Juan Ortega cuenta la alegría de la vida
Un manicomio era la plaza. Retumbaban los oles, alzaban los descamisados los brazos al cielo, se derramaban las copas y se besaban compañeros de tendido que nunca se habían besado. Valdemorillo era una tierra de amor y locos bendecida por el toreo de Juan Ortega. Mucho más que toreo: aquella quinta faena contaba la alegría de la vida y curaba heridas de naufragio. Desde el sanador rosario de verónicas hasta el final feliz de ayudados por bajo, en los que toreaba todo el cuerpo, en lo que la mente volaba hasta un lugar del que no queríamos regresar. Todo lentamente, sin prisas ni urgencias desde ese saludo en el que Asustado ya apuntó su fenomenal son. Acariciaba Ortega cada embestida,... Ver Más