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Viernes de Misericordias en el segundo viernes de Cuaresma

Abc.es 

El tiempo acompañó, a pesar de haber alguna incertidumbre después de la lluvia caída durante la tarde, al menos en una de las dos hermandades que sacaron a su titular en el segundo viernes de Cuaresma. Desapareció la lluvia repentina de la tarde y volvió el frío invernal, más propio de la época. En el cielo, la luna llena, la última antes de paresceve, la que indica que dentro de menos de un mes saldrán los primeros nazarenos en la jornada del Viernes de Dolores. En Padre Pío hubo cabildo extraordinario, pero la junta decidió hacer el Vía Crucis del Señor de la Salud y Clemencia por la feligresía. Una hermandad humilde y tan necesaria en estos rincones porque ayuda a diario a familias necesitadas, hacen una labor extraordinaria, poco conocida desgraciadamente, además de intentar aumentar en lo patrimonial, sin prisa y sin pausa. Las luces del templo eran apagadas, era rezada la primera estación en el interior del templo. Amplia presencia en la calle de fieles y hermanos que aguardaban la salida del Señor de Padre Pío . En los primeros compases del Vía Crucis hubo un momento estremecedor, lo que provoca la gran necesidad de tener al Señor y la Virgen en los barrios. Una vecina, desde su balcón, con las lágrimas en el rostro, le pedía a Cristo que le ayudara con su enfermedad. «Señor, ten misericordia de mi». «Ayúdame a ponerme buena, por favor». Es la fuerza y el poder de Cristo, a lo que se aferran los creyentes para seguir adelante cada día. Por eso, durante el día a día, los fieles van en su búsqueda , pero a veces pasa al contrario, las imágenes son llevadas a los feligreses. En pleno centro de Sevilla, uno de los Vía Crucis que podría ser declarado patrimonio de la humanidad . Primero por la valía de la talla, segundo por el recogimiento de rezar las estaciones sin cortejo, sin cirios, para que todos sus hermanos están en torno al crucificado. Todo, en un recorrido por la zona más emblemáticas como es el barrio de Santa Cruz . Por un rato, al menos, los sevillanos recuperan esta zona ante un turismo invadido para poder disfrutar de momentos maravillosos, de ver al Cristo de las Misericordias llevado a hombros, sin andas, para dotarlo de más cercanía a sus devotos, por un entorno con tanto empaque que, sin duda, podría declararse uno de los mejores rincones del mundo. La zona de las Teresas, la plaza de Santa Cruz, el callejón del Agua, la calle Vida, la estrechez antes de adentrarse en el Patio de Banderas con la Catedral de fondo, la plaza de la Alianza o el regreso por las calles estrechas antes de regresar a la parroquia hace de este culto un acto necesario para Sevilla. Cualquiera que lo pidiese podía tener en sus hombros a uno de los crucificados señeros, es la manera que la hermandad tiene de acercar la fe a Dios, un acto clásico que no necesita nada más que poder disfrutarlo cada segundo domingo de Cuaresma.

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