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De la política y su necesaria escolaridad

La propia constituyente de finales de siglo dio inicio al proceso desbarajustador del país que tuvo por ensayos generales el nada inocente Caracazo de 1989 y las asonadas de 1992. La sola conformación de aquella asamblea no reflejó la por entonces auténtica correlación de fuerzas políticas y sociales de la Venezuela de varias décadas de […]

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La propia constituyente de finales de siglo dio inicio al proceso desbarajustador del país que tuvo por ensayos generales el nada inocente Caracazo de 1989 y las asonadas de 1992. La sola conformación de aquella asamblea no reflejó la por entonces auténtica correlación de fuerzas políticas y sociales de la Venezuela de varias décadas de experiencia democrática, después, retrotraída a etapas de barbarie hasta llegar a las actuales circunstancias de un desencuentro con la centuria misma.

Desinstitucionalizada al extremo, la política se antoja como un algo supersticioso que debe desatender al otro y a los otros, alcanzando la jerarquía de un modelo de negocios en la era socialista.  Todavía resuenan los dicterios y apotegmas del insoportable grupo de los llamados Notables de elevada moralina que le dio soporte a quienes aún gobiernan desconociéndolos con el franco desprecio, acaso, concebido y sellado como un eficaz, voluntario e involuntario,  partido satelital.

La intensa y perversa pedagogía ha penetrado en todos los ámbitos que, ahora, luego de soportar los millones de toneladas de propaganda y publicidad, tienden a reivindicar la política y la complejidad de sus relaciones, ideas y emociones, debiendo necesariamente traducirse en hechos concretos y, agregaría, históricamente concretos dada la coyuntura.  En la medida que descubren, identifican y comprenden el pensar y el obrar políticos, en esos ámbitos perciben la fragilidad y susceptibilidad de una picada de alacrán; se saben impotentes para generar vastos y novísimos  movimientos sociales, faltándoles el sentido y el aliento estratégico que ameritan; ya conocen y padecen las consecuencias de la apuesta irresponsable e incansable de un destino que es común, como se vislumbraba desde la inauguración del siglo (vid. Economía Hoy:  https://apuntaje.blogspot.com/2024/02/y-los-dados-cargados.html).

Más vale tarde que nunca, el pensar y el obrar que paradójicamente reclaman a la dirigencia partidista opositora que, en no pocos casos, los ha olvidado: quizá, porque es hechura de la descomposición generalizada y resumida en el fenómeno chavista, a falta de un mejor término; quizá, porque hay una pérdida de universalidad, todo circunscrito a un asunto única y exclusivamente autobiográfico. Y es que, con las excepciones de rigor, el dramático rompimiento se hizo con los hábitos, aptitudes, conductas, satisfacciones e insatisfacciones de una izquierda y de una derecha que se modelaban y comprometían en el centro, añadidas sus tensiones y contradicciones: se dio un salto al vacío, improvisada hasta la manera de andar; irremediable, debemos volver a las aulas vivientes de la escolaridad política. Por ejemplo, asumiendo que no hay articulación sin arraigo (vid. El Nacionalhttps://apuntaje.blogspot.com/2022/06/ilusion-quebradiza.html), importa y demasiado hacerse de la más elemental noción de liderazgo político y de la facilitación social.

Poderosa metáfora, de un lado, por descollantes que fueren las individualidades, el director sabe qué hacer y hace con los cellistas, los fagotistas, o los percusionistas, a modo de ilustración, dándoles precisamente conducción en la dura tarea de conquistar y domar la melodía, el timbre, el ritmo, la armonía; mal haría en sustituirlos por el mismísimo él, o que los ejecutantes pretendan derribar y reemplazar inmediatamente al director, ya que – otro buen símil – zapatero debe ocuparse de los zapatos, a menos que descubra la otra vocación, con la dedicación, el estudio y el entrenamiento correspondiente. Tenemos la impresión personal que el país asumía también el rol del liderazgo político, porque – aunque no gustara de la música académica – celebraba la existencia de Vicente Emilio Sojo, Evencio Castellanos o Antonio Estévez, tan espontáneamente frecuentes en la prensa escrita de los cincuenta y sesenta del veinte.

Del otro lado, el director ha de relacionarse con músicos, productores y orquestas distintas a las que afronta con u batuta, a través de proyectos comunes de promoción, o, en todo caso, generando los incentivos necesarios para ayudarse mutuamente lidiando con los mercados dominados por Bad Bunny y sus equivalentes. De modo que el líder igualmente es un facilitador para ámbitos sociales que supone ajenos y de una tremenda limitación estratégica, más aún bajo este régimen; por ello, las veces en las que hemos incursionado en los problemas universitarios, laborales o fronterizos, intentamos y diligenciamos una diferente mediación y relacionamiento de sus más legítimos sectores, o lo solicitamos a quienes tanto se afanan por dirigir la orquesta.

Desde el pódium, la vista no es hacia un público atento, elegante y ordenado, sino la de una cruda realidad social que tiene una acostumbrada versión metropolitana, acaso, demasiado emblemática y gentil. Por detrás, en la herida profunda de la Venezuela de tiempos demasiados inmerecidos, seguramente nos espera una tragedia absolutamente insospechada que requiere de un inédito liderazgo político.

@luisbarraganj

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