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La Sevilla subterránea

Abc.es 

Los hallazgos arqueológicos y patrimoniales que han salido a la luz en las numerosas rehabilitaciones emprendidas recientemente demuestran que hay mucha historia de Sevilla que está todavía por escribir. Vestigios de un tiempo que aguardan su momento, escondidos en el subsuelo o emparedados en los muros antiguos. Así supimos que la Giralda era roja en su origen y que tiene inscripciones sobre el mortero que dan pistas de la procedencia y el credo de los que la levantaron hace más de 800 años. La última restauración ha sacado a la luz una estrella de David, una flor de la vida y un caballo. Misterios todavía para los expertos que ahora tendrán que interpretarlos, mientras el cronista lo cuenta intentando contener en las páginas esa primera emoción por lo que está ante sí. La muralla romana del hotel Nobu desveló los límites de la ciudad antigua. Los baños árabes del bar Giralda mostraron otra cara del pasado islámico en Mateos Gago y abrió un filón para los arqueólogos. Su proximidad a la mezquita mayor hace pensar que puede haber más edificaciones del siglo XII en esa parte, pero hay que encontrar una buena justificación para entrar con el martillo neumático. Esa razón de peso para meter las máquinas la ha encontrado el promotor del convento de San Agustín, que va a convertir el monumento de La Calzada en un hotel. Bajo su suelo ha hallado lo que parece un antiguo arrabal islámico, sacando a la luz ventanas mudéjares, suelos cerámicos y numerosas piezas patrimoniales. Un barrio de extrarradio donde se pudo dar cobijo a los trabajadores de los Caños de Carmona, que tuvieron viviendas modestas, algún edificio de servicios y, probablemente una zona de enterramiento. Esa es la preciosa hipótesis que maneja el equipo de arqueólogos, como cuenta hoy en exclusiva Javier Macías. Las obras siguen en marcha y no se descartan nuevos hallazgos que formarán parte de este lugar que ha tenido muchos usos en sus ocho siglos de historia. En este último capítulo se destinará al ahora denostado turismo, que es el que está desvelando esa Sevilla subterránea, la de las murallas romanas en la plaza de San Francisco, la del 'hamman' escondido en un restaurante del barrio de Santa Cruz, la que se encuentra en los lienzos internos de la Giralda, cuya restauración se sufraga con el precio de la entrada de miles de visitantes, concretamente los dos millones que recibe al año. El turismo que transforma nuestros barrios y que convierte nuestros bares históricos en atracciones de feria con colas en la puerta es también el que conserva el patrimonio de la ciudad. Otro hotel sacó a la luz los arcos del antiguo convento de Regina Angelorum, en la Encarnación, y los incorporó a las habitaciones. En la Plaza del Duque ha aparecido el ábside y la cripta de la antigua iglesia de San Miguel. Sin duda falta equilibrio, pero no se debe criminalizar una actividad que ofrece tanto.

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