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Luis Treviño Chapa: Todo es un juego

¿A quién no le gustan los juegos? Nos encanta jugar, ya sea, practicando algún deporte, compitiendo en un juego de mesa, o retándonos en un videojuego. Es nuestro recurso #1 para entretenernos y desconectarnos de nuestras broncas. Pero, ¿sabes una cosa? Ultimadamente, todo lo que hacemos es un juego. Toda nuestra vida está conformada de una serie de juegos.

Sea lo que sea, aquello a lo que nos dedicamos, es una forma de juego. Médicos, ingenieros, abogados, comediantes, artistas, políticos, emprendedores, estilistas, profesores, conductores, artistas o cualquier otra profesión que se te ocurra, todos participamos en algún tipo de juego; con reglas, competidores, obstáculos y recompensas. En algunos casos, así como en el Monopoly, hasta con castigos y cárcel. La política, por ejemplo, es como un ajedrez. Los médicos practican un reto muy serio de destreza. Los artistas juegan a crear.

Imaginemos que, a medida que avanza nuestra vida, tenemos frente a nosotros un menú parecido al de Netflix, lleno de alternativas variadas donde puedes elegir la opción del juego al que te quieres meter. En cuanto a nuestra vida personal, podemos seleccionar si queremos una relación de pareja formal, informal o como se sugiere en Facebook; “complicada de explicar”. En la vida profesional, elegimos el tipo de carrera, industria o la empresa donde se desea trabajar. Una vez que hacemos nuestras elecciones de vida, consciente o inconscientemente oprimimos el botón de “play” y comenzamos a jugar.

Esto no es una ocurrencia. En la rama de las matemáticas y la economía existe el concepto conocido como “la teoría de juegos” que estudia el uso de las estrategias entre tomadores de decisiones en circunstancias diversas. Explora cómo tomamos decisiones y cómo estas impactan entre sí.

Algunos conceptos importantes en la teoría de juegos son: los jugadores, las estrategias y los premios. Los jugadores son personas o entidades que toman decisiones. Puedes ser tú, una empresa o Super Mario. Las estrategias son los planes de acción que eligen los jugadores para lograr sus objetivos. Para una marca, por ejemplo, sería penetrar un mercado a través de publicidad pagada y en el Risk podría ser concentrar a todo el ejército en Indonesia para atacar a Nueva Guinea. Los premios son los resultados o recompensas cuando se aciertan las estrategias elegidas por los jugadores. En el trabajo esto sería lograr un mejor puesto y en el Futbol Americano sería obtener el trofeo del Super Bowl.

Esta forma de ver la vida ha provocado una tendencia conocida como la “gamificación” de las cosas (por su término en inglés). Existen programas de lealtad como el de Starbucks, o “softwares” de recursos humanos, donde los clientes o empleados pueden ver progresos y avances, al estilo de un videojuego, hasta lograr alguna meta (un Venti Frappuccino gratis o un bono salarial).

Entonces, si todo es un juego, ¿cómo lo jugamos? Al asimilar el juego en el que participamos, conozcamos sus reglas. Es decir: ¿qué puedo y qué no puedo hacer en el rol que tengo? Después evaluemos; ¿cuál es el universo de estrategias en mi arsenal para seguir avanzando? Según la situación que estemos enfrentando, podríamos cuestionar si debemos tomar la iniciativa para proponer algo, o si conviene quedarnos callados y observar. Analicemos también si necesitamos nuevas herramientas para ser más efectivos. En el videojuego Call of Duty, por ejemplo, es más probable que ganemos si tenemos un arma más potente; y si alguien tiene un puesto en el área de sistemas, reforzarse con un curso sobre inteligencia artificial no le vendría mal. Pensemos también contra quién se compite: ¿una marca más grande? ¿Un nuevo “start-up”? ¿El odioso de Jimmy Jiménez del departamento de contabilidad?

Una vez analizadas bien todas estas variables entonces; ¡juguemos! Lancemos los dados, apostemos las fichas, avancemos posiciones. Hay que crear, hay que inventar, hay que crecer y mover nuestras piezas. No veamos nuestra vida como una serie de obligaciones y mejor vivamos los juegos de nuestra vida como una aventura.

A todo esto, ¿qué buscamos ganar? Es una pregunta engañosa. Las respuestas obvias son: lograr mayores ingresos, prestigio, fama y reconocimiento. Todo eso es bueno, pero hay quienes pelean vorazmente durante el juego para obtener este tipo de cosas y que, por su ambición desmedida, pierden mucho en el camino. La victoria no necesariamente tiene que ser monetaria. Hay triunfos que no se miden con dinero, como la satisfacción de tener hijos bien formados o sentir que aportamos algo bueno a este mundo. De hecho, la meta ultimadamente no es sólo conseguir la victoria, el dinero o el trofeo, sino también disfrutar el juego. ¿De qué sirve practicar un deporte diariamente si, aunque seamos buenos, no lo disfrutamos o lo hacemos a la fuerza? A menudo intento recordar lo que dice Rick Rubin, el reconocido productor musical y autor del libro The Creative Act: “en la vida no jugamos para ganar, jugamos para jugar”.

El autor es Director General de CEC Franquicias y consultor en innovación y mercadotecnia.

Contacto: luistrech@gmail.com

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