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El 'monstruo de Amstetten', quien violó a su hija y tuvo 7 hijos con ella, pide un recorte de su condena

Abc.es 
Astrid Wagner es una abogada muy peculiar. No solo defiende a Josef Fritzl , conocido como el 'monstruo de Anstetten', sino que ha representado a los más terribles delincuentes austriacos de las últimas décadas. Ha confesado que estuvo enamorada de un asesino en serie y ha publicado una biografía que podríamos describir como amable del hombre que sepultó a su hija en un zulo durante 24 años y la violó reiteradamente hasta tener siete hijos con ella. Ese hombre cumplirá en abril 89 años y ha pasado los primeros once de su condena en prisión, motivo por la que Astrid Wagner ha presentado una solicitud de reducción de la pena. Tal y como prevé el Código Penal de Austria, Josef Fritzl podría ser trasladado a una prisión común, en la que ya no estaría sometido a aislamiento como ahora , como paso previo antes de ser trasladado a una residencia de ancianos convencional. Tres magistrados de un tribunal regional escucharán hoy (jueves) sus argumentos para determinar si se le concede esa gracia. La cita con el condenado tendrá lugar a puerta cerrada. Astrid Wagner y Josef Fritzl intentarán convencer a los jueces de que Fritzl sufre de demencia senil y que, debido a su avanzada edad y sus limitaciones físicas, ya no constituye ningún peligro para nadie. Así lo ha certificado el informe pericial previo de una psiquiatra, pero no será sencillo. Toda Austria conserva en la memoria colectiva la declaración de Fritzl durante el juicio,, en 2008, cuando pronunció frases como «yo he nacido para violar». Noticias Relacionadas estandar No Austria estudia la excarcelación de Josef Fritzl, el 'monstruo de Amstetten', que secuestró y violó a su hija durante casi 25 años EP estandar No Arrestan a un hombre que tenía encerrados a seis niños en un sótano con armas D. S. C Una vez escuchada a la parte solicitante, los tres jueces se tomarán su tiempo para analizar la petición. No tienen que respetar un plazo, de manera que pueden prolongar el asunto cuanto quieran. Una vez que tomen su decisión y si es afirmativa, la acusación presentaría una apelación que debería ser a su vez estudiada por otro tribunal , también sin plazo, por lo que, teniendo en cuenta su edad, hay bastantes posibilidades de que no llegue con vida siquiera a la resolución definitiva de su solicitud, para tranquilidad de los austríacos, entre los que la posible salida de Fritzl de la prisión especial de Krems, a 80 kilómetros de Viena, ha causado gran indignación. La casa de los Fritzl en 2008, cuando se destapó el horror REUTERS Su abogada asegura que se ha vuelto «muy humilde» y que «se arrepiente mucho» de lo que hizo. Nadie duda que a sus casi 90 años siga constituyendo el mismo peligro, pero los austriacos singuen considerando que constituye un peligro social. El origen del monstruo La de Josef Fritzl no fue una infancia feliz : fue abandonado por su padre, un soldado nazi, cuando tenía 4 años. La crianza en solitario por pate de su madre derivó en un constante maltrato físico y verbal. Él lo ha negado, pero algunas informaciones afirman incluso que su madre lo prostituyó de niño . Aún así, su inteligencia le permitió superar la escuela y graduarse después como ingeniero. El nacimiento de Elizabeth fue lo que despertó en su mente enferma la idea de poder seguir violando En 1956 se casó con Rosemarie, cuando ella tenía sólo 17 años, y enseguida se manifestó como un marido y un padre controlador, características que profundizaron con el nacimiento de su cuarta hija , Elisabeth. Fritzl había sido denunciado por violar a una mujer en 1967, un delito por el que fue juzgado y pasó año y medio en la cárcel. Cuando recuperó la libertad, su esposa Rosemarie volvió a aceptarlo en casa y reanudaron su vida como si nada hubiese pasado. La pesadilla de Elizatbeh Tenían entonces tres hijos y al poco tiempo nació la niña, antes de los dos últimos hermanos. Precisamente el nacimiento de esta niña fue lo que despertó en su mente enferma la idea de poder seguir violando, disponiendo de alguien como él quería, sin volver por ello a la cárcel. Evitaba que la niña se acercase a otra gente , le hablaba mal a su hija de todo el mundo: de los otros niños de la escuela,d e los vecinos, de los miembros de su familia... hacía creer a la pequeña que todos estaban en su contra, que él era su único protector, y a la vez era muy exigente, quería que todo lo hiciese perfecto. Quería que fuese una niña modelo. El zulo del sótano donde Elizabeth estuvo secuestrada Reuters Los primeros abusos se fechan cuando ella tenía 11 años y trató de huir de ellos escapando de casa cuando tenía 16, pero el padre la persiguió hasta dar con ella y la hizo regresar por la fuerza. Ese es el momento en el que Fritzl construye un zulo subterráneo , una especie de vivienda básica a partir del taller en el que hacía sus chapuzas, y la secuestra en 1984. La obligó a escribir una carta a su madre en la que aseguraba que se ha ido de casa y pedía que por favor no la buscasen. Con esta carta y desde el momento en el que Elisabeth cumplió los 18 años, el caso quedó cerrado para la policía. Durante 24 años vivió sin otro contacto en 18 metros cuadrados, detrás de una puerta de hormigón de 300 kilos que se abría solamente con un código electrónico. Cada vez que su madre se inquietaba por el destino de la hija desaparecida, llegaba otra carta tranquilizadora. Y en 1993, 1994 y 1997 aparecieron ante la casa de la familia tres niños, que según las versiones de Josef Fritzl habían sido abandonados por su hija para ser educados por los abuelos . Contaba que ella se había adherido a una secta en lugar desconocido. Una nota de auxilio escondida y una nueva vida Elisabeth no vio a un médico en todo ese tiempo. Uno de sus hijos murió después del parto y la muerte de ese bebé la sumió en una gran depresión, que a su vez la llevó a dejar de alimentarse, a no cuidar bien a los otros hijos... Las amenazas y la violencia ya no surtían efecto sobre ella y la situación entró en crisis en el zulo. Fritzl llegó a pensar que morirían todos. Por eso en 2008, cuando otra de las niñas, Kerstin, se puso enferma a causa de un fallo multiorgánico, aceptó llevarla al médico. Elisabeth introdujo entra las ropas de la niña una nota pidiendo auxilio y ese fue el principio del fin de su cautiverio. Hoy ha cambiado de nombre y ha entrado en un programa de protección del Estado austriaco. Vive en un lugar desconocido con sus seis hijos . Sólo puede perturbar su existencia, apuntalada durante décadas por tratamiento psicológico, la idea de la liberación de su padre y agresor.

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