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¿Dotar de emociones a las máquinas?

¿Dotar de emociones a las máquinas?

Es posible que la inteligencia artificial se humanice mientras los seres humanos caminamos en la dirección opuesta.

La compañía estadounidense Neurala se dedica desde el 2006 a desarrollar software de inteligencia artificial con el fin de que robots, drones y dispositivos inteligentes se adapten e interactúen, en tiempo real, en entornos muy complejos.

La intención es que las máquinas inteligentes, lo mismo que los sistemas biológicos, aprendan de sus experiencias y se avengan a nuevas situaciones para que sean más autónomas y eficientes.

Massimiliano Versace, CEO y cofundador de Neurala, explica la misión de su empresa con un ejemplo muy concreto: imagine que un vehículo de exploración espacial (rover, en inglés) aterriza en un planeta muy lejano.

De repente, la nave enfrenta una situación inesperada y desconocida, ante lo cual no ha podido codificar una respuesta lógica ni una rutina automáticamente.

Las personas encargadas de conducir la operación, desde la Tierra, rápidamente, identifican una salida al problema del rover, porque son capaces de modificar el conocimiento en función de las circunstancias. Sin embargo, como se encuentran a millones de kilómetros del vehículo, la ayuda tarda mucho en llegar.

El rover no siente miedo ni curiosidad, por tanto, le es imposible sortear el obstáculo. Si se asusta, podría plantearse huir del peligro o luchar contra él.

Hoy se trata de un planeta lejano, pero mañana podría ser un territorio hostil, como una zona de guerra o de desastre natural. En cualquier caso, el rover debería ser capaz de comprender sus emociones y ajustar su comportamiento.

El ejemplo de Versace zanja, de una vez por todas, la dicotomía entre razón y emoción que ha estado vigente durante milenios: para tomar decisiones razonables y adecuadas al contexto, el vehículo de exploración espacial debe sentir.

La razón de las emociones

En su libro El error de Descartes: la razón de las emociones, el neurocientífico portugués Antonio Damasio sostiene que las emociones y los sentimientos no son para nada intrusos del bastión racional.

En su versión más positiva, emoción y sentimiento nos llevan a un espacio decisorio adecuado, donde podemos poner convenientemente en marcha los instrumentos de la lógica.

Damasio considera imprescindible distinguir entre emoción, sentimiento y estado de ánimo. Para él, la emoción es una respuesta afectiva intensa y breve a un suceso o una situación; son experiencias conscientes e implican una alta actividad cerebral.

Los sentimientos son experiencias mentales, un conjunto de vivencias sensoriales y estados corporales, que incluyen los cambios causados por las emociones. En cambio, los estados de ánimo son más drásticos y, en muchas ocasiones, afectan la capacidad de juicio.

Esta distinción resulta necesaria para diseñar una nueva generación de robots humanoides, aptos para exhibir una inteligencia emocional social en una serie de escenarios diferentes.

La emoción, considerada hasta hace poco tiempo un sustrato peligroso de nuestro pasado animal, en realidad cumple funciones muy relevantes, vinculadas con la adaptación, la motivación y la comunicación.

En cuanto a la función adaptativa, el miedo impulsaría al rover a sortear apropiadamente los retos ambientales, como por ejemplo resguardarse de una tormenta de arena en el planeta lejano.

La motivación, por su parte, funciona como un estímulo para la toma de decisiones. Una vez que la tormenta haya acabado, siempre y cuando el rover haya sobrevivido a ella sin daños técnicos, posiblemente retome su misión.

Si en el camino el vehículo espacial se encontrara con otro sujeto o máquina, tal vez desee comunicarse con él o ella, o por lo menos predecir su comportamiento con base en la expresión emocional.

El éxito de este encuentro dependerá, sin embargo, de que el rover tenga emociones y de que su interlocutor sepa que las tiene. Sin comunicación emocional, no existiría andamiaje para la relación social entre ambos.

Desafíos del siglo XXI

Dotar de emociones los sistemas artificiales no es del todo imposible, especialmente si herramientas como el ChatGPT pueden imitar el comportamiento humano en una conversación.

Si bien el ChatGPT brinda respuestas orales convincentes, es gracias a patrones y datos aprendidos, sin demostrar una verdadera comprensión o conciencia sobre lo que se le consulta.

Cuando se trata de codificar y simular emociones, el paradigma para los desarrolladores de inteligencia artificial es radicalmente distinto.

En primer lugar, existen múltiples aproximaciones teóricas para definir las emociones, cada una de las cuales considera distintas variables. La perspectiva neurobiológica, por ejemplo, pone el acento en los mecanismos cerebrales y hormonales implicados en ellas.

En cambio, quienes investigan los aspectos expresivos de la emoción, es decir, las expresiones faciales, enfatizan el factor comunicativo, y dejan de lado los aspectos fisiológicos, afectivos e incluso conductuales que priorizan otras vertientes.

Otro gran desafío consiste en asignar algún tipo de experiencia subjetiva a los robots humanoides, que, en palabras de Damasio, los sitúe en un espacio decisorio adecuado. Implica, necesariamente, que la máquina sea dotada de la experiencia de ser alguien y habitar un cuerpo.

En este punto, la ciencia tampoco logra acordar si la conciencia, como función mental, puede ser descrita estrictamente a partir de hechos físicos. Hay realidades mentales, como el libre albedrío, que no pueden reducirse a un conjunto de reglas, es decir, a un programa informático.

En el ámbito de la filosofía de la ciencia, será necesario propiciar un debate público y transparente sobre si es adecuado que la inteligencia artificial se humanice mientras nosotros, los seres humanos, caminamos en la dirección opuesta.

manuelaurena@gmail.com

La autora cuenta con 15 años de experiencia internacional en las Naciones Unidas y la Unión Europea. Oriunda de la zona de los Santos, trabaja como consultora internacional en sostenibilidad aplicada a la industria agroalimentaria.

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