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Editorial: Carencias del Max Peralta

Las instalaciones no dan abasto y el futuro no es halagüeño, sobre todo, si la CCSS decidiera descartar el terreno comprado en el 2011.

En una reciente reunión de la Junta Directiva, Marta Esquivel, presidenta ejecutiva de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), se mostró confiada en disponer de tiempo para tomar decisiones sobre el proyecto de construcción del nuevo hospital Max Peralta. El centro médico existente sigue prestando servicio y una inversión tan importante merece cuidadosa consideración, pero han pasado lustros desde que se comenzó a percibir la necesidad del reemplazo y la presión sobre los servicios ha venido en aumento.

La Nación visitó el hospital la semana pasada para constatar las condiciones de su funcionamiento. El reportaje, publicado el domingo, explica las razones de la urgencia manifiesta por gobiernos locales y activistas de Cartago. La Unión Médica Nacional pidió en diciembre a las autoridades una intervención inmediata para construir el nuevo centro médico, cuya población de referencia ronda 750.000 personas.

Las instalaciones no dan abasto y el futuro no es halagüeño, sobre todo, si la Caja decidiera descartar el terreno comprado en el 2011. Randall Murillo Astúa, director ejecutivo de la Cámara Costarricense de la Construcción, afirmó ante una comisión legislativa que esa decisión implicaría por lo menos seis años más de atraso.

En la actualidad, los pasillos del área de quirófanos son intransitables, dice Alejandro Sáenz, el único neurocirujano remanente en el hospital. “La infraestructura en consulta externa es deprimente. Todas son conexiones hechizas y drenajes mal hechos. A veces dar consulta es imposible por los olores”, agrega.

Los quirófanos se han convertido en bodegas. No hace mucho se enfrentó con la administración porque le quitaron uno de sus dos días de sala aunque los pacientes siguen llegando al mismo ritmo. “Estar bregando con la parte administrativa, con los recursos de amparo y las quejas de la gente por cosas que uno no puede ofrecer, agota”.

La Unión Médica advierte de “un colapso funcional” en el servicio de Emergencias, con capacidad para atender 70 casos. La unidad recibe entre 450 y 600 personas diarias y algunas esperan hasta una semana para hospitalizarse por falta de camas. Rodrigo Lizano, médico general de ese servicio desde hace once años, corrobora las razones de alarma: “Uno llega dos minutos antes de la hora de entrada y cinco minutos después ya quiere irse porque no aguanta. Es mucha la presión. Vivimos en estrés constante”.

Los pacientes no cuentan con el distanciamiento mínimo necesario para reducir el riesgo de infecciones. Están hacinados, producto del constante esfuerzo por acomodar a más personas en el espacio disponible. “Admisión la pasaron del costado sur al este del hospital, hicieron un cubículo y abrieron diez camas en Geriatría porque tenemos muchos adultos mayores que no podemos ingresar por falta de cupo. A un pasillo que estaba sin nada, le pusieron sillas y abrieron once espacios más”, relata el médico, quien también se queja de la falta de personal.

El reportaje explora las mismas limitaciones desde la óptica de los pacientes. Una enferma de cáncer cuenta su deambular por diversas zonas del hospital para practicarse exámenes porque el espacio no permite hacerlos en un solo lugar y otra sufrió durante horas el hacinamiento de la sala de emergencias con un niño de menos de dos años llorando por una fisura en la muñeca.

Algunas de esas penurias se deben más a falta de personal que a limitaciones de infraestructura. Los propios médicos señalan la escasez de profesionales, pero no cabe duda de la urgencia de contar con instalaciones más amplias y mejor dispuestas para atender la enorme demanda de uno de los principales hospitales del país.

Hacinamiento, dispersión de servicios y equipos, pasillos intransitables, malos olores por drenajes mal hechos, conexiones improvisadas y falta de espacio para internamiento se suman para describir la urgencia de las nuevas instalaciones. La CCSS ha invertido años en ejecutar estudios. Es hora de una respuesta que señale el rumbo para avanzar en esa dirección cuanto antes.

Las instalaciones  del hospital Max Peralta no dan abasto y el futuro no es halagüeño, sobre todo, si la CCSS decidiera descartar el terreno comprado en el 2011.

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