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Niños y adultos vengativos y arrogantes

Criados como estrellas de cine, los niños alimentan resentimientos y se vuelven vengativos cuando son adultos.

Circula un nuevo malestar: el terror a ser común y corriente. Es decir, la urgencia de verse y sentirse especial, con el consiguiente esfuerzo por un estilo de vida basado en algo que aspira a parecerse a una contracultura, pero que no pocas veces huele más a malos modos que a resistencia.

Un ejemplo está en algunas familias cuyos hijos sirven de material disponible para esa exigencia: ponerles nombres raros, imponerles tempranamente disciplinas atípicas, diagnosticarles algún síndrome de genios, vestirlos como rock star, etcétera.

Lo anterior, con el fin de hacerles entender que son especiales; no solo distintos, sino sobresalientes, y así comienza el problema. Dado que, cuando proviene del narcisismo, el afán por la diferencia nunca es proporcionada, y aunque no lo confiesen, se trata de hacer que se sientan superiores.

Sobre esto, algunas corrientes pseudo psicológicas deben asumir su cuota de responsabilidad, pues pelearon por liberar a las personas de sus complejos, y, hasta cierto punto, erraron al cerrar los ojos ante la evidencia de que crearían una trampa por mediación del vicio llamado autoestima, que deriva en otro malestar, también muy común en estos días: buscar más amor propio.

La combinación se traduce en “quiero ser extraordinario”, y se vende muy bien como terapia y en seminarios, libros y pódcasts para el empoderamiento.

Cuando en los aspirantes al heroísmo la estima no coincide con el ego idealizado, aparece el resentimiento (entendido como palabra genérica que engloba el rencor, el despecho, la amargura, la culpa, el ansia de venganza).

En la esfera política, es común toparse con seres atrincherados en el narcisismo, que pide manifestarse en la forma de represalias. En esta posición psíquica, el ser humano ama a otros parecidos y rechaza o castiga a quien sea diferente.

En otras palabras, se ama a sí mismo en otros, de ahí que sea evidente que colaboradores y seguidores imiten las tácticas y estrategias de “su” líder. El filósofo y ensayista surcoreano Byung-Chul Han lo denomina el “infierno de lo igual”.

Al mismo tiempo, la falta de elaboración psíquica conduce no tanto a plantear un desacuerdo con lo que dice el otro, sino con el otro, evitando así los espacios para las discusiones de fondo.

Dicho de otra manera, se intenta resolver un problema de narcisismo sosteniendo pequeñas discrepancias egóticas (que habla en exceso de sí mismo) y exóticas, lo que Freud denominó “el narcisismo de las pequeñas diferencias”.

El fundador del psicoanálisis explicaba que en las comunidades primitivas era un mecanismo para preservar la identidad genealógica del grupo con respecto a los que estaban más cercanos. Por tanto, la reaparición de estas conductas en la vida política es un signo de descomposición grupal, una regresión tribalista contraria a todo proyecto comunal.

Sobre las represalias, el psicoanalista Luis Kancyper señala que el rencoroso (resentido y remordido) posee una memoria implacable y se halla poseído por reminiscencias vindicativas.

Su “memoria del rencor” se nutre de la esperanza en el poder en un tiempo de revancha por venir, y la utiliza para huir del enfrentamiento y la asunción de la responsabilidad por los conflictos provocados.

Esa memoria del rencor instala un tiempo circular y repetitivo de los conflictos interminables sellando el destino trágico de la gente y los pueblos.

Además, para Kancyper, quien no controla sus resentimientos permanece inmovilizado y entretenido en duelos interminables; adhiere viscosamente su libido al deudor con el fin de realizar un triunfo de desquites sobre él, mediante fantasías asintóticas legalizadas. También, el resentido alimenta su estatus de inocente, castigador, vengativo y arrogante.

De ahí que tales duelos patológicos se expresan por medio de la venganza, el reproche, la queja melancólica y la manía querellante. En cualquier caso, el deseo de venganza es adictivo y se compone de otras variables, además del narcisismo expuesto en este artículo.

cgolcher@gmail.com

La autora es psicóloga y psicoanalista.

Criados como estrellas de cine, los niños alimentan resentimientos y se vuelven vengativos cuando son  adultos.

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