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El sicario y un inductor confiesan: «Luis me encargó el asesinato de Mercedes y de su hijo por 3.000 euros»

Abc.es 
Uno de los abogados lo advirtió por lo bajini antes de comenzar la segunda jornada : «Es un juicio sui géneris ». Y uno los periodistas que lo siguen preguntó después a otro: «¿Hay algún acuerdo? Me está pareciendo un poco raro». Ninguno de los dos comentarios eran gratuitos por lo que se vio este martes en la sala noble de la Audiencia Provincial de Toledo, donde se juzga un asesinato por encargo. Mercedes Martín Ayuso fue tiroteada y ejecutada con una pistola la mañana del 4 de mayo de 2018, cuando llevaba a su hijo en su coche al colegio. Daniel, que tenía 12 años, resultó herido en las piernas y vio morir a su madre acribillada por los disparos de un asesino a sueldo. Uno de los teóricos inductores, Luis del Castillo, y el presunto sicario, Raúl Romero, reconocieron ante el jurado popular, sin que las acusaciones les apretaran las clavijas, que el primero encargó al segundo «matar a Mercedes y a su hijo por 3.000 euros». Y los dos exculparon además a los otros procesados: María del Carmen, exesposa de Luis y supuesta autora intelectual; su hermano Emilio y Anabel, la mujer del criminal, ambos por encubrimiento. «Fue un tuyo y yo, un yo y tú» , dijo gráficamente Luis, alias 'el Vacas', para dejar claro que se trató de un asunto entre él y Raúl, quien también lo corroboró en su declaración. Es cierto que el instigador confeso de este crimen y del asesinato en grado de tentativa ya lo había apuntado la jornada anterior entregando una carta de arrepentimiento escrita ese mismo día por él y dirigida a la familia de Mercedes, empleada de hogar. Una misiva que 'el Vacas' leyó en la segunda sesión de las diez previstas, siguiendo la propuesta de su abogado. «Perdí totalmente la cabeza y no me lo perdono», afirmó mientras Raquel, la hermana de la difunta, se rompía emocionalmente entre el público y tomaba aire cada poco tiempo. «He llorado muchas veces y no me reconozco ni a mí mismo», continuó el acusado, cuyo historial delictivo está jalonado de numerosas sentencias firmes por estafa. Luego admitió, a preguntas de la fiscal, que Mercedes «había cuidado muy bien» del padre de Luis y que luego ayudó en su casa en la tareas del hogar, con lo que creó «cierta relación de amistad con ella». Sin embargo, mascó su venganza al tener que irse con su familia de Las Ventas de Retamosa a Cataluña, primero a San Adrián de Besós y luego a Badalona. Hasta allí se fue movido «por las habladurías» acerca de unas supuestas infidelidades de María del Carmen, con la que estaba casado y tenía tres hijos, pero de las que Mercedes no le contaba nada. «Y yo me enfadaba con ella», apostilló. Antes de marcharse, en realidad desterrado por los patriarcas mercheros de la zona según la Fiscalía, Luis admitió ante el jurado que había amenazado de muerte a Mercedes con una pistola «que no era real», además de acusarla de la desaparición de 30.000 euros del domicilio familiar que «nunca aparecieron». En San Adrián de Besós, a tres kilómetros de Badalona, Luis conoció a Raúl, un ladrón con un largo historial delictivo. Se presentó en el juicio como un politoxicómano desde que tenía 12 años y que en 2018 se pinchaba heroína y cocaína. Precisó, no obstante, que lleva casi seis alejado del mundo de las drogas, precisamente el tiempo que ha trascurrido desde el crimen. A él, detalló el sicario confeso, Luis le encargó asesinar a Mercedes y su hijo «a cambio de 3.000 euros». Pero hay que puntualizar que Raúl lo manifestó en dos tiempos ante el tribunal popular. En un primer momento, aseguró que la funesta misión era matar a la mujer y que, si disparó al chaval, fue porque no sabía que viajaba en el coche. Que él nunca mataría a un chiquillo porque es padre de cinco hijos , explicó. Su intervención dio paso a un receso de 15 minutos y un abogado se acercó a él para decirle: «No te enteras, colega». Será casualidad seguramente, pero el caso es que, nada más reanudarse la sesión, Raúl pidió la palabra para añadir únicamente que, además del asesinato de Mercedes, Luis le había encargado matar a su hijo. «El arma era muy sensible y, a la que pegué el primer tiro, salió un montón de balas, ta, ta, ta» Raúl Romero Sicario confeso Sobre cómo se perpetró el crimen, los testimonios de Luis y Raúl coincidieron. Los dos bajaron juntos en un coche desde Cataluña a Torrejón de la Calzada (Madrid), donde el inductor le entregó dinero y un teléfono móvil, mientras que el sicario recogió la pistola «escondida entre unas piedras» y sustrajo dos coches con un descodificador. «Es fácil; he sido ladrón de coches desde mi infancia» , aclaró Raúl, que no conocía a sus víctimas. Luis, que sabía todos los movimientos de Mercedes, había explicado al sicario cuándo iba a ser el mejor momento para cumplir su encargo, por lo que, la mañana de autos, el asesino a sueldo esperó la oportunidad. Fue a primera hora de la mañana, cuando la mujer llevaba a su hijo al colegio. Raúl cruzó su coche en una glorieta, ella frenó bruscamente y él vació el cargador. « El arma era muy sensible y, a la que pegué el primer tiro, salió un montón de balas, ta, ta, ta», relató Raúl, a quien le falta parte del dedo meñique de la mano izquierda. Se excusó diciendo que iba drogado y que por eso tuvo un accidente de tráfico en la A-3, «me estrellé», cuando huía hacia Cataluña. De todos modos, logró llegar a Utiel, en Valencia, donde fue detenido por la Guardia Civil. Pero aseveró que no se dio cuenta de lo que había hecho «hasta tres semanas o un mes después». Y desde entonces, dijo, está muy arrepentido. Aunque los otros tres acusados defendieron su inocencia en este crimen, aseguraron que han colaborado también en la indemnización de 167.000 euros que Luis y Raúl han consignado para reparar el nefasto daño causado. El sicario confeso aclaró que él ha podido aportar dinero porque, cuando estuvo cuatro años en prisión provisional por este crimen, ganaba 1.100 euros mensuales «montando trenes» , lo que provocó que un miembro del jurado soltara inmediatamente un «'¡joder!». Daniel, que acompañaba a su madre en el coche cuando fueron tiroteados, y su hermana, Sheila, declararon a puerta cerrada Una vez que declararon, los cinco procesados abandonaron la sala con el beneplácito de todas las partes y del magistrado-presidente, Florencio Rodríguez, ya que están en libertad por el tiempo que ha transcurrido hasta la celebración del juicio. La primera acusada en irse comentó que tenía comprado un billete de tren y otro, a su hija enferma. Dentro, sin embargo, se quedaron en el fondo de la sala cuatro policías nacionales de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR) de la comisaría de Toledo. Habían acudido por petición expresa del juez, si bien en la primera sesión no hubo ningún compañero, salvo un agente de paisano que parece estar de oyente. Todos pudieron escuchar y ver a la anciana con problemas de movilidad que se desplazó desde Torrejón de la Calzada, a 45 kilómetros, para testificar. La fiscal le hizo cuatro preguntas sobre si había visto a una o dos personas salir de un coche que luego quemaron y para que se ratificara en su declaración en sede judicial. Luego la mujer bajó los dos escalones de la tarima con ayuda y se marchó con paso inestable, quizá pensando lo mismo que manifestó a continuación otro testigo de la localidad madrileña que tomó la matrícula de uno de los dos coches robados por Raúl. «No sé lo que hago yo aquí», expresó a través de una videoconferencia después de que el magistrado-presidente le aclarara que no debía temer porque los acusados no le veían. «No, si no están» , le tranquilizó el juez, que luego desalojó la sala de público para que Daniel, que acompañaba a su madre cuando fueron tiroteados, y su hermana, Sheila, declararan a puerta de cerrada en la sala. A ella no deberán regresar los cinco acusados hasta la última jornada, prevista para el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.

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