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Buenas noticias desde Taiwán

Los medios internacionales están repletos de anuncios sobre la decadencia de Occidente. Se nos advierte de que las instituciones que fundamentan el orden internacional basado en reglas desde el final de la Segunda Guerra Mundial están al borde del colapso y que se han erosionado los principios que sustentan nuestras sociedades.

No son afirmaciones infundadas; hay muchas razones para considerarlas acertadas. Pero es demasiado pronto para declarar el ocaso de Occidente, y más aún de la democracia. Por lo menos, deberíamos esperar a ver qué sucede en el transcurso de este año: se celebrarán elecciones en países que representan la mitad de la población mundial.

Entre las votaciones ya celebradas, las recientes presidenciales y legislativas en Taiwán son las más significativas. Dado el papel de la isla en la rivalidad chino-estadounidense (que puede verse como una batalla entre democracia y autocracia), el resultado podría leerse como un reverdecimiento del sistema.

Sería una buena noticia. A pesar de que el Partido Demócrata Progresista perdió la mayoría parlamentaria ante el Partido Nacionalista Chino (Kuomintang, o KMT), los votantes taiwaneses eligieron al candidato del PDP, Lai Ching‑te (también llamado William Lai), presidente. De este modo, reafirmaron preferir mantener un gobierno democrático y estrechar vínculos con el mundo (en particular con Occidente) antes que someterse a China (y en definitiva, a la reunificación).

La contrariedad de Pekín con la victoria de Lai era previsible. El año pasado, cuando el entonces vicepresidente Lai visitó Estados Unidos, el Ministerio de Asuntos Exteriores chino se refirió a él como un “nada más que un alborotador” que “se adhiere tercamente a la postura separatista de la independencia taiwanesa”. Tras observar los resultados, los funcionarios chinos han advertido que, como presidente, Lai supone un “grave peligro” para la relación entre la isla y el continente.

Resulta igualmente preocupante que, mientras el PDP describía la celebración electoral como un enfrentamiento entre democracia y autocracia, el KMT las presentó como una decisión entre la guerra y la paz. Y en la víspera de la votación, un portavoz del Ministerio de Defensa chino prometió tomar “todas las medidas necesarias” para “aplastar” los planes separatistas “de cualquier forma”.

Ahora cunde el temor de que tras los resultados, China busque la reunificación —que el presidente chino Xi Jinping considera “históricamente inevitable”— con más firmeza, incluso mediante una invasión militar de la isla.

Grandes consecuencias

Los problemas económicos actuales de China (entre ellos el crecimiento ralentizado, el aumento del desempleo juvenil, la caída de la inversión extranjera y de las exportaciones, la turbulenta situación del mercado inmobiliario y las tendencias deflacionarias) se presentan para sostener esta tesis. Como bien sabe el presidente ruso Vladímir Putin —entre otros—, una cruzada nacionalista es lo que más distrae a la gente del deterioro del nivel de vida.

Una reunificación por la fuerza tendría grandes consecuencias. En primer lugar, alteraría el frágil equilibrio de la rivalidad chino-estadounidense. Estados Unidos mantiene, desde hace tiempo, una política de “ambigüedad estratégica” de cara a Taiwán, pero si China invadiera la isla, tendría que tomar partido: o dejar que China se salga con la suya o defender a Taiwán contra las fuerzas chinas, provocando un peligroso choque entre las dos mayores potencias militares del mundo.

También están las implicaciones económicas. El estrecho de Taiwán es fundamental para el comercio marítimo internacional: el año pasado, lo atravesó el 88 % de los portacontenedores de gran tamaño. Además, Taiwán produce más del 60 % de los semiconductores y más del 90 % de los chips de tecnología avanzada. Con base en estos datos, Bloomberg calcula que un enfrentamiento sobre Taiwán costaría al mundo unos diez billones de dólares, es decir, el 10 % del PIB (mucho más que la crisis financiera global del 2008, la pandemia de covid‑19 o la guerra en Ucrania).

Afortunadamente, apenas hay motivos para creer que la victoria electoral de Lai desencadene una invasión china. De hecho, hasta ahora, Xi ha preferido guardar silencio ante el resultado. Quizá haya decidido limitar la retórica belicista hacia Taiwán durante la campaña presidencial en Estados Unidos, esperando hasta ver los resultados de noviembre: esta semana, China ha sugerido que un victorioso Trump podría dejar de apoyar el estatus actual de la isla.

Cautela

Los líderes Occidentales han respondido a los comicios taiwaneses con suma cautela. Mientras el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, felicitaba a los habitantes de la isla por “demostrar la fortaleza de su sólido sistema democrático y de su proceso electoral”, el presidente Joe Biden reiteró que Estados Unidos no está a favor de la independencia.

Asimismo, el Ministerio de Exteriores alemán publicó una declaración donde señaló “lo mucho que los votantes (taiwaneses) aprecian los valores democráticos” y expresa el deseo de explorar su relación con la isla, pero sólo “dentro del marco” de la política de reconocimiento de una sola China. Entretanto, el Ministerio de Exteriores francés señaló que las “elecciones libres” han mostrado “lo profundamente arraigada que está la democracia en Taiwán”, sin mencionar a Lai por su nombre.

Pero incluso estas respuestas tan medidas podrían irritar a China: el Partido Comunista de China (PCCh) siempre ha reiterado que la democracia liberal es incompatible con la cultura china. En este sentido, un Taiwán próspero y democrático es la peor pesadilla del PCCh. Y, como han destacado los líderes occidentales, un Taiwán próspero y democrático es precisamente lo que tenemos hoy.

Cabe destacar que Taiwán es una joven democracia: la primera elección presidencial en la isla se celebró en 1996, tras cuatro décadas de ley marcial bajo el KMT. Taiwán se considera actualmente una de las tres únicas democracias consolidadas en Asia, junto con Japón y Corea del Sur.

Las recientes elecciones en Taiwán reafirmaron los valores democráticos liberales bajo ataque en gran parte del mundo; resultaron en un rechazo tajante a la alternativa. Como apuntó Lai en su discurso de victoria, Taiwán “seguirá caminando junto a las demás democracias del mundo”. Y si las elecciones de este año en otros países arrojan resultados similares, la isla estará bien acompañada.

Ana Palacio fue ministra de Asuntos Exteriores de España y vicepresidenta sénior y consejera jurídica general del Grupo Banco Mundial; actualmente es profesora visitante en la Universidad de Georgetown.

© Project Syndicate 1995–2024

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