El quinto poder y el CIS
Si preguntamos a la gente sobre encuestas y sondeos de opinión, una gran mayoría respondería que no creen en ellas, que son inventadas o no saben nada de su realización. Y muy pocos conocen que los sondeos y encuestas de mercado son una de las grandes invenciones del mundo moderno y de tanta trascendencia como otros avances tecnológicos en las comunicaciones. Casi nadie piensa en ello y desconoce que la mayoría de productos y servicios usados a diario, desde un perfume a un automóvil, han sido diseñados basados en innumerables encuestas hechas a miles de ciudadanos que responden a los entrevistadores. Esta moderna herramienta demoscópica se aplica hoy a todo lo que nos rodea, incluidas la publicidad o el cine; representan una gigantesca estructura que trabaja oculta, de modo muy eficiente en favor del bienestar de la gente; alguien las denominó el «maravilloso mundo de las encuestas» y no exageraba ni se equivocaba. No podríamos imaginar nuestra sociedad sin ellas y por su aportación hoy las usan gobiernos, empresas, organizaciones, universidades, centros de investigación… todos apoyan sus decisiones en las encuestas y ya no pueden prescindir de ellas para su función. En el ámbito socioeconómico, sin duda este útil demoscópico, que empezó a aplicarse hace un siglo (se fija 1923 en EE.UU. y 1947 en Europa), es un gran poder, por su utilidad en ayuda de las instituciones que crean productos y servicios para los ciudadanos. Estos estudios, que ejecutan en España más de un centenar de empresas, no se publican en los medios, y no es necesario para cumplir su fin y evitar su posible influencia sobre lo que miden. Lo mismo cabe señalar de los sondeos de opinión política o electorales, a los que se consideró desde hace años el quinto poder, situado ahí, por detrás de los tres grandes poderes de un Estado ( legislativo, ejecutivo y judicial) y del cuarto, adjudicado a los medios de comunicación (prensa, radio, televisión y ahora las poderosas redes sociales). No extrañe, por tanto, que los políticos, unos más y otros menos, cuando han conquistado por las urnas el primero y el segundo, y comprobando la dificultad de dominar el tercero, quieran dominar también los cuarto y quinto, vista la interacción entre ambos. Hablo del quinto, al que he pertenecido activo durante decenios y del que puedo hablar con base de sus efectos. En España tenemos, en nuestros días, un ejemplo claro y vergonzante de usurpación de este quinto poder en descarado favor del Gobierno. Si aceptamos ese nombre de quinto poder , cabe concluir que no puede dejarse que el Gobierno quiera también intervenir en él, gracias al Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS); una institución demoscópica que no existe en ningún país del mundo y, donde las hubo, hace mucho tiempo que desaparecieron. No negamos que el CIS realice encuestas sociales para el Estado, si bien podría contratarlos, con menor coste, a decenas de empresas privadas dedicadas a esta actividad y que tienen tanta capacidad científica como el CIS y, por supuesto, mayor independencia; es lo que se hace en todas partes. Muy grave es que el CIS se dedique a ejecutar sondeos políticos electorales y publique, manipulados, sus datos favoreciendo las opciones del partido que detenta el Estado, conducta que bien podría ser calificada de malversación de fondos públicos. Innecesaria e inaceptable la acción del CIS en este ámbito, a la vista de las recientes elecciones en Galicia : no menos de seis empresas han publicado sondeos electorales, todas ellas pronosticando la mayoría del PP, a excepción del CIS. ¿ Sirvieron de algo los desacertados del CIS? De nada, poniendo en manos del Gobierno este quinto poder, junto al cuarto de una forma u otra. Demasiado poder. Si rechazamos las prácticas favorecedoras y serviles del CIS hacia el Gobierno, también deploramos la conducta de algunas empresas privadas que, ávidas de notoriedad, se convierten en predicadores de sus propios datos; somos el mensaje, no el medio, y olvidar esto es lamentable en nuestra profesión, que debe estar siempre callada y atenerse solo a la presentación y publicación estricta de datos; es suficiente, y no comportarse como Tezanos y su CIS , cuya credibilidad tienen perdida. SOBRE EL AUTOR Ginés Garrido Alart fue presidente de la Asociación Española de Estudios de Opinión y Mercado