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Cuatro motivos por los que es mejor no comer rápido (y cómo cambiar de hábito)

Llega la hora de la comida y muchos de nosotros, en lugar de disfrutar del momento y saborear el plato, engullimos como si fuera lo último que hacemos. Es probable que incluso hayamos mirado el plato vacío y nos hayamos dado cuenta de que hemos comido tan rápido que apenas hemos saboreado la comida.

Si comer es uno de los grandes placeres, ¿por qué a menudo no nos paramos a degustar la comida? Puede que no tengamos una respuesta concreta, ni tan solo que lo hagamos de manera consciente. Porque forma parte de un estilo de vida acelerado o porque solemos hacer otras cosas mientras comemos, como trabajar, mirar la tele o el móvil, es fácil caer en el hábito de comer de forma incorrecta. Y hacerlo rápido es una de ellas.

Y es que para muchos de nosotros, apresurarnos en comer se ha convertido en algo normal. Tal vez durante la comida ni siquiera nos hemos parado a hacer una pausa entre bocados para masticar bien o nos damos cuenta de que apenas hemos empezado a comer y ya nos sentimos llenos. Devorar la comida no solo resta placer a comer. También puede tener consecuencias en nuestra salud.

Cuando hablamos de comida tenemos que darle tiempo a nuestro cuerpo para que nos diga qué está pasando: nos envía muchas señales de un lado a otro, desde el estómago hasta el cerebro. Si no nos tomamos el tiempo suficiente para escuchar esas señales, seremos víctimas de algunos problemas.

A enumerar cuáles son algunos de los motivos por los que es mejor no comer rápido nos ayuda Carolina González, dietista y nutricionista de Conciencia Nutricional:

La digestión cuando comemos rápido se ve afectada por varios motivos. Según explica González: "Al no tener suficiente tiempo la comida en la boca y tener una masticación correcta, los trozos de alimentos llegan con mayor tamaño al estómago y esto hace que necesitemos más tiempo y jugos gástricos para digerir la comida".

Otro problema asociado es que comer rápido hace que "la digestión se enlentezca". Y si a esto sumamos una comida rica en grasa o azúcar, comeremos más cantidad de alimentos poco recomendables. Además, también favorecemos "la ingestión de gases que pueden generar malestar", matiza González.

Cuando comemos rápido tragamos más aire y es más fácil que sintamos hinchazón y gases. Por tanto, tendremos problemas de digestión y malestar al perder la capacidad de escuchar las señales naturales del hambre y saciedad. Una masticación inadecuada y rápida puede provocar gases, náuseas, reflujo ácido y otros síntomas incómodos.

Varias investigaciones han descubierto que las personas que comen más rápido tienen más probabilidades de consumir más calorías y, por tanto, tienden a ganar más peso. Para González, si comemos rápido podemos comer mucha cantidad de alimentos en poco tiempo. "La sensación de saciedad llega a los 20 minutos de estar comiendo. Si comemos mucha cantidad en los primeros 10 minutos, con mucha probabilidad la ingesta de comida va a ser mayor y eso implica más cantidad de energía (Kcal)".

Al comer rápido, muchas veces no sabemos cuándo tenemos suficiente ya que las hormonas del intestino secretan señales de saciedad que le dicen al cerebro que estamos llenos. Si comemos muy rápido es posible que ya hayamos comido en exceso cuando el cerebro reconozca que ha terminado.

El problema está sobre todo en convertir el comer rápido en un hábito porque entonces "sí puede ser un factor para que una persona gane peso", afirma González. Otro problema añadido es que "disfrutamos mucho menos de lo que estamos comiendo, lo que suele ser una señal de estar comiendo en 'modo automático".

La lista de inconvenientes cuando comemos rápido continúa. Para González, "comer rápido y saludable no es compatible, aunque suele ser un hábito aprendido y cambiarlo requiere tiempo y paciencia". Por su experiencia profesional, conoce que "muchas personas comen rápido aquellos alimentos que consideran prohibidos como dulces, bollería, embutidos o pan, entre otros". Por ello, la experta aconseja una alimentación consciente (en inglés conocida como mindful eating), que nos ayudan a aprender estrategias para conseguir comer más despacio.

De acuerdo con los resultados de una investigación publicada en Circulation, las personas que comen más rápido tienen 5,5 veces más riesgo de desarrollar síndrome metabólico, "el conjunto de varias enfermedades que coexisten a la vez: obesidad, diabetes, hipertensión, colesterol elevado", matiza la dietista y nutricionista.

Las personas que comen rápido, sumado a una alimentación poco saludable así como a factores de estrés o ansiedad, "pueden acabar teniendo problemas de sobrepeso y obesidad". Como explica la especialista, "el exceso de grasa corporal en el sobrepeso y la obesidad es lo que aumenta el riesgo de otras enfermedades". Aunque, como reconoce, también hay personas que, a pesar de comer rápido, tienen un peso saludable porque sus hábitos son equilibrados.

Existen muchas razones para tomarnos nuestro tiempo con las comidas y tratar de disfrutarlas y sacarles el máximo partido. Pero ¿cómo podemos reducir el ritmo cuando hemos estado comiendo rápido desde hace tiempo? "Definitivamente, apagar pantallas, fuera móvil", aconseja González.

Si nos distraemos con algo que nos provoca emociones intensas, como un flujo constante de imágenes o como las redes sociales, es probable que comamos más rápido para igualar esa emoción intensa. Además, cuando estamos distraídos no prestamos atención a las sensaciones de nuestro cuerpo, que nos puede estar diciendo que ya estamos llenos.

González enumera otros consejos para comer más despacio:

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