrarnos la ociosidad.
Además, siempre habrá unos sumos sacerdotes de la santa hermandad del vaso medio vacío, a quienes nunca se podrá convencer.
Vayamos, entonces, al lado opuesto. ¿Hay algunas razones para el optimismo? En realidad, son pocas, pero creemos que vale la pena destacarlas, por la sencilla razón de que no esta permitido rendirse sin dar la pelea que tenemos que dar.
La primera cosa que hay que constatar es que el partido de los pesimistas viene de perder un juego por goleada. Ese juego fue la realización de unas primarias exitosas. Este hecho fue un acontecimiento político mayor y está determinando las estrategias de todos los lados de la ecuación del poder en Venezuela.
El 22 de octubre no ocurrió el Armagedón final de las fuerzas opositoras que algunos vaticinaban dramática y otros histriónicamente en los programas de televisión. Tampoco tuvo lugar el pregonado fracaso del proceso por la precariedad de los medios de la CNP. Ninguna de las maniobras, las renuncias, las retiradas, los ninguneos del proceso, resultaron. Hay que reseñar, más bien como positivo, que muchos de los detractores de las primarias hoy admiten que sus resultados fueron exitosos y el punto de partida para el cambio democrático del país.
Desde este punto de vista, las primarias vinieron a corroborar la frase de Víctor Hugo: “Nada tiene más fuerza que una idea a la que ha llegado su momento” y no cabe duda de que el momento de las primarias ocurrió.
Las primarias exitosas también hicieron cometer al gobierno costosos errores en su estrategia: primero, las permitieron pensando que sus maniobras ya eran suficientes para hacerlas fracasar. Luego de ellas, se equivocan por segunda vez, lanzando la patética sentencia del TSJ, declarando que no había ocurrido, lo que todos vimos que ocurrió. El tercer error fue la convocatoria del referéndum y el show posterior que terminó como todos vimos que terminó. En el tenis se dice que todas estas pifias califican como “errores inducidos”
De esta manera, las primarias y su sorprendente resultado constituyen uno de los más importantes activos que tienen hoy las fuerzas democráticas. El tema de la legitimación y del liderazgo quedaron resueltos. Guste al gobierno o no guste, María Corina Machado y su performance en esas jornadas son un factor clave en el proceso que tenemos por delante.
¿Y cuál es ese proceso? Pues el que está en curso: una negociación compleja, con muchos protagonistas, con muchos intereses, con muchas aristas y que, para la salud democrática del país, conviene que concluya con unas elecciones libres.
Quizás lo más relevante de todo esto es que las partes involucradas aún tienen incentivos para que este siga su curso. Y esto es también un acontecimiento político mayor.
¿Todo esto puede abortarse? Claro que sí. El gobierno puede ceder ante la tentación totalitaria de Nicaragua y la oposición puede caer en la tentación de fastidiarse de seguir en la vía electoral. Hasta ahora tal cosa no ha ocurrido, más bien, lo repetimos, pareciera que las partes tienen incentivos para seguir andando en la tesitura en la que están. El gobierno no da ningún zarpazo final y Machado se mantiene en la idea de que nadie la sacará del camino electoral.
La fecha de las elecciones, las decisiones del TSJ sobre las inhabilitaciones, el tema de las sanciones, los intereses económicos y políticos de los aliados de ambas partes, son los ingredientes de este enorme estofado que se sigue cociendo a fuego lento.
Maduro no está boqueando y Machado sigue firme sin caer en provocaciones.
“Así están las cosas” nos diría Oscar Yanes.
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