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Los manantiales también sucumben a la crisis de sequía

Abc.es 

Los manantiales atraviesan una situación complicada. La emergencia climática también está alterando sus caudales, que se están volviendo menos abundantes cuando no, directamente, se están secando. Las fuentes naturales catalanas sirven de baremo para comprender el estado de las cosas, ya que son las protagonistas de un estudio liderado por el CREAF que acaba de ser publicado en la revista 'Global Change Biology' y que concluye que se están secando. «Entendemos que esto es un caso de estudio, pero es extrapolable a otras zonas mediterráneas o semiáridas», explica Marcos Fernández-Martínez, investigador ERC en el CREAF e investigador también de la Facultad de Biología de la Universitat de Barcelona. Si hay sequía , las fuentes (los manantiales) sufren. Y, en el contexto actual, este es un problema que afecta a cada vez más áreas. Volviendo a los datos del estudio, que ha sido coordinado por Fernández-Martínez, el 46,2% de las fuentes catalanas que usan de muestra (y que siguen desde 2013) se ha secado en esta última década. Tres son las razones de esta realidad. El investigador enumera: están los cambios en cuánta lluvia cae en la zona, el aumento en las temperaturas y la gestión de las propias fuentes. «La fuente es un ecosistema que no es natural del todo, porque ha sido 'domesticado'», explica. Cuando esa infraestructura colapsa por la falta de cuidados, la fuente también sufre con ella. «Culturalmente, hemos perdido mucho. Hemos perdido la cultura de la fuente» Marcos Fernández-Martínez Investigador en el CREAF Los cambios sociales -tanto el salto a una sociedad más industrial como el hecho de que la población tenga menos relación con el campo y los cambios de hábitos- han llevado también a que perdamos relación con las fuentes. Antes eran abrevaderos, fuentes de riego y hasta lo que usaba la población para beber. Incluso, eran la pieza de rituales y tradiciones, como todas esas fiestas populares que pasaban por la fuente. «Culturalmente, hemos perdido mucho. Hemos perdido la cultura de la fuente», señala el investigador. Pero, aunque el colapso de las fuentes como infraestructura está ahí, como puntualiza el investigador «este es el menor de los problemas». Los otros dos factores son mucho más decisivos para su suerte y para entender las razones por las que se encuentran en una situación tan complicada. La investigación del CREAF ha comparado los datos que han obtenido ahora con los que habían recopilado en 2013. «En el segundo período, llovió un 30% menos y además hubo un aumento de temperaturas de 0,6 grados», indica el experto. Al mismo tiempo, la escalada de temperaturas cambia los patrones del entorno. Fernández-Martínez apunta que, por cada grado que sube la temperatura, lo hacen también entre un 6 y un 7% las demandas de agua de la vegetación. Las plantas 'sueltan' menos agua al entorno y se aferran más a la que tienen, lo que a su vez hace que llegue menos al acuífero y acabe fluyendo menos a la fuente. Es un dato terrible para sus flujos acuáticos, uno que puede ser peor porque los investigadores han visto que esa demanda de agua de las plantas en tiempos de sequía varía según estaciones y puede ser incluso más acuciante. «El futuro para estas fuentes implica que tendrán un 20-30% menos de agua en un mundo que será más cálido», En un momento en el que el agua preocupa -y tanto- las fuentes nos están dando también un dato importante, el de la salud de los acuíferos. El investigador explica que transmiten información tanto sobre su cantidad como sobre su calidad. Si no se puede beber el agua de la fuente -y en algunos casos los vertidos ya lo han conseguido-, el acuífero del que mana esa agua no estará en buenas condiciones. ¿Y qué ocurre con el cambio climático ? «Está teniendo un efecto», responde Fernández-Martínez, ya que el cambio de temperaturas que impulsa modifica la suerte de las fuentes y, a medida que sigan escalando en el futuro no tan lejano, lo seguirá haciendo. «El futuro para estas fuentes implica que tendrán un 20-30% menos de agua en un mundo que será más cálido», resume. Seguirán perdiendo agua y salud. «El futuro no pinta bien», asegura. Biodiversidad Igualmente, estos espacios naturales son cruciales porque tienen un papel en la naturaleza. Son un refugio climático para muchas especies y el lugar al que van a beber agua, explica el experto. Para ciervos, salamandras o pájaros son un activo. Pero también son una zona de vida por sí mismas, un «ecosistema fontinal». «Se dice que en la selva tropical faltan por identificar tantas especies, pero es que en las fuentes también», explica Fernández-Martínez, «porque dentro de los musgos vive una comunidad muy grande de organismos». No solo se trata de que están ahí, es que además «algunos no los conocemos». «Estamos perdiendo biodiversidad que ni siquiera conocemos», apunta. En las fuentes viven musgos, anfibios o crustáceos. Algunas especies son endémicas, como apuntan desde el CREAF. Desde el organismo lo ejemplifican con el musgo formador de piedra pómez Palustriella commutata, el sapo partero Alytes obstetricans, la hepática Apopelia endiviifolia o varias especies de crustáceos microscópicas. Si las fuentes se secan, estas especies lo hacen con ellas. «Se dice que en la selva tropical faltan por identificar tantas especies, pero es que en las fuentes y manantiales también» ¿Podemos todavía dar marcha atrás y salvar las fuentes? Fernández-Martínez confiesa que no hay muchas razones para el optimismo, pero que algunas tienen una oportunidad. «Hay fuentes con potencial para sobrevivir decenas de años e incluso siglos si somos capaces de no dañarlas, ya sea por aumento desconsiderado de la extracción de agua que hagamos, lo mismo para los acuíferos que las alimentan, y también por cómo las cuidamos», apunta. A veces, elementos muy pequeños que podemos hacer cada persona ayudan a su supervivencia. Por ejemplo, el experto pide que, cuando paseemos con el bosque con perros, no dejemos que se metan en la pequeña balsa que crean las fuentes, para que no destrocen el ecosistema que allí vive. La investigación concluye, a su vez, que restaurar y mantener el caudal y recuperar el estado natural de los manantiales (potenciando la vegetación, dejando que se creen pequeños charcos o creando pequeños muros que protejan del sol a los anfibios) ayudaría. No menos importante es que no se limpie de plantas y musgos a las fuentes cuando se las restaura. Al fin y al cabo, no son maleza. Son quienes allí viven.

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