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El nuevo libro de Molly Roden Winter: el placer del poliamor

El nuevo libro de Molly Roden Winter: el placer del poliamor

Los estadunidenses son raros respecto al sexo. Al fin y al cabo, empezamos siendo puritanos, quemando como brujas a adolescentes hormonales saludables y poniendo letras escarlata a las mujeres rebeldes. En la actualidad, utilizamos la carne para hacer publicidad de todo tipo de cosas, desde comida rápida hasta gotas para los ojos, pero le dificultamos a la gente el aborto e incluso el control de la natalidad. Ansiamos la libertad y el individualismo, pero también adoramos la seguridad de las reglas.Toda esta contradicción se pone de manifiesto en la creciente fascinación de Estados Unidos por el amor libre, como demuestra el número cada vez mayor de artículos de revistas, pódcasts, libros y programas de televisión sobre el tema. En los últimos años, en particular los liberales urbanos empezaron a abrazar el poliamor, la práctica de mantener varias relaciones románticas al mismo tiempo, que antes era territorio de los hippies, los mormones y de extrañas sectas en Texas, pero lo hacen a su manera, decidida, seria y estadunidense. Hay reglas —muchas—, guías, terapeutas especializados, redes de contactos y hasta sitios web que lo facilitan todo.El epicentro más candente del nuevo movimiento poliamoroso estadunidense parece ser mi propio barrio de Park Slope, Brooklyn, un lugar lo suficientemente acomodado como para que la gente contemple la autorrealización, pero no tan arribista como para no tener tiempo de actuar en consecuencia.Mientras leía el nuevo libro de Molly Roden Winter, More, no dejaba de pensar: “Conozco a esta mujer”, al menos metafóricamente. La he visto al dejar a los niños en la escuela o envolviendo queso en la cooperativa de alimentos ecológicos. Tiene cuarenta y tantos años, es guapa, pero no se esfuerza demasiado, lleva unos jeans rasgados y unas buenas botas, y tiene mucho tiempo libre mientras los niños están en clases.La autora, felizmente casada con un productor musical llamado Stewart, decide ocupar ese tiempo con otros hombres (y alguna que otra mujer). Cuenta con la bendición plena de Stewart, a quien le encantan sus aventuras extramatrimoniales y le permite hacer lo que quiera, siempre y cuando él se entere de todos los detalles. Esto tiene el previsible efecto vigorizante en su propia vida sexual, pero para Molly, el poliamor es tanto emocional como físico. Como muchas madres con un buen nivel de educación que abandonan la vía rápida para criar a sus hijos, Molly anhela una identidad que vaya más allá de la de esposa y madre.Así comienza el viaje de More, que es a la vez excitante y emocionalmente peligroso; sin embargo, como Roden Winter reflexiona, “es importante hacer lo peligroso. De lo contrario, tu propia sensación de seguridad puede asfixiarte. Es posible que te despiertes una mañana y te encuentres metido dentro del Tupperware con las sobras del pollo y las zanahorias que empacaste para el almuerzo de los demás, y no hay salida, no hay punto de entrada para el aire”.Stewart también se une a la fiesta con sus propias aventuras poliamorosas, lo que hace que las cosas sean más justas, pero también más complejas, y batallan por digerir no solo sus propios sentimientos y deseos, sino también los de múltiples parejas. Perdí la cuenta, pero en un momento parecía haber alrededor de ocho personas diferentes en rotación entre los dos, más jóvenes, más grandes, heterosexuales, homosexuales, atractivos, calvos, gordos y todo lo demás. ¿Quién dice que tener citas en Nueva Yorkes difícil?Hay momentos hilarantes, incómodos y aparentemente inevitables de depilación genital y sus malestares, encontrarse con parejas poliamorosas en la colina de trineos con los niños o lidiar con las preguntas de esos niños cuando se topan con el perfil de OkCupid de papá en una laptop abierta. “Mamá, ¿tú y papá están en un matrimonio abierto?”, pregunta su hijo Daniel. ¡Gulp! Sí. “¿Cuándo? Quiero decir, entiendo que papá tiene tiempo para eso, pero ¿cuándo lo haces? Muy bien, Daniel. Lo que más aprendí de este libro fue que incluso si tuviera el deseo del poliamor, no tengo la constitución para eso. ¿Cuándo duerme esta gente? ¿O comen?Si bien es fácil burlarse del matrimonio abierto —y Roden Winter lo hace muchas veces—, también está claro que ella y su esposo están involucrados en algo profundo. Se dan mutuamente el regalo de la libertad al mismo tiempo que se responsabilizan los dos de la honestidad y el compromiso con la relación central entre ellos. Eso es importante. La pareja tiene que batallar contra una gran cantidad de celos en ambos lados a cambio de la libertad pero, como la autora llega a comprender, citando una frase de The Ethical Slut, un manual sobre poliamor, “los celos son a menudo la máscara que lleva puesta el conflicto interno más difícil que tienes en este momento”.Para Roden Winter, se trata de un deseo de validación por parte de los demás, que —a medida que pasa por múltiples parejas— se da cuenta de que no es lo mismo que el deseo en sí. Claro, a ella le encantan las aventuras y las novedades, pero también le gusta demasiado complacer y eso la mete en problemas. En un momento dado, una pareja la deja plantada en un trío en el que ella se resistía a participar. Otras veces, se ve obligada a darse cuenta de que está utilizando a otras personas como accesorios en su propio drama con Stewart, en lugar de relacionarse plenamente con ellos como seres humanos individuales.Algunas personas resuelven este tipo de cosas con un terapeuta o con un intenso partido de tenis, pero para aquellos que tienen el estómago y la energía para eso, Roden Winter defiende con firmeza el matrimonio abierto como un crisol en el que se puede profundizar el amor a uno mismo, a la pareja y a los demás. En medio de toda la energía y emoción de sus múltiples relaciones, Stewart se mantiene como el centro sólido de su vida: la persona a la que llama cuando una cita sale mal, la persona a la que nunca dejará, incluso cuando se enamora de otro hombre que se lo pide (sí, puedes amar a más de una persona a la vez).Una vez, volviendo a casa después de una cita, la autora ve a su esposo a través de la ventana del sótano de su casa, trabajando en este estudio. “Mi esposo. Lo veo con otros ojos”, escribe, recordando la imagen de él mirando fijamente una pantalla, con las manos en el teclado del piano mientras su cuerpo se mueve al ritmo de la música.Durante muchos años le había molestado la dedicación de Stewart a su trabajo, el “archirrival” que competía con ella por su atención. “Pero ahora mi corazón se hincha de ternura y aprecio por él, por lo que es y por lo que hace”, añade. “Junto a este sentimiento se está formando un atisbo de idea. ¿Es posible que el hecho de que yo sea feliz con otro hombre me haga querer más a mi esposo, no menos?”. La respuesta en este caso es sí.

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